Acudo a tu llamada de auxilio
que gritas sin poder casi hablar,
te encuentro pequeño, desvalido,
creo que olvidaste cómo andar.
Me acerco despacio, sorprendido,
tú que eras fuerte, como un castillo,
has caído,
y no logro imaginar
la inmensa fuerza con que el mar
te ha debido de golpear.
Abre los ojos, tranquilo,
que ahora yo estoy contigo,
no te pienso abandonar
mientras no hayas aprendido
de nuevo a caminar.
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