Llueve hacia arriba

Miles de gotas
caen al segundo
miles de vidas
dejan el mundo.
Agudas, punzantes
rasgan el aire
sin freno, sin madre
salpican a nadie.
Gotas brillantes
de un mundo lejano
de un mundo de dioses,
gigantes y enanos.
Gotas del cielo.

Sólo una gota
tan sólo una ráfaga
a contra corriente
la eleva velozmente.
Se va deshaciendo
desintegrando
la bombardean
la van matando.
Un mundo sin dioses
un mundo de gente
una sola gota
jamás les vence.
Gota de la tierra.

Se unen dos gotas
son dos contra miles
dos contra millones
casi ni se nota.
Mas la corriente
queda partida
se ha abierto el camino
se ha abierto la herida.
Luchar por la vida
no caer al suelo
buscan no estallar
en mil pedazos.
Cada vez son más
las gotas que suben,
llegan al cielo
y forman las nubes.
Gotas de vida.
Gotas unidas
no serán vencidas.

Duermo mirando las estrellas

Muero mirando
a mi alrededor
cráneos clonados
de grises muñecos
con negras corbatas.
Maniquíes que avanzan
sin dirección.
Calles sucias
con surcos en la calzada,
caminos de rutina
trazados por robots dormidos:
fríos metales
que nos engañan,
se transforman
en coches,
chinchetas,
cacharros,
mecheros,
Dioses de acero,
nos invaden
e irrumpen
en nuestro
corazón.
Duermo mirando las estrellas
para no ver siempre el mismo sol
que cada día se esconde
avergonzado por su visión.
Para ver almas en vez de cifras.
Para arañarle vida al tiempo
que fluye a través de las galaxias.
Para que su fuego
caliente los corazones
que aún no son de metal.

Contra los elementos

Estando la tierra seca, marchita, muerta
entre rocas subterráneas
resbala rauda la corriente
que traerá vida a la muerte.
Llano desierto de tierra, de barro, de piedra,
por ti corre el viento sin impedimento.
Bajo la atenta mirada de un Sol
implacable, seco, caliente,
que fustiga la tierra con sus rayos
abriendo en ella grietas de dolor,
de infertilidad, de muerte.

¿Quién desafiará a la muerte?

En medio del desierto, una blanca flor
lucha feroz por la supervivencia
desgarrando a su paso la piedra.
Sólo tres espinas
contra tierra, viento y fuego.
Mas tras una corta vida
es atraída por el suelo
cae sobre la tierra,
seca, marchita muerta.

Lloré

Con todo mi cuerpo y alma
lloré por desear la vida
cuando apenas sí llevaba
dos segundos
en el mundo.

Bajo un tejado de tela
lloré minutos y horas
por un amigo perdido
que levantaba castillos
hechos de sueños y arena.

Lloré por un pajarito
que, muerto de hambre y frío
enterramos en el patio
siendo niños.

Lloré de pena y amor
al ver un viejo peluche
bajo una capa de olvido
en el fondo de un cajón.

Lloré por la débil flor
que pisó mi enorme bota
y que ya nunca jamás
verá la luz del Sol.

Y lloré al dejar mi casa
mis recuerdos y mis miedos
para vivir aun más cerca
del viento.
Al crecer.

Lloré por todos los hombres
que, sin ser ciegos, no ven,
no ven llegar a la vida,
tan sólo la ven pasar.

Lloré tendida en mi cama
durante meses y años
cada noche
por la libertad perdida,
el comienzo de la vida,
la habilidad de hacer reír,
la imaginación censurada,
una canción no cantada
y por la sabiduría
que aún es desconocida.

Lloré por un gran amor
que cambió toda mi vida.
Por el que lloraré siempre.

También lloré de alegría
por la infinita belleza
al ver un amanecer
en lo alto de un castillo.

Y lloré viendo Tarzán
cuando una madre perdió
a su hijito gorila.

Lloré en silencio por dentro
leyendo un e-mail escrito
por alguien que estaba triste.

Y lloraré por tantas razones
que ahora no sabría explicar:

Por un perro muerto
por un niño herido
por un vagabundo feliz
por un poco de amor
por un anochecer
por una paloma blanca
por un sueño imposible
por ti.