Realizando utopías

Tú que imaginas mil utopías
en el transcurso del día,
mundos mejores donde habitar
para toda la humanidad.

Tú que observas más allá
de lo que mira la mayoría
buscando algo diferenciador
que nos haga ser mejor:
mínimo común denominador
de la inconsciente rutina.

Inventa un remanso de alegría
repleto de caricias robadas,
donde escapar cada día
al acabar la jornada.

Que yo te ayudo a poblarlo
con sueños de un verano tan largo
que el frío invierno jamás
llegará a tocarlo.
Porque la vida al ser compartida,
es más divertida.

Porque somos almas parecidas,
y uniendo nuestra creatividad,
cualquier extraña utopía...
podemos hacerla realidad.



Para cuando te marchas

Para cuando te marchas
tienes las llaves que abren mis puertas,
y por si un día no las encuentras,
dejo abierta mi ventana
para que puedas
despertarme de mañana.

Para cuando te quedas
tengo un invierno de estrellas
y una inquieta primavera
plagada de emociones,
de lunas llenas
que se ocultan en canciones.

Para cuando vuelvas,
tengo un verano de soles
que calientan corazones
y un yermo otoño que espera,
listas sus flores,
a brotar cuando tú las quieras.

Para cuando te despides
tengo recuerdos que impiden
que jamás te olvide,
y un botecito de cristal
donde guardo las palabras
que nunca me atrevo a gritar.


Si te asomas a mi ventana

Si te asomas a mi ventana
una noche de invierno frío,
busca dentro de mi cama
y dime si estoy dormido.

Que cuando el día se acaba,
mis sueños sin límites vivo
en el país de las hadas,
y te quiero llevar conmigo.

Tal vez si comparto
mis locas fantasías,
y las grito bien alto,
dejen de serlo tanto
y entonces un día,
derepente cobren vida
por algún encanto
y salgan de mi cuarto.

Si te asomas a mi ventana
cual niño perdido volando,
una noche de invierno fría,
ve con cuidado, ten en cuenta
que yo dejo abierta la puerta
del país de la fantasía
para que vayan escapando
mis sueños locos
poco a poco
si les da la gana
y salgan por la ventana.


Y tú quién eres

En la caja de Lego había cinco muñecos Lego, todos iguales, con su cara amarilla, sus manos en forma de “u”, su sonrisa dibujada y ese saliente amarillo en la coronilla. A ellos mismos les costaba distinguirse de sus otros cuatro compañeros, pero nunca les había importado demasiado. Todos tenían pantalones azules y camiseta blanca de manga larga, lo compartían todo, y los niños jugaban indistintamente con uno u otro.
 
Pero un día llegó al cuarto de juguetes un muñeco Lego extraño. Su cara tenía unas gafas dibujadas y en lugar del saliente amarillo, llevaba un casco rojo de moto. Su ropa también era diferente: ¡iba todo vestido de rojo!
 
Los demás muñecos Lego se quedaron mirando al nuevo con envidia.
- “Él sabe quién es porque es diferente.” se decían unos a otros.
- “Pero nosotros… ¡nosotros somos todos iguales! ¿Cómo podemos saber quién es cada uno?”
A uno de ellos le había tocado ese día hacer de socorrista y llevaba todavía puesto un salvavidas amarillo, así es que dijo muy contento:
- “Yo soy el que lleva el salvavidas amarillo” y se quedó tan tranquilo.
 
Pero los demás estaban preocupados. Discutieron un buen rato y finalmente llegaron a la conclusión de que cada uno tenía que tener algo que fuese suyo y solamente suyo, para así poder distinguirse de los demás y saber quién era cada uno. Así es que cuando les metieron de nuevo en la caja, cada uno de ellos fue a buscar algo que le hiciese especial.
 


Esa noche el muñeco de rojo se acercó a saludarles, quería conocer a sus nuevos compañeros así es que fue a presentarse.
- “Hola, soy nuevo aquí. Mi anterior dueño me perdió en el parque, y ahora me han encontrado y me han traído con vosotros… ¿quiénes sois?”

Los cinco muñecos se miraron entre sí y pensaron “Menos mal que ahora sabemos quiénes somos. Podemos responder perfectamente a su pregunta”. El del salvavidas amarillo, muy ufano, se adelantó y le dijo:
- “Hola, yo soy el del salvavidas amarillo.”
Otro muñeco, que había encontrado un gorro de cocinero se apresuró a saludar también al nuevo:
- “Yo tengo un gorro de cocinero” dijo, y se lo mostró orgulloso.
- “¡Y yo tengo un pelo largo y con coleta!” dijo el tercero.
El cuarto, con las prisas, solo había encontrado una copa de plástico, así que un poco avergonzado se la enseñó.
- “Yo solo tengo una copa.”
Todos miraron al quinto que sonriendo se subió al coche que había aparcado detrás y les dijo
- “¡Pues yo tengo un coche enorme!”
Los otros cuatro se sintieron un poco dolidos, sobretodo el de la copa. Se suponía que el coche era de todos y lo usaban para ir a todos lados, ¡no valía apropiárselo así! Pero no querían que el nuevo se diese cuenta de que acababan de descubrir quienes eran, así que no dijeron nada.

El muñeco nuevo se quedó pensativo.
- “Entonces… a ver si me aclaro” les dijo, y se acercó al del salvavidas. “Tú eres socorrista.”
- “No, no soy socorrista, ni siquiera sé nadar, tan solo tengo un salvavidas amarillo”
El nuevo se quedó extrañado, pero siguió adelante.
- “Tu sí que eres cocinero, ¿no?” le dijo al del gorro.
- “Pues… tampoco. No sé cocinar, ¡pero el gorro es muy chulo!”
- “Ah…” dijo el nuevo mientras pensaba que estos muñecos eran un poco raros. Se acercó entonces al del pelo largo con coleta.
- “Vale, contigo seguro que acierto, tu eres chica, porque ese es el pelo que llevan los muñecos Lego chicas.”
- ¿Qué? ¡No, no, no! Yo no soy chica, pero ¿a que queda mejor el pelo largo que el saliente amarillo que tienen los demás?”
- “Esto… sí, sí, es cierto, queda mejor.” Le dijo el nuevo, que cada vez estaba más sorprendido.

El siguiente era el de la copa.
- “¿Tú eres enólogo? ¿o tú también llevas la copa solo porque te gusta beber?”
El otro miró a su copa sin saber muy bien qué responder, se lo pensó un poco y frunciendo el ceño dijo:
- “Pues no. Ni siquiera me gusta beber, pero esta copa es mía, ¡y solo mía! ¿entendido?”
- “Sí, sí, claro, no te preocupes, no te la pienso quitar.” dijo un poco asustado, y se alejó enseguida del de la copa.

Ya solo quedaba el del coche, que estaba montado orgulloso en el asiento del conductor.
-“Bueno, tú pareces de los míos” le dijo el nuevo señalándose el casco de moto. “¿Eres conductor? A que es una pasada ir al volante, sentir el viento, tomar las curvas…”

- “No, no.” Le cortó el del coche viendo que el nuevo se emocionaba.
- “Yo no conduzco, pero tengo un coche enorme y muy potente. ¿A que es precioso?”

El nuevo, sorprendido, abrió mucho los ojos detrás de sus gafas.
- “¿¡Que no conduces!? Pero entonces… ¿por qué quieres el coche?”
- “Porque yo soy el que tiene el coche” le dijo el otro sacando pecho. “Nadie más tiene un coche tan bonito como el mío.”

El nuevo miró lentamente a los cinco y les dijo:
- “Pero… ¿para qué queréis todas esas cosas si luego no las usáis? Sois unos muñecos muy raros.”

Los otros se enfadaron un poco.
- “¿Y tú?” dijo el de la copa, “¿tú quién eres, eh?”
- “¡Eso!” le apoyó el del pelo largo, “dinos, ¿tú quién eres?”

- “Yo soy motorista, me llamo Toni y me encanta conducir entre los bloques de lego.” Se presentó con una sonrisa.

Los otros cinco se miraron entre ellos. Parecía que el nuevo tenía las cosas claras. Entonces el del gorro de cocinero saltó:
- “Sí, claro, eso lo dices porque llevas un casco de moto, pero si no tuvieses casco, ya no serías motorista.”
- “!Ajá!” dijo el de la copa de plástico “¡Te pillamos!” Y todos empezaron a reírse.

- “¡Eso no es verdad!” Se defendió el nuevo. “Yo soy motorista porque es lo que quiero ser. Ahora mismo no tengo moto, se debió de perder en el parque, pero yo sigo siendo motorista.”
Se quitó el casco rojo y enseñándoselo a los otros prosiguió:
-“Y tengo este casco porque para conducir la moto es necesario, pero si lo perdiese… ¡seguiría siendo motorista!”
- “Si queréis os lo dejo” dijo dejando el casco en el suelo a los pies de los otros. Estos retrocedieron un poco.
- “Pero… el casco es tuyo” dijo el del coche, “Por eso eres motorista.”

- “Yo no dejo de ser quién soy por tener o dejar de tener algo. Cuando vuelva a tener moto necesitaré un casco, hasta entonces no me importa. Pero vosotros… vosotros solo queréis tener cosas por tenerlas, ¡aunque no las uséis!”

Los demás se miraron un poco avergonzados sin decir palabra.
- “Bueno, quedaos con vuestras cosas si queréis, a mi me da igual” continuó el motorista. “Pero aún no habéis contestado a mi pregunta…¿Quiénes sois?”

Los cinco muñecos se miraban a los pies, miraban a los otros y volvían a bajar la mirada… Al cabo de un rato, el del salvavidas amarillo se adelantó, se quitó el salvavidas, lo dejó en el suelo junto al casco rojo y entre triste y avergonzado empezó a hablar:
- “Es que… es que en realidad, no lo sabemos.” 

 

Inventando sueños

Soy la roca en la arena
que el mar lame y desgasta,
y con cada marea
sueños arrastra.
Soy el árbol que se alza
al borde de un barranco
mis raíces descalza
de cuajo arranco.
Soy bandera raída
que ondea en alto mástil,
nunca busqué una vida
que resultara fácil.

Tan solo intento
sentir el viento
soplando desde dentro
y disfrutar de muchos
buenos momentos.
Pero los cuentos
que cada día escucho
de tu boca callada,
no hablan de nada.
Por eso invento
magos y hadas
para hacer especial
cada mañana.

Porque al final
nosotros inventamos
el mundo que habitamos,
y tal vez si permito
volar mis ilusiones
más allá de mi piel,
si las plasmo en un papel,
se cumplan mis ficciones
y mejoren un poquito
el mundo y las pasiones
que proyectamos en él.
 
 

Remember

No se puede separar
lo que un día estuvo unido,
no se puede contrariar
al destino.

Nunca se deja de amar
a quien un día has querido,
aunque cada uno al final
siga su propio camino.

Forja tu personalidad
todo aquello que has vivido
y a pesar del daño
que puedas haber sufrido,
jamás será un extraño
aquel que soñó contigo,
aquel que te ha conocido
sin barreras, sin engaños…
será tu mejor amigo
cuando pasen los años.

Traza tu própio camino

"Nuestro tiempo aquí es limitado, así que no lo gastemos viviendo la vida de otro. No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás, ahogue vuestra propia voz interior. Y lo más importante, tened el coraje de seguir a vuestro corazón y vuestra intuición. De algún modo saben lo que realmente tú quieres ser..."

(Steve Jobs)

A dos centímetros de tí

A dos centímetros de ti,
mi pulso se acelera,
repaso tu rostro, tu nariz,
tus pecas, tus ojeras.

Tus ojos hablan en silencio
gritando sentimientos
que tu boca niega…
Sé que me deseas.

El tiempo se ha detenido
en este abrazo,
nuestros cuerpos se han fundido
y en el hueco de nuestros brazos
han caído
todos los pedazos
de nuestros corazones heridos.

Nuestras almas se tocan
en miradas que provocan
sentimientos sin control.
Es tan grande la emoción
que nos sobra la ropa,
la piel y hasta el colchón.

Sé que me quieres besar
tanto como quiero yo,
pero algo no te deja
y al acercar mi boca
me dices que no
y te alejas.

Yo sé que puedo
recoger los retazos
de tu corazón
y construir de nuevo
fuertes lazos
entre los dos.
Pero para eso amor,
debes primero
dejar tu miedo
aparcado en un rincón.

Qué más necesitas

Qué más necesitas
para admitir que estamos hechos
para compartir caricias,
ilusiones y besos.

Si cada vez que nos vemos
tiembla nuestro mundo,
desde el suelo hasta el techo
con el deseo profundo
de compartir un lecho.

Qué más necesitas
para admitir que estamos hechos
para compartir nuestros días
y nunca estar lejos.

Si cada vez que nos vemos
estallan mil mariposas
en nuestro pecho
y vuelan orgullosas
pues se les queda estrecho.

Qué más necesitas
para admitir que estamos hechos
para compartir la vida
bajo un mismo techo.


Hoy empieza mi futuro

Entre cajas y ciudades,
no tiene rumbo mi caminar,
me impulsan los siete mares,
no pertenezco a ningún lugar.

No sé dónde me llevan
mis pasos sin destino,
qué sorpresas me esperan
a la vuelta del camino.

Mi único punto de fijación
en este mundo cambiante
se encuentra en mi interior
permitiéndome seguir adelante.

Yo soy yo,
ocurra lo que ocurra alrededor,
y es mi voz
la que me hace avanzar con decisión.

Mi hogar, mi destino,
mi mundo, mi mañana,
hoy han desaparecido,
pero no me asusta nada,
pues todos los sueños perdidos
que poblaron mi alma
al llegar el alba
serán reconstruidos
como me venga en gana.

Han caído los muros
nada me protege ni frena,
y no me apena,
porque hoy no dudo
que aquí empieza mi futuro.

 

Proposición

Quiero compartir contigo
cuanto depare el camino,
hacer tuyas y mías
las penas y alegrías
y juntos superarlo todo.
Avanzar codo a codo,
para así llegar más lejos
que estando solos,
y hacernos viejos,
sin tener complejos,
viviendo a nuestro modo.

Quiero abrir corazón y mente
sabiéndonos independientes,
amar y conocer al otro,
poco a poco.
Aprender a coser cualquier roto
y cada cierto tiempo
volvernos locos:
Vivir el cuento
que queramos inventar,
no tener dueños,
perseguir nuestros sueños
y no dejarnos amilanar
por quienes digan
que debemos vivir la realidad.

Soñar, volar,
sentir la vida,
dejarnos llevar
y disfrutar sin medida.
Crecer, aprender,
no temerle a nada,
y al anochecer,
acostarme en tu almohada.

Desbordar alegría
y volver a elegir cada día
al otro como compañía.

¿Querrás acompañarme, mi vida?



La Mariposa y la Flor

Sucedió una vez que una Mariposa y una Flor se enamoraron. Solían verse de lejos sin atreverse a hablar, hasta que un día la Mariposa se posó en la Flor y ya no quiso despegar. Pasaron días felices una junto a la otra, sintiendo el sol sobre sus alas y pétalos, meciéndose al arrullo de la brisa de verano, respirando el olor dulzón del polen… pero llegó un momento en que la Mariposa sintió la necesidad de volar. Y sin dudarlo un momento se lo dijo a la Flor: sentía tener que dejarla, pero necesitaba volar para poder desplegar todo su potencial, para poder ser ella misma… y sintiéndose muy apenadas, se despidieron y la Mariposa voló.

Desplegó sus alas, viajó, se sintió hermosa bajo el sol y descubrió lo que es ser una mariposa, disfrutando del vuelo y las alturas, visitando mil jardines y bosques. De vez en cuando pasaba cerca de su Flor, le saludaba batiendo las alas más fuerte y veía cómo ella le sonreía y abría más sus pétalos.



Y así vivió un tiempo, aprendiendo a ser Mariposa, disfrutando del vuelo, hasta un día que, volando detrás de una nube, vio de lejos a su Flor sin que ella le viese… y le sorprendió encontrarla llorando.

Entonces se dio cuenta, frenó su vuelo y volvió a posarse sobre su Flor:
- Perdóname. Te he hecho daño. – le dijo la Mariposa -  ¿Por qué me has dejado hacerlo? ¿por qué no me dijiste que te dolía que me fuese a volar?

A la flor le temblaron un poco los pétalos, pero respiró hondo y respondió:

- Claro que duele que te vayas. Yo te quiero y sé que quiero estar contigo, pero no puedo ayudarte a volar, eso tienes que hacerlo sola. Tú sentías la necesidad de volar, y yo no quiero es que estés conmigo por pena, porque crees que es injusto abandonarme aquí en tierra, o porque sabes que yo te quiero a ti. No quiero que te sientas culpable por querer volar, eres una mariposa y precisamente por eso me gustas.

La Flor se limpió las lágrimas y ya con más fuerza prosiguió:
- Quiero que seas feliz, que te sientas bien contigo misma, que vueles y descubras quién eres, hasta dónde puedes llegar y hacia dónde quieres ir. Y entonces, habiendo conocido mil jardines, sintiéndote realizada y en paz con el mundo… levantes la cabeza, mires alrededor y al verme pienses: “esta es la flor con la que quiero estar”.

Y sonriendo melancólica terminó:
- Quiero que estés conmigo porque tú quieres, no porque sabes que yo lo quiero. Pero para eso tengo que dejarte ir libre, tengo que dejar que vueles, que crezcas, que evoluciones. Y si cuando vuelvas, no sientes que me quieres… entonces yo tampoco quiero que te quedes conmigo.

Solitario y frío

Necesito volar
solitario y frío,
me quiero despegar
del cobijo de tu ombligo,
para soltar esta maraña
que tengo en mi interior
y saber si el calor
que siento en mis entrañas
viene de tu amor
o es tan solo mío.

Los vientos me arañan sin compasión
ahora que estoy desprotegido,
pero no me ahorres el dolor,
porque es quien despierta mis sentidos
y me permite saber
que no estoy dormido.

Necesito volar
solitario y frío
para saber que estoy vivo.
Y solo cuando vuelva,
ya libre y crecido,
podré volar contigo.



Del revés

Para buscar la felicidad
te sumerges en el dolor,
para buscar estabilidad
rompes con tu vida anterior.

Cómo quieres encontrar
eso tan buscado
si cuando te va a llegar
sales espantado.

Cuándo verás que en realidad
lo tenías a tu lado
y por buscarlo has dejado
que se te escurra entre las manos.


Mil puñales


Tu ausencia la siento
como mil puñales
que se clavan a un tiempo
partiéndome en dos mitades,
y de mi cuerpo abierto
brotan los siete mares,
mis lágrimas saladas
rebosan los canales
de esta ciudad abandonada,
donde todos los males
duermen sobre mi almohada,
de añoranzas empapada.



El jardín

Infancia y adolescencia: 

En el jardín de la vida
todos pasan tres etapas.
Para que pueda desarrollar
un día todo su potencial,
debemos primero desbrozar,
airear la tierra y preparar
el terreno a sembrar.
Duele y es trabajoso
abrir surcos y quitar despojos,
pero es necesario para arar
no tener un pedregal.

Juventud y edad adulta: 

Llegado el momento hay que sembrar,
es importante elegir
qué semillas cultivar
y no escatimar
el tiempo y esfuerzo a invertir
si queremos verlas germinar.
A veces nos agotan,
pero debemos cuidar
los tallos que brotan
¡y no olvidarnos de regar!

Madurez y vejez: 

Cuando todo haya crecido,
debemos recolectar,
recoger lo merecido
por el esfuerzo invertido
y disfrutar
del fruto obtenido.
Podemos entonces descansar,
sentirnos satisfechos
por un trabajo bien hecho.
Nuestro jardín ha florecido,
su vida ha sido de provecho.



Alegoría del carruaje

(Jorge Bucay)


Un día de octubre, una voz familiar en el teléfono me dice:
- Sal a la calle que hay un regalo para ti.
Entusiasmado, salgo y me encuentro con el regalo. Es un precioso
carruaje estacionado justo frente a la puerta de mi casa. Es de madera de
nogal barnizada, tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca, todo
muy fino, muy elegante. Abro la portezuela de la cabina y subo. Un
gran asiento semicircular forrado en pana y unos visillos de encaje
blanco le dan un toque de realeza. Me siento y me doy cuenta que
todo está diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo de las
piernas, el ancho del asiento, la altura del techo... todo es muy cómodo, y no
hay lugar para nadie más.



Entonces miro por la ventana y veo "el paisaje": de un lado el frente de mi casa,
del otro el frente de la casa de mi vecino... y digo: "¡Qué maravilla este regalo!
Qué bien, qué bonito". Y me quedo un rato disfrutando de esa sensación.

Al rato empiezo a aburrirme: lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo. Me pregunto: "¿Cuánto tiempo puede uno ver las mismas cosas?". Y empiezo a convencerme de que el regalo que me hicieron no sirve para nada. De eso me ando quejando en voz alta cuando pasa mi vecino que me dice, como adivinándome:
-¿No te das cuenta que a este carruaje le falta algo?
Yo pongo cara de qué-le-falta mientras miro las alfombras y los tapizados.
-Le faltan los caballos -me dice antes que llegue a preguntarle.
"Por eso, veo siempre lo mismo -pienso- por eso me parece aburrido."

-Cierto -digo yo.
Entonces voy hasta el establo que hay en la estación y le ato dos caballos al
carruaje. Me subo otra vez y desde adentro grito:
-¡Eaaa!.

El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia permanentemente y eso me sorprende. Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vibración y a advertir el comienzo de una rajadura en uno de los laterales.
Son los caballos que me conducen por caminos terribles; pasan por todos los hoyos, se suben a las banquetas, me llevan por barrios peligrosos. Me doy cuenta que yo no tengo ningún control; los caballos me arrastran por donde ellos quieren. Al principio, ese derrotero era muy bonito, pero al final siento que es muy peligroso.
Comienzo a asustarme y a darme cuenta de que esto tampoco sirve. En ese momento, veo a mi vecino que pasa por ahí cerca en su coche. Lo insulto: -¡Qué me hizo!
Me grita: -¡Te falta el cochero!
-¡Ah! -digo yo.
Con gran dificultad y con su ayuda, logro hacer que los caballos se detengan y
decido contratar a un cochero. A los pocos días asume funciones. Es un
hombre formal y circunspecto con cara de poco humor y mucho conocimiento.

Me parece que ahora sí estoy preparado para disfrutar verdaderamente del regalo que me hicieron. Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al cochero a dónde quiero ir. Él conduce, él controla la situación, él decide la velocidad adecuada y elige la mejor ruta. Yo... Yo disfruto el viaje.


                             .........


Esta pequeña alegoría debería servirnos para entender el concepto holístico del ser.
Hemos nacido, salido de nuestra "casa" y nos hemos encontrado con un regalo: nuestro cuerpo. Un carruaje diseñado especialmente para cada uno de nosotros. Un vehículo capaz de adaptarse a los cambios con el paso del tiempo, pero que será el mismo durante todo el viaje.
A poco de nacer, nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un requerimiento instintivo, y se movió. Este carruaje -el cuerpo- no serviría para nada si no tuviera caballos; ellos son los deseos, las necesidades, las pulsiones y los afectos.
Todo va bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos cuenta que estos deseos nos llevaban por caminos un poco arriesgados y a veces peligrosos, y entonces tenemos necesidad de sofrenarlos. Aquí es cuando aparece la figura del cochero: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra capacidad de pensar racionalmente. Ese cochero dirigirá nuestro avance.


Hay que saber que cada uno de nosotros es, por lo menos, los tres personajes que intervienen allí. Tú eres el carruaje, eres los caballos y eres el cochero durante todo el camino, que es tu propia vida. La armonía deberás construirla con todas estas partes, sin descuidar a ninguno de estos tres protagonistas.
Dejar que tu cuerpo sea llevado sólo por tus impulsos, tus afectos o tus pasiones puede ser y es sumamente peligroso. Es decir, necesitas de tu cabeza para ejercer cierto orden en tu vida.
El cochero sirve para evaluar el camino, la ruta. Pero quienes realmente tiran del carruaje son tus caballos. No permitas que el cochero los descuide. Tienen que ser alimentados y protegidos, porque.... ¿qué harías sin los caballos? ¿Qué sería de ti si fueras solamente cuerpo y cerebro? Si no tuvieras ningún deseo ¿cómo sería la vida? Sería como la de esa gente que va por el mundo sin contacto con sus emociones, dejando que solamente su cerebro empuje el carruaje. Obviamente, tampoco puedes descuidar el carruaje, porque tiene que durar todo el trayecto. Y esto implicará reparar, cuidar, afinar lo que sea necesario para su mantenimiento. Si nadie lo cuida, el carruaje se rompe, y si se rompe se acabó el viaje.


Justo cuando puedo incorporar esto, cuando sé que soy mi cuerpo, mi dolor de cabeza y mi sensación de apetito, que soy mis ganas y mis deseos y mis instintos que soy además mis reflexiones y mi mente pensante y mis experiencias... Justo en este momento estoy en condiciones de empezar, equipado, este camino, que es el que hoy decido para mí.




Nadie piensa


Hoy en día nadie piensa. La sociedad actual nos bombardea con mil y una distracciones para que ocupemos nuestros días en actividades inocuas. Y nosotros, como dóciles borregos, dejamos escapar nuestro valioso tiempo atareados, de aquí para allá, del trabajo a casa, a mirar el correo, a comentar cualquier tontería en las redes sociales, a enterarte de los “trending topics”… y si tienes un rato a solas: pon música, o la radio, o la tele y a enterarse de cotilleos y chorradas que no nos importan, ¡da igual! El caso es que haya ruido, que no podamos pensar en paz.

Hoy en día nadie piensa. Vivimos rodeados de distracciones para no sentirnos solos, para no darnos cuenta de lo vacíos que estamos por dentro. Muy poca gente se para en mitad de este bullicio que es la vida moderna y dice “¡Ey!… espera un momento. ¿Hacia dónde voy?” y lo que es más importante: “¿Hacia dónde quiero ir?”. Muy poca gente disfruta de los ratos de soledad, los busca y los aprovecha para pensar.

Algunos lo llaman meditación, otros momentos de reflexión… otros van al psicólogo para contarle su vida y que él piense por ellos. Yo simplemente lo llamo pensar, pensar en todo, en uno mismo, en los demás, en la vida, en  la muerte, en la felicidad y la tristeza, en las cosas que realmente nos importan… pensar. Y creo que todo el mundo debería hacerlo para ser una persona completa.

Hoy en día nadie piensa. El mundo está lleno de cáscaras vacías con forma humana, pero sin nada dentro. Muchos creen que son felices, pero yo creo que simplemente se dejan llevar. Otros se dan cuenta de que no son felices, pero no saben cambiar ese hecho porque para ello primero deben pararse y pensar.

En los colegios debería enseñarse a pensar, creo que es lo más importante para crecer y madurar como personas. Sin embargo la educación está dirigida a hacer que los niños aprendan un montón de datos inútiles. Se ofrece a las futuras generaciones una basta galería de sabiduría acumulada a lo largo de los siglos, de pensamientos que otros han formulado y probado… y se les hace aprender lo que otros ya pensaron en su día en lugar de enseñarles a pensar por ellos mismos.

No es extraño entonces que al llegar a la edad adulta nadie piense. Podemos ser muy cultos, haber aprendido un montón de datos, pero jamás nos han enseñado a pensar ni nos han dicho que debamos hacerlo. Más bien al contrario, se fomentan las distracciones para que no pensemos demasiado, porque somos más manejables como una masa distraída que como un montón de individuos pensantes. Y no nos damos cuenta siquiera de que no estamos usando apenas ese órgano que nos hace tan diferentes del resto de animales no racionales.

Hoy en día nadie piensa… y nadie se da cuenta.


Tu recuerdo escurre por mis bolsillos


Mis pasos se suceden sin destino
ahora que tú te has ido,
mi mano busca tu mano,
no entiende que te has marchado.
Cómo voy a pasear
sin tu brazo rodeando mi costado,
cómo voy a tapear
sin saber de bares ni palillos,
me queda grande la ciudad,
tu recuerdo escurre por mis bolsillos.

Ya no sé a dónde ir,
ni cómo podré volver,
voy dejando tras de mí
un reguero de papel
escrito con trocitos de mi piel
para que llegues aquí
si algún día caminas por él.

Busco la luna,
inconstante como ninguna,
que un día nos vio nacer
oculta entre las brumas
y a ella le pregunto
qué debo hacer,
por qué me hundo
cada amanecer.

No quiero crecer
si no lo hacemos juntos,
no quiero envejecer
si no estás en mi mundo.






El mundo me parece estrecho


Qué me has hecho
que tengo un nudo en el pecho
que aprieta más y más,
y no me deja respirar.

Qué me has hecho
que me paso el día mirando al techo,
porque si bajo la mirada
caen lágrimas en cascada,
vaciando mis ojos
de extrañarte rojos.

Qué me has hecho
que sobra sitio en mi lecho,
qué me has hecho
que el mundo me parece estrecho.




Verbalizando el ozono

Me gusta el olor a Ozono que precede a las repentinas tormentas veraniegas. Quisiera poder plasmarlo sobre el papel, decir que es fresco y metálico a la vez, que huele a hierro oxidado y a hierba recién cortada, a descarga eléctrica y a limpia transparencia. Decir que es suave y penetrante, que anuncia una descarga de alegres gotas que pronto invadirán este ambiente cargado llevándose con ellas la pesadez del verano, dejando un aire nuevo, ligero.

Quisiera decir todo esto y que quien lo leyera pudiese olerlo, sentirlo, notar la suave caricia de las gotas sobre su piel. Pero es imposible. Por mucho que me acerque, por muy bien que lo describa, hay sensaciones que no pueden ser atrapadas dentro de palabras.

Cuando expresamos un pensamiento, sentimiento o sensación, las palabras que elegimos son como cuencos, recipientes que contienen aquello que queremos expresar. Pero en realidad no son más que palabras y no pueden contener la esencia de lo que intentamos explicar porque los sentimientos, las sensaciones, los pensamientos… no son estáticos, fluyen continuamente, cambian de matiz, crecen y desbordan sin remedio el recipiente en el que queríamos contenerlos.

La experiencia pierde intensidad al verbalizarla, y tan solo quien haya vivido algo similar podrá hacerse una idea de lo que intentamos expresar. No por los cuencos de palabras que intentamos hacerle llegar, medio vacíos ya de tanto desbordar, sino por el recuerdo de su propia experiencia vivida.

Mercenarios sin bravura

“[…] ¡Ah, los malditos chuchos!... ¡Mercenarios famélicos del enemigo!, ¡viles soplones de nuestro rastro y nuestra presencia!... ¡Cuánto os odio, traidores a las especies animales que no quisieron verse esclavizadas por el hombre!...

¿Es que no sentís la llamada de la libertad y del campo abierto?

Cuando en la suelta os desatan la collera infamante y os dejan francas las anchuras de la sierra infinita para correr, ¿no envidiáis a vuestro hermano el lobo que, aunque padezca hambres y miserias, es independiente y a su albedrío danza por cumbres y por valles?

No comprendo cómo, al final de vuestra tarea delatora, regresáis mansos a la llamada ronca de la caracola que os convoca de nuevo para encadenaros… Pero, sí. Sí lo entiendo. Volvéis porque os aguarda el jornal miserable; la corraliza infecta de la casa de labor donde pagan con macizos panes el esfuerzo empleado. Bien os va… ¡Enhorabuena!

¡Enhorabuena!, pero no os envidio. Ignoráis la suprema belleza de los amaneceres limpios y las tardes serenas. El regalo de la independencia absoluta, sin amos ni servidumbres. La alegría sencilla del vivir para uno mismo con los instintos desplegados al viento de la libertad…

Y lo mismo os digo, sarnosos mulos, escurridos jamelgos, grotescos borricos que prestáis vuestro músculo imbécil a la malicia del tirano. ¿Os compensa la mísera ración de mala paja el sabor del zurriagazo picante con que os acarician; de las mataduras con que sangra vuestro pellejo bajo el roce de correas y sogas de los cueros y las cinchas de vuestro atavío de siervos?

Sufrid sin queja, aduladores mansos. Los golpes que llueven sobre vuestros polvorientos lomos, merecido premio son a la conformidad otorgada al egoísmo de los hombres, y bien hacen ellos en medir con flexibles varas de fresno la hondura de vuestra sumisión.

¡Que os vapuleen!, no os compadecemos, mercenarios sin bravura y sin ira. […]”


(Fragmento del libro "Solitario" de Jaime de Foxa, puesto en boca de un jabalí salvaje)