Cuando se ha apagado el sol
y ya no da calor,
entre lágrimas ajenas,
entre comas y alcohol,
danzan las gotas
de una lluvia interior
que te moja,
que te cala
el corazón.
Y mientras unos duermen,
y otros sueñan,
una lágrima cautiva
del tamaño de un poema
que jamás será cantado
resbala en tu mejilla
pálida por un rostro rasgado.
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