Crear

Crear, parir, inventar,
dar la vida a un nuevo ente
hasta ahora inexistente,
sentir mil y un ideas,
cada una diferente,
brotar rasgando tu mente
y moldear,
darles la forma que quieras,
sin ser apenas consciente
del subproceso latente.
Eso es crear:
es elevar
tu potencial
a su máximo exponente,
es llegar
más allá de lo corriente,
es superar
el olvido de la muerte.



Las cosas nos dominan

Hace años la sociedad se preguntaba si los hombres eran dueños de sí mismos o si por el contrario, eran dominados por el mal, representado por el demonio. Se preguntaban si nuestros actos estaban impulsados por el egoísmo, la codicia u otras bajas pasiones, y se buscaba la manera de superar esos impulsos, de no dejar que nuestra vida esté dominada por ellos, para así lograr ser un hombre “bueno”, para ser dueño de uno mismo, para ser libre.

Hoy en día en cambio, las fronteras que separan el bien del mal se han difuminado en gran medida, han dejado de ser competencia de una autoridad exterior como la iglesia. Ha pasado a ser cada individuo el que define su propia ética, el que dibuja el mapa de sus valores y decide conforme a qué directrices quiere vivir.

Hemos dejado de preguntarnos si el demonio nos domina, tenemos libertad para actuar como creamos que debemos actuar. Y sin embargo  no hemos llegado a ser hombres libres, porque en lugar de coger nuestras propias riendas y ponernos al mando de nuestra vida, hemos dejado que las cosas ocupen ese lugar. Las posesiones, el dinero, la necesidad de trabajo, la sociedad, las circunstancias que nos rodean… todas esas cosas que nosotros mismos hemos creado, se nos han montado encima y dirigen nuestras vidas.

El hombre moderno está dominado por el mundo que ha creado, y solo si se libra de esta dominación, si aprende a ser él mismo más allá de las posesiones y circunstancias que le rodean, podrá por fin llevar las riendas de su propia vida y ser un hombre libre.


Se puede cortar

Es tanta la energía,
sin freno desatada,
que fluye sin cesar
entre tu alma y la mía
al vernos cara a cara...
Que podría cortar
el aire que respiras
con la punta afilada
de esa intensa mirada
que lanzas a escondidas
si te hago recordar
las noches compartidas,
de sábanas mojadas,
de besos de mañana,
y todos esos días
que sueñas con mi almohada.


De qué te arrepientes

Si preguntas a un grupo de personas de qué cosas se arrepienten en su vida y les pides que piensen a corto plazo, en las últimas semanas o meses, la mayoría de ellos te hablarán de cosas que HAN HECHO.

Sin embargo, si repites la misma pregunta pidiéndoles ahora que piensen a largo plazo, que digan sinceramente de qué cosas se arrepienten en su vida, en los últimos cinco, diez o cincuenta años... las repuestas cambian. Encontrarás que a largo plazo las personas se arrepienten de las cosas que NO HICIERON.

Observando esto hay una conclusión obvia.
Por mucho que nos cueste tomar decisiones, hacer cosas nuevas, cambiar actitudes y costumbres... por mucha pereza que nos de movernos, aprender y desarrollar aptitudes desconocidas, por mucho miedo que nos de lo desconocido que viene delante…

Si dentro de nosotros nace una ilusión, un interés por algo, una curiosidad… debemos luchar contra las telarañas que nos amarran a la rutina, nos adormecen y nos detienen, debemos esforzarnos por experimentar eso que nos llama, por vivir esas experiencias que despiertan algo en nuestro interior, que nos impulsan a avanzar y nos hacen evolucionar. Debemos forjar nuestro propio camino llenándolo de experiencias significativas.

Debemos vivir nuestra vida, porque tan solo tenemos una, y por mucho que nos cueste hacer aquello que queremos, cuando al final de nuestro camino miremos hacia atrás, no nos arrepentiremos de aquellas pequeñas cosas que hicimos, de aquellas pequeñas o grandes equivocaciones que cometimos…. sino que serán las cosas que nunca hicimos las que nos pesen en el alma.




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a pantalla completa... y disfrutad de la poesía de un maestro.

Rana

Tengo una rana
que salta en mi pecho,
rebota en mi cama,
y me eleva hasta el techo.

Salta tan fuerte
por todo el camino
que hace que despierte
mi lado dormido.

Dibuja sonrisas
que no me esperaba
al recordar sus caricias
por la mañana.

Y es que en mi pecho
la tengo encerrada,
por ver si la beso
y me vuelvo yo rana.

Pues quiero saltar
con esa alegría
y nunca dejar
de vivir la vida.



Realizando utopías

Tú que imaginas mil utopías
en el transcurso del día,
mundos mejores donde habitar
para toda la humanidad.

Tú que observas más allá
de lo que mira la mayoría
buscando algo diferenciador
que nos haga ser mejor:
mínimo común denominador
de la inconsciente rutina.

Inventa un remanso de alegría
repleto de caricias robadas,
donde escapar cada día
al acabar la jornada.

Que yo te ayudo a poblarlo
con sueños de un verano tan largo
que el frío invierno jamás
llegará a tocarlo.
Porque la vida al ser compartida,
es más divertida.

Porque somos almas parecidas,
y uniendo nuestra creatividad,
cualquier extraña utopía...
podemos hacerla realidad.



Para cuando te marchas

Para cuando te marchas
tienes las llaves que abren mis puertas,
y por si un día no las encuentras,
dejo abierta mi ventana
para que puedas
despertarme de mañana.

Para cuando te quedas
tengo un invierno de estrellas
y una inquieta primavera
plagada de emociones,
de lunas llenas
que se ocultan en canciones.

Para cuando vuelvas,
tengo un verano de soles
que calientan corazones
y un yermo otoño que espera,
listas sus flores,
a brotar cuando tú las quieras.

Para cuando te despides
tengo recuerdos que impiden
que jamás te olvide,
y un botecito de cristal
donde guardo las palabras
que nunca me atrevo a gritar.


Si te asomas a mi ventana

Si te asomas a mi ventana
una noche de invierno frío,
busca dentro de mi cama
y dime si estoy dormido.

Que cuando el día se acaba,
mis sueños sin límites vivo
en el país de las hadas,
y te quiero llevar conmigo.

Tal vez si comparto
mis locas fantasías,
y las grito bien alto,
dejen de serlo tanto
y entonces un día,
derepente cobren vida
por algún encanto
y salgan de mi cuarto.

Si te asomas a mi ventana
cual niño perdido volando,
una noche de invierno fría,
ve con cuidado, ten en cuenta
que yo dejo abierta la puerta
del país de la fantasía
para que vayan escapando
mis sueños locos
poco a poco
si les da la gana
y salgan por la ventana.


Y tú quién eres

En la caja de Lego había cinco muñecos Lego, todos iguales, con su cara amarilla, sus manos en forma de “u”, su sonrisa dibujada y ese saliente amarillo en la coronilla. A ellos mismos les costaba distinguirse de sus otros cuatro compañeros, pero nunca les había importado demasiado. Todos tenían pantalones azules y camiseta blanca de manga larga, lo compartían todo, y los niños jugaban indistintamente con uno u otro.
 
Pero un día llegó al cuarto de juguetes un muñeco Lego extraño. Su cara tenía unas gafas dibujadas y en lugar del saliente amarillo, llevaba un casco rojo de moto. Su ropa también era diferente: ¡iba todo vestido de rojo!
 
Los demás muñecos Lego se quedaron mirando al nuevo con envidia.
- “Él sabe quién es porque es diferente.” se decían unos a otros.
- “Pero nosotros… ¡nosotros somos todos iguales! ¿Cómo podemos saber quién es cada uno?”
A uno de ellos le había tocado ese día hacer de socorrista y llevaba todavía puesto un salvavidas amarillo, así es que dijo muy contento:
- “Yo soy el que lleva el salvavidas amarillo” y se quedó tan tranquilo.
 
Pero los demás estaban preocupados. Discutieron un buen rato y finalmente llegaron a la conclusión de que cada uno tenía que tener algo que fuese suyo y solamente suyo, para así poder distinguirse de los demás y saber quién era cada uno. Así es que cuando les metieron de nuevo en la caja, cada uno de ellos fue a buscar algo que le hiciese especial.
 


Esa noche el muñeco de rojo se acercó a saludarles, quería conocer a sus nuevos compañeros así es que fue a presentarse.
- “Hola, soy nuevo aquí. Mi anterior dueño me perdió en el parque, y ahora me han encontrado y me han traído con vosotros… ¿quiénes sois?”

Los cinco muñecos se miraron entre sí y pensaron “Menos mal que ahora sabemos quiénes somos. Podemos responder perfectamente a su pregunta”. El del salvavidas amarillo, muy ufano, se adelantó y le dijo:
- “Hola, yo soy el del salvavidas amarillo.”
Otro muñeco, que había encontrado un gorro de cocinero se apresuró a saludar también al nuevo:
- “Yo tengo un gorro de cocinero” dijo, y se lo mostró orgulloso.
- “¡Y yo tengo un pelo largo y con coleta!” dijo el tercero.
El cuarto, con las prisas, solo había encontrado una copa de plástico, así que un poco avergonzado se la enseñó.
- “Yo solo tengo una copa.”
Todos miraron al quinto que sonriendo se subió al coche que había aparcado detrás y les dijo
- “¡Pues yo tengo un coche enorme!”
Los otros cuatro se sintieron un poco dolidos, sobretodo el de la copa. Se suponía que el coche era de todos y lo usaban para ir a todos lados, ¡no valía apropiárselo así! Pero no querían que el nuevo se diese cuenta de que acababan de descubrir quienes eran, así que no dijeron nada.

El muñeco nuevo se quedó pensativo.
- “Entonces… a ver si me aclaro” les dijo, y se acercó al del salvavidas. “Tú eres socorrista.”
- “No, no soy socorrista, ni siquiera sé nadar, tan solo tengo un salvavidas amarillo”
El nuevo se quedó extrañado, pero siguió adelante.
- “Tu sí que eres cocinero, ¿no?” le dijo al del gorro.
- “Pues… tampoco. No sé cocinar, ¡pero el gorro es muy chulo!”
- “Ah…” dijo el nuevo mientras pensaba que estos muñecos eran un poco raros. Se acercó entonces al del pelo largo con coleta.
- “Vale, contigo seguro que acierto, tu eres chica, porque ese es el pelo que llevan los muñecos Lego chicas.”
- ¿Qué? ¡No, no, no! Yo no soy chica, pero ¿a que queda mejor el pelo largo que el saliente amarillo que tienen los demás?”
- “Esto… sí, sí, es cierto, queda mejor.” Le dijo el nuevo, que cada vez estaba más sorprendido.

El siguiente era el de la copa.
- “¿Tú eres enólogo? ¿o tú también llevas la copa solo porque te gusta beber?”
El otro miró a su copa sin saber muy bien qué responder, se lo pensó un poco y frunciendo el ceño dijo:
- “Pues no. Ni siquiera me gusta beber, pero esta copa es mía, ¡y solo mía! ¿entendido?”
- “Sí, sí, claro, no te preocupes, no te la pienso quitar.” dijo un poco asustado, y se alejó enseguida del de la copa.

Ya solo quedaba el del coche, que estaba montado orgulloso en el asiento del conductor.
-“Bueno, tú pareces de los míos” le dijo el nuevo señalándose el casco de moto. “¿Eres conductor? A que es una pasada ir al volante, sentir el viento, tomar las curvas…”

- “No, no.” Le cortó el del coche viendo que el nuevo se emocionaba.
- “Yo no conduzco, pero tengo un coche enorme y muy potente. ¿A que es precioso?”

El nuevo, sorprendido, abrió mucho los ojos detrás de sus gafas.
- “¿¡Que no conduces!? Pero entonces… ¿por qué quieres el coche?”
- “Porque yo soy el que tiene el coche” le dijo el otro sacando pecho. “Nadie más tiene un coche tan bonito como el mío.”

El nuevo miró lentamente a los cinco y les dijo:
- “Pero… ¿para qué queréis todas esas cosas si luego no las usáis? Sois unos muñecos muy raros.”

Los otros se enfadaron un poco.
- “¿Y tú?” dijo el de la copa, “¿tú quién eres, eh?”
- “¡Eso!” le apoyó el del pelo largo, “dinos, ¿tú quién eres?”

- “Yo soy motorista, me llamo Toni y me encanta conducir entre los bloques de lego.” Se presentó con una sonrisa.

Los otros cinco se miraron entre ellos. Parecía que el nuevo tenía las cosas claras. Entonces el del gorro de cocinero saltó:
- “Sí, claro, eso lo dices porque llevas un casco de moto, pero si no tuvieses casco, ya no serías motorista.”
- “!Ajá!” dijo el de la copa de plástico “¡Te pillamos!” Y todos empezaron a reírse.

- “¡Eso no es verdad!” Se defendió el nuevo. “Yo soy motorista porque es lo que quiero ser. Ahora mismo no tengo moto, se debió de perder en el parque, pero yo sigo siendo motorista.”
Se quitó el casco rojo y enseñándoselo a los otros prosiguió:
-“Y tengo este casco porque para conducir la moto es necesario, pero si lo perdiese… ¡seguiría siendo motorista!”
- “Si queréis os lo dejo” dijo dejando el casco en el suelo a los pies de los otros. Estos retrocedieron un poco.
- “Pero… el casco es tuyo” dijo el del coche, “Por eso eres motorista.”

- “Yo no dejo de ser quién soy por tener o dejar de tener algo. Cuando vuelva a tener moto necesitaré un casco, hasta entonces no me importa. Pero vosotros… vosotros solo queréis tener cosas por tenerlas, ¡aunque no las uséis!”

Los demás se miraron un poco avergonzados sin decir palabra.
- “Bueno, quedaos con vuestras cosas si queréis, a mi me da igual” continuó el motorista. “Pero aún no habéis contestado a mi pregunta…¿Quiénes sois?”

Los cinco muñecos se miraban a los pies, miraban a los otros y volvían a bajar la mirada… Al cabo de un rato, el del salvavidas amarillo se adelantó, se quitó el salvavidas, lo dejó en el suelo junto al casco rojo y entre triste y avergonzado empezó a hablar:
- “Es que… es que en realidad, no lo sabemos.” 

 

Inventando sueños

Soy la roca en la arena
que el mar lame y desgasta,
y con cada marea
sueños arrastra.
Soy el árbol que se alza
al borde de un barranco
mis raíces descalza
de cuajo arranco.
Soy bandera raída
que ondea en alto mástil,
nunca busqué una vida
que resultara fácil.

Tan solo intento
sentir el viento
soplando desde dentro
y disfrutar de muchos
buenos momentos.
Pero los cuentos
que cada día escucho
de tu boca callada,
no hablan de nada.
Por eso invento
magos y hadas
para hacer especial
cada mañana.

Porque al final
nosotros inventamos
el mundo que habitamos,
y tal vez si permito
volar mis ilusiones
más allá de mi piel,
si las plasmo en un papel,
se cumplan mis ficciones
y mejoren un poquito
el mundo y las pasiones
que proyectamos en él.