En
el fondo de mis ojos se ilumina
la
verdad que me dirige cada día,
el
honor de aquel valiente caballero
con
orgullo a cada paso en mi alma llevo.
Y
al llegar la aurora
en
que el mundo implora,
tras
el viejo orden que se va agotando,
quién
la salve ahora,
me
hallará velando,
con
mi espada y toda
la
fuerza del sol que voy creando.
Pues
yo soy mi dueño,
en
mí un ángel mora
y
no existe quien pueda
detener
mis sueños.
Para Pablo