un nudo en mi corazón,
que de noche me oprimía
y de día
no aflojaba su presión.
No sabía
de dónde provenía
la grisácea desazón
que nublaba mi visión.
Pero ahora sopla el viento
llevándose las nubes
y la soga que tuve
atada en mi interior,
ha soltado sus cabos,
ha volado,
y me siento
henchido de color.
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