Bajo
el límpido cielo
de
las tardes de mayo,
con
su impar claqueteo
habita
el campanario.
Solitaria
cigüeña
que
abandona su nido
sobre
un pueblo que sueña,
entre
muerto y dormido.
Alimenta
el pilón
el
murmullo de un río
anunciando
el calor
de
las noches de estío.
Dos
cipreses custodian
un
Santiago a caballo,
fiel
guardián de la memoria,
año,
tras año.
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