Pisando sobre uno mismo
para salvar el abismo
te alzas sobre tus "yo" más viejos
y cada día llegas más lejos.
El camino hacia el todo
atraviesa tu interior
y no existe otro modo
de alcanzar la perfección.
Por eso tú avanzas, con tesón,
sobre ti te alzas, hacia el sol.
Eres suelo fecundo
que pisas con valor.
Por tu empeño el mundo
es un poco mejor.
Hoy eres un año más sabio
Hoy eres un
año más sabio que hace un año. Has florecido una primavera más, has madurado un
nuevo verano, has dejado ir otro otoño, has superado un invierno. Trescientos
sesenta y cinco veces has visto el sol recorrer su ciclo diario. Has amado, has
sufrido, has buscado… has vivido.
Hoy eres un
año más sabio que hace un año. Plantéate de nuevo la vida y no dejes que te
aten o abrumen las decisiones que tomaste cuando eras menos sabio. Ahora sabes
más, ahora puedes más, ahora llegarás más lejos.
Y no temas
equivocarte, porque… hoy eres un año más sabio que hace un año, pero menos de
lo que serás dentro de un año.
Aprender a nadar
Vivimos
sumergidos en un río. Mientras avanzamos, no nos damos cuenta de que es la
corriente la que nos empuja: nos lleva a través de nuestra vida, o nos deja
varados. Esto no quiere decir que
vayamos a la deriva, nos movemos sin duda en una dirección, pero no somos
nosotros los que decidimos esa dirección. Vivimos felices pensando que sí que
es así, pero en realidad son las circunstancias exteriores las que deciden
nuestro rumbo.
Para decidir
nosotros nuestro propio rumbo, debemos primero darnos cuenta de que hasta ahora
no lo hemos hecho. Una vez aceptamos esto, podemos empezar a aprender a nadar,
pero surge entonces una pregunta esencial: ¿hacia dónde?
Probablemente
hasta ahora la dirección en la que hemos ido haya coincidido más o menos con la
corriente, con lo que se espera de nosotros, con lo que se supone que debemos
querer, con la dirección en la que nos lleva el río en el que cada uno está
sumergido. Pero ¿es ese realmente el rumbo que queremos tomar?
Para saberlo
tenemos primero que olvidarnos del río, tenemos que parar en una roca, dejar
que la luz del sol nos seque y escuchar el fluir del agua olvidándonos de su
dirección. Tenemos que ver qué es lo que queremos, hacia dónde queremos ir, sin
importar hacia dónde íbamos hasta ahora.
Si no lo
vemos claro, podemos seguir parados un rato más, o zambullirnos y parar en otra
roca más adelante. No pasa nada por
dejarnos llevar un tiempo, es mejor eso que quedarnos paralizados por la
indecisión y el miedo a errar el rumbo, pero siempre siendo conscientes de
ello, siempre sabiendo que ese no es nuestro rumbo definitivo y que en algún
momento tendremos que volver a pararnos y buscarlo.
Podemos
repetir este proceso varias veces y probar diferentes corrientes, lo importante
es que cuando realmente encontremos nuestro rumbo, nos zambullamos y nademos
con fuerza en esa dirección.
Puede que
nos resulte difícil al principio, incluso que nos de miedo, pero según vayamos
nadando, nuestros músculos se irán fortaleciendo. Iremos además creando nuestra
propia corriente en esa dirección, que aunque al principio sea imperceptible,
si seguimos nadando ira creciendo y terminará por ayudarnos.
No debemos
tener miedo, todos nacemos preparados para nadar, solamente tenemos que
aprender a hacerlo.
Creciendo alas
Cuando todo en ti lo desea, puedes volar sin alas... y estas irán creciendo durante el vuelo.
El olor de la memoria
A lo largo
de su discurrir en el tiempo, nuestra energía, nuestro ser, se va impregnando
del olor y el color de todo aquello que le acontece. La memoria los arrastra
consigo como un tinte que se interpone al mirar el mundo y hace que nuestra
visión del mismo sea sesgada.
Si queremos
observar la totalidad de la existencia en si desnuda integridad, debemos
olvidarnos de lo que sabemos, debemos liberarnos de los olores y colores que
nos impregnan, dejar caer los velos y, una vez limpios de recuerdos, abrirnos a
lo observado.
Canto naranja
Empuja el aire,
quiere salir,
empuja a nadie,
me empuja a mi.
En mis pulmones
sordas se agolpan
las emociones,
en dos me cortan,
y yo las plasmo
sobre el papel,
en él me abro,
me vierto en él.
Porque lo escrito
abre una zanja,
es como un grito
alto y naranja,
donde libero
cualquier tensión
y ahora ya veo
mi corazón.
quiere salir,
empuja a nadie,
me empuja a mi.
En mis pulmones
sordas se agolpan
las emociones,
en dos me cortan,
y yo las plasmo
sobre el papel,
en él me abro,
me vierto en él.
Porque lo escrito
abre una zanja,
es como un grito
alto y naranja,
donde libero
cualquier tensión
y ahora ya veo
mi corazón.
Libros en el metro
Hay
gente que en metro levanta la nariz y se asoma disimulando al borde del libro
que lee el vecino.
Allí
olisquean abismos insondables, esperando en dos frases descifrar en qué mundo
se encuentra sumergido el ensimismado dueño del libro.
En
ocasiones, descubren una frase que les suena, un personaje a quien en su día
acompañaron en sus andanzas... con suerte incluso un pasaje que les conmovió. Y
entonces, sonríen, y mirando al lector piensan: "Sé lo que estás viviendo,
yo también estuve ahí." Y siguen su vida un poquito más felices.
Te vas quedando dormido
Te vas quedando dormido,
tu cuerpo se relaja
y murmuras en voz baja
palabras sin sentido.
Aprietas tu mano
estrechando mis dedos,
tus ojos cerrados,
tu cara de bueno.
Tus sueños más locos
alzaron el vuelo
y vas poco a poco
soltando el deseo.
Que ya nada importa,
que ya nada existe,
cruzaste la puerta,
Morfeo te viste.
Llevas la piel de una Quimera
y nace dentro de ti
algo que aquí afuera
te hace sonreír.
Sigue dormido,
déjate llevar,
que cuanto hayas vivido
olvidarás al despertar.
tu cuerpo se relaja
y murmuras en voz baja
palabras sin sentido.
Aprietas tu mano
estrechando mis dedos,
tus ojos cerrados,
tu cara de bueno.
Tus sueños más locos
alzaron el vuelo
y vas poco a poco
soltando el deseo.
Que ya nada importa,
que ya nada existe,
cruzaste la puerta,
Morfeo te viste.
Llevas la piel de una Quimera
y nace dentro de ti
algo que aquí afuera
te hace sonreír.
Sigue dormido,
déjate llevar,
que cuanto hayas vivido
olvidarás al despertar.
Tiempo y eternidad
El tiempo es un río que fluye. La eternidad es la mar, a ella fluyen todos los ríos, la alimentan, la hacen crecer, pero ella permanece.
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