En
el ritmo de las horas
hoy
se intuyen las canciones
de
los días que existieron
más
allá del hoy y ahora.
Y
es el canto del presente
el
que escucho en oraciones.
Vivirán,
pues no murieron,
los
procesos de este siempre.
En
el ritmo de las horas
hoy
se intuyen las canciones
de
los días que existieron
más
allá del hoy y ahora.
Y
es el canto del presente
el
que escucho en oraciones.
Vivirán,
pues no murieron,
los
procesos de este siempre.
Entre
la luz y el calor,
entre
la clara idea
que
en mí alborea
y
el nebuloso "quiero"
que
replica en mi interior,
ese
universal deseo:
el
que encarno cuando creo,
el
que impregno e ilumino,
el
que nace nuevo
cuando
escribo.
Entre
mundos tan distintos
pulso
y soy respirado,
entre
ambos polos vivo,
donde
creo y soy creado,
y
es precisamente el ritmo
lo
que me hace humano.
Los
bordes de la vida
resuenan
con su canto
al
pulsar la tensa cuerda
que
marca la frontera,
la
que sigo cuando avanzo
donde
nada habita,
donde
nadie ya recuerda,
cómo
era.
Más
allá de la memoria
que
crea y delimita,
donde
sueño y vivo tanto...
que
hasta el sol se desvanece
y
el fino suelo parece
la
base de otra historia:
niebla
insustancial que deposita
las
borlas de su manto.
¡Oh
años dorados!
¡Oh
días de sol!
Cuándo
fuisteis rescatados
del
mundo del adiós.
Cuándo
supe que olvidaros
es
dejar atrás mi Yo.
¡Oh
noches que he amado!
¡Oh
luna y balcón!
Vosotras
habéis forjado
los
mimbres de mi corazón.
Nostalgia
de un verano
que
nunca terminó.
¡Cáspita
María!
¿Dónde
estabas antes?
Con
tus labios tan rojos,
tus
tacones elegantes.
¿Dónde
te metías?
¿Dónde
te ocultabas?
¿Dónde
cada día
tú te despertabas?
Hoy
para mis ojos
solo
existe tu mirada.
Antes
de este antojo
dime,
¿dónde estabas?
No
apagues las velas
que
se han perdido,
no
ocultes los rostros
desaparecidos,
no
pienses los años
desde
el olvido,
no
dejes que el daño
forje
tus motivos,
no
sientas que otros
siembran
tu destino.
No
olvides que vuelas,
no
sueñes dormido.
Cómo expresar en palabras lo efímero del momento,
cómo
dejar que se abra
en mí
lo que
está en el firmamento.
Cómo
encerrar en un sonido
aquello
que crece
y está vivo,
cómo
explicar, si nunca se parece
aquello que escribo
a
la sublime belleza
que en todo percibo.
Capa
sobre capa
se va creando,
capa
sobre capa
reposando.
Brillantes
y oscuras,
siempre mudas,
cuando
una nueva capa
en
ti se va posando.
Sutiles
transparencias
que opacan, colorean,
susurrando
su presencia
en capas siempre nuevas.
Capa
sobre capa
te vas creando,
capa
sobre capa
recordando.
Aquellas
que quedaron
sumidas
en el fondo,
las que ya se olvidaron,
las
que guardan en sus pliegues
un rescoldo.
Capas
sobre capas
que no entiendes,
creando
este mundo nuestro.
Capas
sobre capas
que vuelven en redondo,
las
que muestro,
las que escondo.
Volando
entre nubes de un cielo
que
nadie conoce ni ama
voy
descubriendo el deseo
que
me llama.
El
fuego que arde en mi adentro
me
aviva y consume sin llama,
se
vuelve meta y sustento,
me
reclama.
Y
es tanto el vacío que siento
si
mi palabra no logra
que el silencio hable,
que
pierde sentido hasta el tiempo
y
mi callar se torna
imperdonable.
Qué
será de la muerte
en los días grises,
cuando
a nadie le importe
cruzar
del otro lado,
cuando
el viento inerte
no
empuje más,
quede parado.
Volando en las alas
de días perdidos
descubro miradas
que jamás han existido.
Aquellas que anhelan
tocar con sus dedos
las luces que juegan,
que
enredan,
los caminos
que nunca vemos.
Perdidos
en la sombra del bosque
se
agazapan los sueños que fueron
rumiando
los recuerdos de noches
que
nombran mas no vieron.
Fantasmas
irreales que bailan
al
son de las canciones sin sonido
buscando
ser mejores se callan
verdades que se visten de suspiro.
Porque
al hacerse invisible
no desaparece.
Porque
al soltar tus viejos miembros,
crece
y nos llena,
puede volar
y
en esta vida nueva
revisar,
los días que se han ido
y
aquellos,
que se han perdido.
Por
dónde pueden verse
las
horas que se fueron,
por
dónde van dejando
la
vida que un día vieron.
Sin
mar donde esconderse
se
alza mi velero,
sin
rumbo navegando,
soltando
los aperos.
Quién
osa detenerse
al
borde del sendero,
quién
es mientras va olvidando
los
nombres que un día fueron.
Porque
el tiempo siempre es prestado
y no admite dilaciones,
porque
cada verso acabado
es un clavo
que
fija y deja anclado,
que
mata las variaciones.
Hoy
escribo entre ríos
que
avanzan en mil direcciones,
hoy
desato los cabos
y miro
donde
me llevan, libres,
mis canciones.
Vuela niño perdido
que
te atrapa el tiempo,
vuela y busca el sentido
de
tu propio cuento.
Vuela con Campanilla
y grita: "Creo en las
hadas"
vuela, que la vida es sencilla
cuando
aún no está empezada.
A través de mis ventanas
miro
y
en sus marcos y cristales
percibo
lo que está más allá
de mis
sentidos.
En el roce sensual
con el mundo
palpo las grietas
que explotan
con mil colores
en mi boca
y al sentir su aroma
dividirse en mi centro
vuelvo desde fuera
y al volver me encuentro
mis ventanas cristalinas
ya nunca más dormidas
y en ellas, yo me adentro.
En
los ojos asoma el alma,
en
sus negros y azules
sus
pecados,
sus virtudes.
Me
sumerjo en la calma
de
sus hondos lagos
y
en lo más profundo
logro verme
del
otro lado,
sobre
mí se vuelven,
brillantes
de emociones,
y
al mirar me fundo
con
sus verdes,
sus marrones.
En
los ojos asoma el alma
y
en el alma...
mis canciones.