Nuestro
objetivo en la vida, más allá de los pequeños objetivos que podamos marcarnos
individualmente, debe ser vivir plenamente. Para lograr esto, antes que nada,
tenemos que ser capaces de escucharnos a nosotros mismos, de saber lo que
queremos, lo que sentimos, lo que somos.
Una
vez hecho esto, debemos vaciarnos de nosotros mismos, librarnos de deseos,
apegos e ideas preconcebidas. Solo cuando seamos capaces de soltar todo lo que
tenemos, incluidas nuestras expectativas, y esperanzas, cuando miremos el mundo
de nuevas, sin dar nada por sentado, cuando seamos como un cuenco vacío porque
hemos sido capaces de conocer y observar cada resquicio del cuenco y vaciarlo
por completo. Solo entonces podremos empezar a dejar que ese cuenco se llene,
podremos aceptar la vida tal como vaya viniendo, disfrutar cada momento por lo
que es y permitir que nuestras vivencias nos vayan enseñando y haciéndonos
mejores. Solo
entonces estaremos viviendo plenamente nuestras vidas.