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Dos anécdotas y una visión del mundo

ANÉCDOTA 1:
Hace unos años instalamos un ascensor en la casa del pueblo. Es un pequeño portal de tan sólo cuatro vecinos. Ahora nos han ofrecido la posibilidad de instalar un sistema que apaga la luz del ascensor cuando este no está siendo usado, lo que en esta comunidad supone 23 horas al día como mínimo.
Parecía buena idea, así es que hicimos cálculos: ¿Cuánto cuesta? ¿Cuánto nos ahorraríamos de luz al mes? ¿Cuánto tiempo haría falta para amortizar el gasto de instalación?
La conclusión fue que tardaríamos veinte o treinta años, así es que… no compensa. Y el dispositivo no se ha puesto.

¿Por qué dejamos que la luz de un ascensor permanezca encendida a todas horas y decimos que no compensa apagarla? ¿A quién no le compensa? A mi bolsillo, desde luego no, pero ¿es eso lo único que importa?

ANÉCDOTA 2:
El otro día salía del supermercado con un solo producto. Le digo a la cajera “No quiero bolsa, gracias” y ella me mira sonriendo mientras mete mi producto en una bolsa de plástico. Ante mi car de estupor, sonríe más y me dice: “Es gratis!”

Y yo me quedo pensando: ¿Por qué tengo que usar un producto que no es necesario en absoluto? ¿Tan sólo porque no me cuesta nada? ¿Acaso no le cuesta a medio ambiente?


UNA VISIÓN DEL MUNDO:
Todo lo medimos respecto al dinero: Si es gratis, lo hacemos. Si es barato, podemos hacerlo. Si es caro, no podemos, aunque no por ello dejamos de quererlo.

No vemos que hay otros baremos aparte del precio. No nos paramos a pensar en el verdadero valor de algo, y mucho menos en sus repercusiones.




Falta amor internacional

Hoy en día falta amor en las relaciones humanas por todo el mundo, pero hay una especial falta de amor que nos parece normal: la existente entre países.

Al tratar con otras personas vemos claramente que no debemos robarles, amenazarles, atacarles, ni apropiarnos de lo que es de otros. Todos estamos de acuerdo en que nuestro comportamiento no sería el adecuado si nos comportásemos de este modo.

Sin embargo, las relaciones entre países son así permanentemente: se atacan, se conquistan, se apropian de territorios y recursos, compiten ferozmente entre sí, se amenazan con armadas cada vez mayores… y nos parece que esto es lo normal, que es justo y natural.

¿En qué punto del camino perdimos la perspectiva?
Entiendo que este tipo de relaciones nos pillan más lejos y es más fácil no identificarse con ellas, pero creo que deberíamos aprender a verlas como lo que son: relaciones entre personas. Entre grupos enormes de personas, sí, pero personas al fin y al cabo.

Solo cuando las veamos así, seremos capaces de establecer relaciones internacionales basadas en el amor en lugar de basarnos en el miedo y el egoísmo.



Virus informático

La informática es una extensión de nuestro propio cuerpo, usamos el ordenador más que muchas partes de nosotros mismos.

Lo usamos más que las piernas: todos los habitantes de las ciudades que vemos a través de una pantalla más lugares de los que realmente visitamos.
Lo usamos más que la memoria: la gran mayoría de la sociedad, que consultamos la agenda, el bloc de notas, el calendario… y preguntamos a la señorita Wikipedia cuando no sabemos algo.
Lo usamos incluso más que la imaginación y en lugar de crear, buscamos cosas que otros crearon ya antes.

Por eso, cuando un virus afecta a nuestro ordenador y lo deja en cama, también nos afecta a nosotros, nos deja mancos, cojos… tontos.
Bien podríamos quedarnos en cama hasta que sane el ordenador.



Filtros

Los seres humanos tenemos una parte consciente y una inconsciente.


Nuestra parte consciente está compuesta por todas las experiencias que nuestro entorno nos permite conocer. Esto suele reducirse normalmente a aquellas experiencias que el lenguaje, la lógica, las prohibiciones y condicionamientos de la sociedad, o incluso nuestra propia visión del mundo, nos dejan ver.

Pero existen muchas otras experiencias que descartamos sin darnos cuenta por considerarlas ilógicas, imposibles o descabelladas. Y no nos paramos siquiera a pensar en ellas, a observar si realmente son imposibles o es nuestra visión del mundo, nuestra parte consciente, la que las clasifica como tal.



Nuestro inconsciente en cambio no entiende de normas o tabúes, se salta los filtros que nuestro consciente impone a la realidad, y la experimenta tal como es. Así, inconscientemente, sentimos y nos damos cuenta de muchas cosas que, aún sin saber explicarlas, sabemos que son así. Porque nuestro inconsciente nos permite estar en contacto con el mundo tal como es, sin filtros de por medio.



Arte y Ciencia

El arte sin ciencia, no es arte.
La ciencia sin arte, no es ciencia.
 
Mediante su creación, el artista expresa una realidad que vive en él. Su hacer, permite que las ideas y sentimientos tomen forma y puedan transmitirse a quien observa su obra.
Un objeto realizado sin intención, sin idea subyacente, no es arte.
 
El científico observa el mundo y capta las leyes que lo rigen. Mediante el pensar, ordena y comprende el mundo sacando a la luz las ideas subyacentes a cada fenómeno, de manera que todos podamos entenderlas.
Si sustituimos a un científico por una máquina, la mera recopilación de datos que obtenemos, no es ciencia. Sin el pensar humano, sin alguien que capte y de forma a las leyes, no existiría la ciencia.


Compromiso

Cuando te comprometes con alguien unes tu destino al suyo. Puedes aparentar que es un acto sin importancia, puedes incluso convencerte de ello y actuar como si tal. Pero aunque tú lo niegues, tu vida cambia.

Hoy he aceptado un nuevo alumno. No es un alumno normal, al que le das un par de horas y te olvidas de él el resto de la semana, este quiere dos horas al día, cinco días a la semana, durante todo el verano. Quiere sacar selectividad, quiere estudiar, quiere vencer su miedo a los números... y yo quiero ayudarle a ello.
Este verano voy a estudiar se nuevo selectividad para explicársela bien. Este verano voy a pensar en él cada día preparando la siguiente lección. Este verano voy a ayudarle a cumplir su sueño, aunque él mismo no tenga muy claro cuál es, mientras yo avanzo en el mío de ser profesora.

Las interacciones humanas pueden ser de muchos tipos, pueden dejar más o menos huella. Pero quien no se de cuenta de que un compromiso así, aunque sólo sea por un tiempo, liga los destinos de dos personas... es que está ciego.

Propiocepción

Por primera vez en mi vida llevo las uñas pintadas. Me las había pintado dos veces antes, pero me sentía tan rara que en ambas ocasiones me quité el esmalte a los diez minutos.
 
Esta vez sin embargo, lo he dejado. Y después de unos días con ellas pintadas, me he dado cuenta de que desde que tengo estas chispitas de color en mis dedos, me he vuelo mucho más consciente de todos y cada uno de los movimientos que realizo con mis manos. El tener algo extraño hace que centre mi atención en ellas y los gestos o pequeñas acciones que antes pasaban desapercibidos, los realizo ahora de forma plenamente consciente.
 
 
Me hace pensar esto en las vendas de colorines que usan muchos deportistas. Estos Kinesiotapes no sujetan ni comprimen como un vendaje normal, sino que simplemente se pegan sin ejercer apenas presión sobre la zona dañada, como si de una pegatina se tratase. Y el simple hecho de tener algo extraño ahí hace que nuestro cuerpo preste atención a esa zona. No solo a nivel consciente, dándome cuenta de que tengo algo y poniendo cuidado en mis movimientos, sino también a nivel subconsciente, de forma que el cuerpo reacciona y hace por ejemplo, que aumente el riego sanguíneo en la zona afectada.
 
Increíble lo que se puede lograr mediante la sola percepción de uno mismo. En este mundo de distracciones, creo que valoramos muy poco una capacidad tan impresionante como la atención.

Me parece que me pintaré las uñas más a menudo.... no parece difícil superar mi media actual de una vez cada treinta años!

Las ideas que dan forma

Si diseño un objeto con una idea, esta formará parte del objeto, de su esencia y finalidad. No estaba inicialmente en el objeto el tener las partes que tiene, o un tamaño dado, pero al unirlo yo a la idea, le doy forma y lo diseño según esta, de manera que la idea pasa a ser parte esencial del objeto y sin ella, este sería otra cosa.



Así también la idea de una flor o un animal forman parte de los mismos, y estos no crecerían ni se desarrollarían como lo hacen si esa idea no estuviese unida a su propia esencia.

Solo el hombre es capaz de observar la idea que forma parte de algo, incluido su propio ser, y cambiarla, decidir darle una finalidad y crear una nueva idea que lo guiará y se unirá a él en lo más profundo, haciendo de sí mismo una persona diferente.



¿Y tú qué harías si el dinero no importase?






Es estúpido pasarse la vida tratando de lograr dinero para vivir. Detente cinco minutos, diez, una hora o un año si hace falta y dedícalo a pensar: ¿qué es lo que realmente quiero? ¿qué haría si el dinero no importase?
Y cuando lo sepas… hazlo. Si realmente es lo que deseas, tu anhelo te llevará a hacerlo con pasión, y serás grande en eso, sea lo que sea. Y entonces, podrás vivir de ello.
No dejes que te paralice el miedo, los consejos prudentes de quienes no comparten tu pasión… escúchalos, tenlos en cuenta, pero no permitas que te desvíen de tu camino. Porque es preferible vivir una vida corta dedicado a lo que te gusta, que una larga vida sin llegar jamás a intentarlo.

La presunción de la ciencia

¿Cómo se adquiere el verdadero conocimiento?
Podemos  distinguir tres clases  de conocimiento diferentes:

La opinión es algo que cualquiera puede sostener sin que necesariamente piense que es cierto. Yo puedo opinar que mañana va a llover, pero no me sorprenderé si hace sol, porque no tengo la certeza de que vaya a ocurrir lo que he dicho.
 
Solamente cuando vemos una opinión como verdadera, es decir cuando pensamos que se ajusta a la realidad, que nos desvela algo tal como es, esta opinión pasa a ser una creencia. Las creencias son mucho más fuertes que las opiniones, son ideas por las que la gente lucha e incluso llega a dar su vida gustoso, sabiendo que muere defendiendo la verdad.
 
Para que una idea pase de considerarse una creencia a ser un conocimiento,  además de ser verdad, debe estar justificada, es decir, debe poder explicarse de forma que cualquiera pueda entenderla, debe poder ser experimentada por cualquier persona que lo desee.
 
Son muchos los que consideran que el verdadero conocimiento, tal y como lo acabamos de describir, es exclusividad de la ciencia, que el método científico es la única vía posible para llegar a él.
 
 
 
Como física, muchas veces me he encontrado con gente que me pide que le explique la paradoja del gato de Schrödinger, o la dualidad onda-corpúsculo… ¡o incluso en qué consiste “eso de la teoría de la relatividad”!
 
Si la persona que pregunta no es muy quisquillosa, se le puede dar una explicación un tanto vaga y queda satisfecha su curiosidad, pero si nos topamos con alguien de gran curiosidad, aunque sin base científica… inevitablemente llegará un punto en el que tendremos que decirle que eso se lo tiene que “creer” porque ahondar más supondría meterse en camisa de once varas.
 
Ocurre lo mismo en la sociedad en general, en cada materia son unos pocos los científicos que realmente entienden las grandes teorías y contribuyen a su desarrollo, sin embargo el grueso de la sociedad cree que es cierto lo que esos científicos dicen. ¿Por qué ocurre esto?
 
Sin la formación adecuada, un lego en cualquier materia no puede pasar de la creencia al verdadero conocimiento, sin embargo sabemos que hay un camino que todos nosotros podríamos recorrer si lo deseásemos y que nos permitiría comprender y experimentar los hechos necesarios para justificar nuestras creencias. Todos podríamos estudiar Física, Química o Biología si quisiésemos, pero no lo hacemos, nos basta con saber que el camino está ahí, a nuestro alcance y que hay ciertas personas que lo han recorrido. Nosotros simplemente creemos en lo que esas personas, esos científicos expertos, dicen que han experimentado o comprendido.
 
Me parece razonable y completamente normal que esto ocurra así, sería inviable una sociedad en la que todos los individuos se hiciesen expertos en todas y cada una de las materias.  Pero quiero resaltar el paralelismo existente entre esta estructura, que consideramos lógica y normal y que sin embargo no socava la credibilidad del conocimiento científico, y la estructura de las religiones.
 
 
En todas las grandes religiones nos encontramos con una rama de la misma que pretende llegar a las bases de esa religión. A los seguidores de estas ramas se les suele llamar místicos y se caracterizan porque son personas que dicen haber tenido experiencia directa de Dios. Si despojamos las diferentes religiones de las “vestiduras” o historias con las que cada una de ellas intenta explicar al pueblo la Verdad, nos encontraremos con que esas verdades subyacentes en cada una de ellas, son muy parecidas entre si.
 
Tanto los místicos cristianos, como los sufís del Islam,  y los seguidores del misticismo hindú o del budismo Mahayanico… explican su experiencia de Dios de forma muy parecida y, lo que es más importante para esta discusión: describen el camino a seguir para llegar a tener esa experiencia.
 
Todo el que quiera podrá por tanto seguir ese camino espiritual y llegar a experimentar lo que los místicos explican.
 
Estaremos de acuerdo ahora en que, al igual que no podemos tener una sociedad de científicos expertos, tampoco podríamos tener una sociedad formada enteramente por místicos. Una gran parte de la sociedad, deberá por tanto “creer” en lo que esos místicos han experimentado, sabiendo que si lo desean, existe un camino que pueden seguir para llegar ellos mismos a tal experiencia. Y así es efectivamente como ocurre en todas las religiones, igual que como habíamos visto, en el caso de la ciencia.
 
 
En vista de esto, no puedo evitar preguntarme: ¿Cuál es la diferencia  a nivel de conocimiento entre ciencia y religión? ¿Con qué derecho los científicos desestimamos cualquier conocimiento que no sea científico?
 
Creo que somos muy presuntuosos al aventurar que el verdadero conocimiento es exclusividad de la ciencia y del método científico. Existen diferentes tipos de conocimiento, cada uno con su respectivo método o forma de justificarse a si mismo. No creo que podamos desterrar sin más otros tipos de conocimiento como inferiores, solamente por el hecho de haber seguido nosotros el camino de la ciencia. Deberíamos seguir primero el camino espiritual y llegar a esa experiencia, a ese conocimiento, antes de poder opinar sobre él, mientras no lo hagamos, nuestras ideas no serán más que opiniones o, a lo sumo creencias, tanto para bien como para mal.
 
Tal vez no queramos nosotros seguir ese camino, al igual que no todo el mundo estudia hasta hacerse experto en una ciencia. Pero en ese caso deberíamos tener la mente más abierta y no descartar sin más un conocimiento como falso o injustificado tan solo porque no pertenezca a nuestra rama del saber.

Hoy eres un año más sabio

Hoy eres un año más sabio que hace un año. Has florecido una primavera más, has madurado un nuevo verano, has dejado ir otro otoño, has superado un invierno. Trescientos sesenta y cinco veces has visto el sol recorrer su ciclo diario. Has amado, has sufrido, has buscado… has vivido.
 
Hoy eres un año más sabio que hace un año. Plantéate de nuevo la vida y no dejes que te aten o abrumen las decisiones que tomaste cuando eras menos sabio. Ahora sabes más, ahora puedes más, ahora llegarás más lejos.
 
Y no temas equivocarte, porque… hoy eres un año más sabio que hace un año, pero menos de lo que serás dentro de un año.
 

Aprender a nadar

Vivimos sumergidos en un río. Mientras avanzamos, no nos damos cuenta de que es la corriente la que nos empuja: nos lleva a través de nuestra vida, o nos deja varados.  Esto no quiere decir que vayamos a la deriva, nos movemos sin duda en una dirección, pero no somos nosotros los que decidimos esa dirección. Vivimos felices pensando que sí que es así, pero en realidad son las circunstancias exteriores las que deciden nuestro rumbo.
 
Para decidir nosotros nuestro propio rumbo, debemos primero darnos cuenta de que hasta ahora no lo hemos hecho. Una vez aceptamos esto, podemos empezar a aprender a nadar, pero surge entonces una pregunta esencial: ¿hacia dónde?
 
 
 
Probablemente hasta ahora la dirección en la que hemos ido haya coincidido más o menos con la corriente, con lo que se espera de nosotros, con lo que se supone que debemos querer, con la dirección en la que nos lleva el río en el que cada uno está sumergido. Pero ¿es ese realmente el rumbo que queremos tomar?
 
Para saberlo tenemos primero que olvidarnos del río, tenemos que parar en una roca, dejar que la luz del sol nos seque y escuchar el fluir del agua olvidándonos de su dirección. Tenemos que ver qué es lo que queremos, hacia dónde queremos ir, sin importar hacia dónde íbamos hasta ahora.
 
Si no lo vemos claro, podemos seguir parados un rato más, o zambullirnos y parar en otra roca más adelante.  No pasa nada por dejarnos llevar un tiempo, es mejor eso que quedarnos paralizados por la indecisión y el miedo a errar el rumbo, pero siempre siendo conscientes de ello, siempre sabiendo que ese no es nuestro rumbo definitivo y que en algún momento tendremos que volver a pararnos y buscarlo.
 
Podemos repetir este proceso varias veces y probar diferentes corrientes, lo importante es que cuando realmente encontremos nuestro rumbo, nos zambullamos y nademos con fuerza en esa dirección.
 
 
 
Puede que nos resulte difícil al principio, incluso que nos de miedo, pero según vayamos nadando, nuestros músculos se irán fortaleciendo. Iremos además creando nuestra propia corriente en esa dirección, que aunque al principio sea imperceptible, si seguimos nadando ira creciendo y terminará por ayudarnos.
 
No debemos tener miedo, todos nacemos preparados para nadar, solamente tenemos que aprender a hacerlo.

El olor de la memoria

A lo largo de su discurrir en el tiempo, nuestra energía, nuestro ser, se va impregnando del olor y el color de todo aquello que le acontece. La memoria los arrastra consigo como un tinte que se interpone al mirar el mundo y hace que nuestra visión del mismo sea sesgada.

Si queremos observar la totalidad de la existencia en si desnuda integridad, debemos olvidarnos de lo que sabemos, debemos liberarnos de los olores y colores que nos impregnan, dejar caer los velos y, una vez limpios de recuerdos, abrirnos a lo observado.

Libros en el metro

Hay gente que en metro levanta la nariz y se asoma disimulando al borde del libro que lee el vecino.

Allí olisquean abismos insondables, esperando en dos frases descifrar en qué mundo se encuentra sumergido el ensimismado dueño del libro.

En ocasiones, descubren una frase que les suena, un personaje a quien en su día acompañaron en sus andanzas... con suerte incluso un pasaje que les conmovió. Y entonces, sonríen, y mirando al lector piensan: "Sé lo que estás viviendo, yo también estuve ahí." Y siguen su vida un poquito más felices.


Otro paso

Desde que tengo uso de razón he intentado ir mejorando y evolucionando como persona. Hasta ahora eso siempre había supuesto conocerme, ser más consciente de mis pensamientos, deseos y sentimientos, y aprender a controlarlos, a sujetarlos y dirigirlos hacia donde mi mente racional considerase más oportuno.
 Tras años de práctica creo que eso se me da bastante bien hoy en día. Podría haber seguido siempre en ello, quedándome en ese primer paso, pero tú me has enseñado el siguiente paso, me has enseñado que debo dejar de controlar, atar y dirigir, y aprender en cambio a integrar mis pensamientos, a soltar mis deseos, a aceptar mis sentimientos, y avanzar así siendo una persona completa.

Y ahora… tengo ganas de seguir caminando.


Cuenco vacío

Nuestro objetivo en la vida, más allá de los pequeños objetivos que podamos marcarnos individualmente, debe ser vivir plenamente. Para lograr esto, antes que nada, tenemos que ser capaces de escucharnos a nosotros mismos, de saber lo que queremos, lo que sentimos, lo que somos.

Una vez hecho esto, debemos vaciarnos de nosotros mismos, librarnos de deseos, apegos e ideas preconcebidas. Solo cuando seamos capaces de soltar todo lo que tenemos, incluidas nuestras expectativas, y esperanzas, cuando miremos el mundo de nuevas, sin dar nada por sentado, cuando seamos como un cuenco vacío porque hemos sido capaces de conocer y observar cada resquicio del cuenco y vaciarlo por completo. Solo entonces podremos empezar a dejar que ese cuenco se llene, podremos aceptar la vida tal como vaya viniendo, disfrutar cada momento por lo que es y permitir que nuestras vivencias nos vayan enseñando y haciéndonos mejores. Solo entonces estaremos viviendo plenamente nuestras vidas.


Enraizarse y soñar

Las hojas de un árbol se mecen al viento. Sintiendo su caricia se vuelven hacia donde este sopla, giran y revolotean con un susurro quedo, se inclinan las ramas cuando viene fuerte, se dejan llevar y disfrutan de los aromas lejanos que el aire arrastra.

No se asusta el árbol de la lluvia ni de las tormentas, y si una tempestad arranca algunas flores, hojas o frutos… bien, será que llegó ya el tiempo de esparcir su semilla a los cuatro vientos.

Las raíces del árbol en cambio, permanecen siempre bien fijadas tierra. Se hunden lentamente en la realidad y de ella se nutren. El árbol alimenta y deja volar sus sueños teniendo siempre una base firme que le indica dónde está. Así debemos los hombres también encontrar nuestro lugar en este mundo, nuestra base, esa raíz que no alimente, sobre la que podamos alzarnos y soñar.


El sentido de la vida humana

Qué es lo que nos impulsa, qué es lo que nos hace ser nosotros mismos.

Tanto los animales como las plantas están unidos a la naturaleza, forman parte de ella y su objetivo en el mundo, en la vida, no es otro que el de existir y desarrollar todo su potencial. Un león es feliz siendo un león, cazando, teniendo su manada, haciendo aquello para lo que la naturaleza le dotó. Un cerezo luce lozano y precioso cuando desarrolla sus flores y frutos, frescos y jugosos, cuando hace aquello que está preparado para hacer.
 
Y el ser humano… ¿cuál es su objetivo en este mundo? Los humanos, al ser conscientes de nuestra propia existencia, de nuestra individualidad como seres únicos, estamos separados de la naturaleza, del resto de animales y seres vivos. Nos sentimos aislados y muchas veces perdidos, no sabemos qué hacer, hacia dónde ir, no encontramos el sentido de nuestra vida. Sin embargo, yo creo que a este respecto no somos muy diferentes del resto de seres: nuestro objetivo no es otro que el de desarrollarnos plenamente y ser así el mejor ser humano que podamos ser.
 

El problema o complicación viene a la hora de descubrir cuales son esas potencialidades latentes en nosotros y que debemos desarrollar. En el caso de una planta o animal, el instinto o incluso en ADN les dice cómo desarrollar sus habilidades innatas, pero las potencialidades con las que nacemos los humanos son mucho más diversas.
 
El mismo cerebro que nos permite darnos cuenta de nuestra existencia, que nos separa de la naturaleza, nos da también una capacidad infinita que debemos aprender a desarrollar. Y creo que es ahí donde está la clave, ese es precisamente nuestro objetivo: ser conscientes, darnos cuenta, observar y conocer el mundo y a nosotros mismos, ser plenamente conscientes de nuestra individualidad que nos separa del resto de la naturaleza, descubrir las habilidades (diferentes para cada persona) que nos hacen sentir bien, desarrollarlas y aprender a aceptar y a amarnos a nosotros mismos y al resto de seres, humanos y no, hasta volver a sentirnos parte del mundo, no ya de forma inconsciente e innata, sino conociendo, siendo conscientes del mundo y sobre todo, amándolo e intentando mejorarlo a nuestro paso.

La cuarta dimensión

El tiempo no es más que otra dimensión, solo que nuestra forma de percibirlo es lineal. Sentimos que avanza inexorablemente, sin pausa, pero ¿es así realmente o es nuestro cerebro el que no es capaz de asimilarlo de otra forma?
 
Aunque parezca extraño, hoy en día sabemos que el tiempo se contrae a grandes velocidades, que se dilata el la cercanía de grandes masas. ¿Qué le impide curvarse sobre sí mismo hasta cerrarse en un ciclo? ¿qué le impide detenerse?

La literatura es mi droga

Hay quien necesita ingerir sustancias que le hagan liberar su mente. Algunos las usan para soltar el estrés y relajar el ritmo de sus ajetreadas vidas, para dejarse llevar, perdiendo por un rato el control. Para otros es una diversión, una forma de aguantar más, de sentirse más ocurrentes, de perder la vergüenza, de ser quienes quieren ser.

A mí nunca me ha atraído la idea de alienarme y perder el control para sentir todo eso, porque el arte ya me lo da sin necesidad de dejar de ser yo misma. Cuando escribo, mi mente vuela a mil mundos lejanos y mi alma se expande hasta llegar al último rincón del universo. Cuando actúo subida a un escenario, siento vibrar al público en mi propio ser. Cuando leo, soy todos los héroes, las damas y los villanos que jamás existieron…. Cuando creo, soy todas mis creaciones. La literatura es mi droga, no necesito falsas emociones.