Quiero ser viento

Quiero vivir
en un nido de cigüeña
para sentir
soplar el aire en mis venas
y notar cómo se adueña
de mis miedos y mis penas.

Quiero ser viento
para volar,
como en un cuento
que cada día invento,
y mirar desde un tejado
esta ciudad que ha olvidado
cómo soñar.
Yo no quiero caminar
entre estos cuerpos dormidos,
quiero trepar hasta un nido
y vivir por siempre unido
al aire que respiro.

Quiero ser nube
para sentir cómo sube
y dejarme llevar
estallando de emoción
en un oscuro tifón.
Quiero ser la tela rota
que al viento ondea,
y dejarme arrastrar
por la marea.


No temas al fracaso

Tienes tantas ideas
aún sin explorar,
eres una caldera
a punto de explotar.
No dejes que se pierdan
por miedo a fracasar.
Lo tienes que intentar.

No temas al fracaso.
No dejes que te frene
el miedo a lo que viene.
Lucha, inventa, resiste.
Tienes fuerza en los brazos
y fuego en tu mirar.
No temas el rechazo,
que en el mundo no existe
quien te pueda frenar,
su después de un tortazo
te sabes levantar.

Escribo

Escribo porque estalla,
muy hondo en mis entrañas,
un grito que no calla.

Escribo porque existe,
siempre la pluma en ristre,
un yo que nunca viste.

Escribo por la voz
que empuja mi interior
desde que era pequeña
y despacio me enseña
a deshacer el lío
de esa enorme madeja
que habita mi cabeza,
sacando hilo a hilo
la locura y la belleza
que veo donde miro.

Escribo y vuelvo a escribir
porque es parte de mi,
porque cuando no escribo
yo me quedo dormido
y me siento morir.

Escribo
porque solo así vivo,
escribo
porque no sé vivir
sin escribir.


Y tú, ¿con qué sueñas?

Sueño con volar
desde que era enana,
sueño con llegar
hasta tu ventana.

Sueño con vivir
mil aventuras nuevas
y con escribir
un precioso poema.

No creo que pueda
dejar de soñar
y debo admitir
que no lo quiero comprobar.

Sueño con sentir
la pasión temblando en mi piel,
sueño con plasmar
la emoción en un papel.

Sueño con llegar
hasta las estrellas
y bailar con ellas.
Sueño con ser feliz
con cosas pequeñas.
Y tú, ¿con qué sueñas?



Hazles soñar

En un mundo tan lleno de estímulos, tan repleto de marcas, actividades y ofertas que se esfuerzan por llamar nuestra atención… todo se ha vuelto gris, nada despierta nuestro interés. Es muy difícil lograr que alguien se detenga en su ajetreada vida y dedique unos segundos a escuchar lo que tienes que decirle. Y prácticamente imposible que tras escucharte, se interese y vuelva a pensar en ello.

Vivimos en un día a día gris. La mayoría de la gente va al trabajo, se aliena durante ocho horas haciendo algo que tal vez no le disgusta, pero que tampoco le motiva especialmente, y después vuelve a casa, come, duerme y ve pasar los días, todos iguales… mientras sueña con las vacaciones. Todos sueñan con el momento de hacer aquello que realmente les gusta. Muchos ni siquiera saben qué es lo que les gusta, y sin embargo sueñan con ello..

Por eso hay algo que sí logra que todos nos paremos e interesemos: hacernos soñar.

No todos tenemos los mismos sueños, pero todos soñamos, sin duda. Y aquellas cosas que nos hacen salir de nuestra rutina gris y soñar… son las únicas que consiguen que nos detengamos en nuestro camino, que les prestemos atención y que incluso las recordemos más tarde y nos planteemos invertir nuestro tiempo en ellas.

Si quieres llamar la atención de la gente, hazles soñar. Porque los sueños son el alimento del alma y por muy gris que sea el mundo que habitamos, todos necesitamos soñar.

Prohibido

Por qué nos atrae sin cesar
lo prohibido,
por qué no dejarle ganar
al olvido.
Imposible seguir el camino,
yo no puedo borrar lo vivido.
Pasar sin mirar
jamás hacia atrás...
no va conmigo.

Crear

Crear, parir, inventar,
dar la vida a un nuevo ente
hasta ahora inexistente,
sentir mil y un ideas,
cada una diferente,
brotar rasgando tu mente
y moldear,
darles la forma que quieras,
sin ser apenas consciente
del subproceso latente.
Eso es crear:
es elevar
tu potencial
a su máximo exponente,
es llegar
más allá de lo corriente,
es superar
el olvido de la muerte.



Las cosas nos dominan

Hace años la sociedad se preguntaba si los hombres eran dueños de sí mismos o si por el contrario, eran dominados por el mal, representado por el demonio. Se preguntaban si nuestros actos estaban impulsados por el egoísmo, la codicia u otras bajas pasiones, y se buscaba la manera de superar esos impulsos, de no dejar que nuestra vida esté dominada por ellos, para así lograr ser un hombre “bueno”, para ser dueño de uno mismo, para ser libre.

Hoy en día en cambio, las fronteras que separan el bien del mal se han difuminado en gran medida, han dejado de ser competencia de una autoridad exterior como la iglesia. Ha pasado a ser cada individuo el que define su propia ética, el que dibuja el mapa de sus valores y decide conforme a qué directrices quiere vivir.

Hemos dejado de preguntarnos si el demonio nos domina, tenemos libertad para actuar como creamos que debemos actuar. Y sin embargo  no hemos llegado a ser hombres libres, porque en lugar de coger nuestras propias riendas y ponernos al mando de nuestra vida, hemos dejado que las cosas ocupen ese lugar. Las posesiones, el dinero, la necesidad de trabajo, la sociedad, las circunstancias que nos rodean… todas esas cosas que nosotros mismos hemos creado, se nos han montado encima y dirigen nuestras vidas.

El hombre moderno está dominado por el mundo que ha creado, y solo si se libra de esta dominación, si aprende a ser él mismo más allá de las posesiones y circunstancias que le rodean, podrá por fin llevar las riendas de su propia vida y ser un hombre libre.


Se puede cortar

Es tanta la energía,
sin freno desatada,
que fluye sin cesar
entre tu alma y la mía
al vernos cara a cara...
Que podría cortar
el aire que respiras
con la punta afilada
de esa intensa mirada
que lanzas a escondidas
si te hago recordar
las noches compartidas,
de sábanas mojadas,
de besos de mañana,
y todos esos días
que sueñas con mi almohada.


De qué te arrepientes

Si preguntas a un grupo de personas de qué cosas se arrepienten en su vida y les pides que piensen a corto plazo, en las últimas semanas o meses, la mayoría de ellos te hablarán de cosas que HAN HECHO.

Sin embargo, si repites la misma pregunta pidiéndoles ahora que piensen a largo plazo, que digan sinceramente de qué cosas se arrepienten en su vida, en los últimos cinco, diez o cincuenta años... las repuestas cambian. Encontrarás que a largo plazo las personas se arrepienten de las cosas que NO HICIERON.

Observando esto hay una conclusión obvia.
Por mucho que nos cueste tomar decisiones, hacer cosas nuevas, cambiar actitudes y costumbres... por mucha pereza que nos de movernos, aprender y desarrollar aptitudes desconocidas, por mucho miedo que nos de lo desconocido que viene delante…

Si dentro de nosotros nace una ilusión, un interés por algo, una curiosidad… debemos luchar contra las telarañas que nos amarran a la rutina, nos adormecen y nos detienen, debemos esforzarnos por experimentar eso que nos llama, por vivir esas experiencias que despiertan algo en nuestro interior, que nos impulsan a avanzar y nos hacen evolucionar. Debemos forjar nuestro propio camino llenándolo de experiencias significativas.

Debemos vivir nuestra vida, porque tan solo tenemos una, y por mucho que nos cueste hacer aquello que queremos, cuando al final de nuestro camino miremos hacia atrás, no nos arrepentiremos de aquellas pequeñas cosas que hicimos, de aquellas pequeñas o grandes equivocaciones que cometimos…. sino que serán las cosas que nunca hicimos las que nos pesen en el alma.




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