Aprendiendo
a escuchar el futuro,
a
mirar más allá de este muro
atisbando
lo aún no nacido
desnudo,
ante
el viento que insufla la vida
me
alzo y dudo,
estoy
perdida
cual
la planta que crece, florida,
sin
corteza que le haga de escudo
voy
captando el eterno susurro
que
me habla del mundo que viene,
del
mañana que no se detiene.
Esperanza
de
lo venidero
es
mi suelo.
Pasión
por lo posible
que
agranda el alma.
Abierto
a lo invisible,
lo
no nacido
me
habla.
Y
no espero
el
resultado bueno
que
siempre he querido.
Espero,
porque
tiene sentido
que
lo haga,
sea
cual sea
el
mañana.
De
cardo y grano
graneros
del pasado
ha
llenado.
Campo
lejano,
aún
no se ha acabado
lo
cosechado.
Mas
tiene ya
tesoro
que jamás
será
olvidado.
Lo
que vendrá
es
aún oscuridad
del
otro lado.
Habiendo
sido,
el
pensar detenido
contra
el olvido.
Lo
sucedido
siempre
vuelve y perdura,
cual
fiel amigo.
Lo
no vivido
queda
en penumbra oscura,
desconocido.
Si
todo hoy
es
suma del pasado,
dime,
¿quién soy?
¿Se
habrá olvidado
el
mundo en el que estoy
de
ser amado?
Seré
sincero:
solo
en el amor vive
lo
venidero.
Bajo
las luces
que
iluminan la noche,
no
se conocen.
Hablan
sus voces,
mas
no dicen nada
con
su mirada.
Sobre
las luces
que
iluminan la noche,
una
estrella.
Nunca
se apagan
los
destellos que ocultan
su
luz tan clara.
¡Cárcel
urbana!
dime
cómo se rompe
tu
oscura reja,
pues
no me deja,
con
su brillo metálico,
ver
la mañana.
Mediodía,
bajo
un cielo repleto de pájaros
hoy
dormita
el
recuerdo de un niño que juega
tras
la ermita
la
piedra fresca renueva
la
alegría
del
anciano que ya nunca vuela.
Días
de
cálido sol sobre el suelo.
Vidas
que
pasan cual aves al vuelo.
Andan
las horas perdidas
tras
los fragmentos de un día
que
fue calando gota a gota
hasta
quedar en sequía.
Y
cuando el tiempo se agota,
me
sorprendo y no se nota
que
esperaba luz y alegría
en
lugar de tanta derrota.
