Grises y densas
nubes de tormenta
velan contornos
en la lejanía,
cubren los
techos de la azul bahía
sin que nos
demos apenas ni cuenta.
Y cuando menos
crees, su marcha lenta,
ha sometido ya,
la luz del día,
ha logrado
empañar toda alegría,
la noche ha
caído, no tiene vuelta.
Huyen las
gaviotas de la galerna,
blandiendo con
prisa sus blancas plumas.
Yo me alzo firme
sobre mis piernas
en oscuro manto
sin luz alguna,
dejo que el
cielo sobre mí se cierna,
disolviendo mi
ser entre las brumas.
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