Una palabra al oído
ha hecho arder mi corazón
en ígneo estallido
y ya no recobro la razón.
Sé que sólo necesito
un aroma conocido
para que mi cuerpo despierte
de su letargo insensible
y cual hojas de un otoño
que murió
se estremezca
y entre estrellas
tiemble.
Pues es suficiente
con una canción
para que vuele mi mente
a otro mundo
a otro tiempo,
a otra dimensión.
Donde la distancia es un suspiro
y surge de tus pulmones
el aire que yo respiro.
Donde el tiempo se detiene ante la noche
dejando que su negro manto
arrulle nuestros cuerpos
y nuestras voces
que, en un susurro furtivo
se escapan del alma
y trepan a los oídos.
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