Pequeña alondra

Oye pequeña alondra
que con el sol despiertas,
no busques compañera
en aves nacidas tuertas.

Pues su medio sentido
les impide ver tu alma
y nunca serán
dignas de tus lágrimas.

Oye pequeño amigo
que vuelas de mañana,
no busques cobijo
en un rayo de plata.

Pues si bien, por la noche
su belleza te mece,
te abandona en el bosque
tan pronto amanece.

Entre la vigilia y el sueño

Suelto mi mente
bajo un cielo
que se desploma
sobre mi cabeza.
El carbón ensucia
esta hoja
y limpia mis ojos
que escurren recuerdos
y dejan despojos.
Brotan de mi cuerpo
gotas de cristal
que brillan
en la noche
más que la luna llena
en el mar,
pues la luz que las mueve
es la misma
que me hace vivir,
la que alumbra mi mano
si me pongo a escribir.
Y entre luces tenues
y estrellados ocasos
despega mi mente
rompiendo en pedazos
todo cuanto ataba
mi cuerpo a mi cama,
porque ahora que existo
entre la vigilia y el sueño
soy un semidiós,
soy mi amo y mi dueño,
y mi mundo,
me queda pequeño.

Con solo un susurro

Una palabra al oído
ha hecho arder mi corazón
en ígneo estallido
y ya no recobro la razón.

Sé que sólo necesito
un aroma conocido
para que mi cuerpo despierte
de su letargo insensible
y cual hojas de un otoño
que murió
se estremezca
y entre estrellas
tiemble.

Pues es suficiente
con una canción
para que vuele mi mente
a otro mundo
a otro tiempo,
a otra dimensión.

Donde la distancia es un suspiro
y surge de tus pulmones
el aire que yo respiro.
Donde el tiempo se detiene ante la noche
dejando que su negro manto
arrulle nuestros cuerpos
y nuestras voces
que, en un susurro furtivo
se escapan del alma
y trepan a los oídos.

Ven música, ven

Ven música, ven
aduéñate
de mis entrañas,
atrápame
con tu vibrar.

Ven música, ven
y hazme volar,
hazme vivir,
hazme girar,
hazme querer.

Ven música, ven
que quiero tocar
la estrella más alta
y sólo tú eres capaz
de elevar mi alma
por encima de mi ser.

Ven música,
ven.

No, gracias

 
Pues bien, ese es mi vicio
me gusta provocar, adoro ese suplicio.
¿Qué quieres que haga, buscarme un protector?
¿un amo tal vez?
¿y como hiedra oscura que sube la pared,
medrando sibilina y con adulación,
cambiar de camisa
para obtener posición?
 
¡No gracias!
 
¿Dedicar si viene al caso
versos a los banqueros,
convertirme en payaso,
adular con vileza los cuernos de un cabestro
por temor a que me lance un gesto siniestro?
 
¡No gracias!
 
¿Desayunar cada día un sapo,
tener el vientre panzón,
un papo que me llegue a las rodillas,
con dolencias pestilentes de tanto hacer reverencias?
 
¡No gracias!
 
¿Adular el talento de los canelos,
vivir atemorizado por infames dineros
y repetir sin tregua:
“Señores soy un loro
quiero ver mi nombre escrito en letras de oro”?
 
¡No gracias!
 
¿Sentir terror a los anatemas,
preferir las calumnias a los poemas
coleccionar medallas
urdir falacias?
 
¡No gracias! ¡No gracias! ¡No gracias!
 
Pero cantar, soñar, reír,
vivir, estar solo, ser libre,
tener el ojo avizor,
la voz que vibre,
ponerme por sombrero el universo
por un sí o por un no,
batirme,
o hacer un verso.
Despreciar con valor la gloria y la fortuna,
viajar con la imaginación… a la luna.
Solo al que vale reconocer los méritos,
no pagar jamás por favores pretéritos,
renunciar a cadenas y protocolo.
Posiblemente no volar muy alto,
pero solo.
 
(Cyrano de Berguerac, de Edmond Rostand)

Tu voz

Satélites y estrellas
reflejan tu débil voz
entrecortada
que llega a mis oídos
como un tifón
desatando a su paso
las cadenas
que oprimían mi corazón,
que me tenían atada
sin razón.

Y me pregunto
cómo un sonido
tan suave, conocido,
tan grave, profundo
es capaz de elevar
mi espíritu,
de nuevo hacer brillar
mi mirada,
rescatar del olvido
un sueño que luchaba
por quedarse dormido
y que jamás lo ha conseguido.

Buscas y no entiendes

Buscas reflejos de tu corazón,
buscas cariño en quien no sabe amar,
buscas futuro en quien pronto se va,
buscas palabras y obtienes un “no”.

Ahora sientes
algo nuevo,
diferente,
mas terminas
como siempre
y no entiendes
este juego
ni a la gente,
pero asientes
y te mientes,
y te dices
que lo olvidas,
pero vuelves
y lo miras
y, entre dientes,
entre lágrimas,
se te escapa
que aun no entiendes
lo que pasa,
y no admites
que hay un fuego
que te come
las entrañas,
y en el suelo
ves pasar
entre gentes,
tus recuerdos
y en un día
te haces viejo,
de repente
has cambiado
porque buscabas
lo imposible
en el sitio
equivocado
y ahora sigues
y aun no entiendes,
pero al menos
ahora sabes
lo que quieres
y no puedes
olvidarlo,
es tu vida,
noche y día
te persigue
y buscas
en la distancia,
más allá
de los montes,
oteando
el horizonte,
intentando hallarlo
entre los hombres
que aun no han muerto:
buscando un alma
entre tanto cuerpo.

Pero las almas gemelas
se atraen solas,
no se buscan, se encuentran,
y solo la hallaras
si te paras
y la esperas.

Echo de menos

Echo de menos
abrazos ocultos
tras muros de oscuro
que empujan mis brazos,
entre los que te estrecho
sintiendo tu espalda
contra mi pecho.

Besos de viento
robados al tiempo
que se escurre entre los libros
y se escapa.

Caricias de luna
que con ella en la noche
se mueven a una,
se esconden del frío,
del amanecer sombrío,
bajo una manta,
dejándome un nudo
en la garganta.
Lo echo de menos.

En ti artista, en ti.

                       En ti se cruzan
                los caminos,
         en ti se forjan
  versos vivos,
en ti los vientos
   se han unido,
        se elevan y mezclan,
                se entretejen,                                             En ti,
                       se ordena el kaos                                     artista,
                       y florece                                              en ti.
                en explosión de color
         incluso la nada.
   Porque el secreto del universo
se halla oculto en tu mirada,
  porque tú llenas
         de arte el vacío,
                porque en ti el mundo
                       cobra sentido.

Y yo en oscuro

                     Alzan el vuelo
       cientos de aves
a una,
   sin un sendero
            rasgando mares
                             de espuma.

                       Y yo en el centro,
                                  demente...
                              entre plumas:
                            negros puñales
                      que el viento arroja
              contra mi cuerpo carente
                    de protección alguna.
                             Miles de voces
                               lloran y gritan
                               en mi interior.
                          Veinte huracanes
                               soplan mi sien
                                 sin dirección.

Y yo en el centro,
                en oscuro,
                       me mareo.
                                    Giro,
       doy vueltas sin sentido.
                                    Giro,
          entre vientos helados
   que arañan mis brazos,
que arrancan mi piel
      a pedazos.

Lenguas de hielo
distantes, heladas,
besan mis manos,
              mi pecho,
                    mi cuello,
                         mi cara,
muerden mi ser
a dentelladas.
Lenguas de hielo
              punzantes, agudas,
como columnas de un cielo
              que se derrumba.

Vigas de sed
que, incapaces de aguantar un techo,
soportan el peso
de un alma de niña
en un cuerpo de mujer
                              dolorido,
                      fustigado,
        agotado,
        sangriento,
                      abierto,
                              casi muerto,
en el que las caricias ausentes
dejan surcos carmesí.

Y yo en oscuro
me alzo desnuda
en mitad de la nada
a la que he sido arrojada.
Desde el centro
del huracán
avanzo en contra
del mismo viento
que un día me enseñó a volar
y hoy me vuelve la espalda,
convertido en vendaval,
me roba las alas,
me quita la vida.
Mil partículas de arena
me lamen la piel
abriendo mis heridas,
cerrándome la huida.

                 Y llega al fin
                 la ansiada calma,
                 pero no puedo dormir.
                 Y yo, a solas,
                 calmo mi alma
                 porque se que nadie
                 lo hará por mí.

Y yo en oscuro
                         me desplomo,
                         me desmayo,
y en mi interior
                         sigo girando,
                    sigo muriendo,
             sigo en oscuro,
    en blanco y negro.
Porque veinte huracanes
son muchos
              para un solo cerebro
y pocos
para un corazón herido.