late
en el árbol, late en la marea,
en
los trinos de bosques que verdean,
en
la luz, y en los tonos de mi voz.
Mece
su ritmo, pausado y veloz,
arrullo
de los hijos de la tierra,
que
impulsando el avance de las eras,
nunca
olvida vibrar en mi interior.
Aun
por muros de asfalto aprisionada,
ella
bulle y rezuma liberada,
y
aunque hoy insondables son sus planes,
mostrará,
ya llegando la alborada,
que
con su mano paciente, callada,
ha
forjado en nosotros, sus guardianes.
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