Muero mirando
a mi alrededor
cráneos clonados
de grises muñecos
con negras corbatas.
Maniquíes que avanzan
sin dirección.
Calles sucias
con surcos en la calzada,
caminos de rutina
trazados por robots dormidos:
fríos metales
que nos engañan,
se transforman
en coches,
chinchetas,
cacharros,
mecheros,
Dioses de acero,
nos invaden
e irrumpen
en nuestro
corazón.
Duermo mirando las estrellas
para no ver siempre el mismo sol
que cada día se esconde
avergonzado por su visión.
Para ver almas en vez de cifras.
Para arañarle vida al tiempo
que fluye a través de las galaxias.
Para que su fuego
caliente los corazones
que aún no son de metal.
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