Impedimento

El mayor impedimento para entender algo, es creer que ya lo entiendes.

La atención

Brincando alegre entre ideas,
alborota, picotea,
entre conceptos dispares
salta sin preliminares.
 
Incluso cuando reposa
ella nunca se está quieta,
enormemente curiosa,
cuesta tenerla sujeta.



Una puerta en cada instante

Tic, tac...
 
Pasa un instante
y otro tras él,
hurgo entre ambos
con mi cincel
y solo hallo
dura pared.
 
Tic, tac...
 
En los resquicios
entre segundos
busco lo eterno
y en él me hundo,
pero al instante
vuelvo a este mundo.
 
Tic, tac...
 
La eternidad
es una suma,
raudos “ahora”
que suman una,
mas al mirarla
se nos esfuma.
 
Tic, tac...
 
Tic…

A el que pisa sobre sí mismo

Pisando sobre uno mismo
para salvar el abismo
te alzas sobre tus "yo" más viejos
y cada día llegas más lejos.

El camino hacia el todo
atraviesa tu interior
y no existe otro modo
de alcanzar la perfección.

Por eso tú avanzas, con tesón,
sobre ti te alzas, hacia el sol.

Eres suelo fecundo
que pisas con valor.
Por tu empeño el mundo
es un poco mejor.


Hoy eres un año más sabio

Hoy eres un año más sabio que hace un año. Has florecido una primavera más, has madurado un nuevo verano, has dejado ir otro otoño, has superado un invierno. Trescientos sesenta y cinco veces has visto el sol recorrer su ciclo diario. Has amado, has sufrido, has buscado… has vivido.
 
Hoy eres un año más sabio que hace un año. Plantéate de nuevo la vida y no dejes que te aten o abrumen las decisiones que tomaste cuando eras menos sabio. Ahora sabes más, ahora puedes más, ahora llegarás más lejos.
 
Y no temas equivocarte, porque… hoy eres un año más sabio que hace un año, pero menos de lo que serás dentro de un año.
 

Aprender a nadar

Vivimos sumergidos en un río. Mientras avanzamos, no nos damos cuenta de que es la corriente la que nos empuja: nos lleva a través de nuestra vida, o nos deja varados.  Esto no quiere decir que vayamos a la deriva, nos movemos sin duda en una dirección, pero no somos nosotros los que decidimos esa dirección. Vivimos felices pensando que sí que es así, pero en realidad son las circunstancias exteriores las que deciden nuestro rumbo.
 
Para decidir nosotros nuestro propio rumbo, debemos primero darnos cuenta de que hasta ahora no lo hemos hecho. Una vez aceptamos esto, podemos empezar a aprender a nadar, pero surge entonces una pregunta esencial: ¿hacia dónde?
 
 
 
Probablemente hasta ahora la dirección en la que hemos ido haya coincidido más o menos con la corriente, con lo que se espera de nosotros, con lo que se supone que debemos querer, con la dirección en la que nos lleva el río en el que cada uno está sumergido. Pero ¿es ese realmente el rumbo que queremos tomar?
 
Para saberlo tenemos primero que olvidarnos del río, tenemos que parar en una roca, dejar que la luz del sol nos seque y escuchar el fluir del agua olvidándonos de su dirección. Tenemos que ver qué es lo que queremos, hacia dónde queremos ir, sin importar hacia dónde íbamos hasta ahora.
 
Si no lo vemos claro, podemos seguir parados un rato más, o zambullirnos y parar en otra roca más adelante.  No pasa nada por dejarnos llevar un tiempo, es mejor eso que quedarnos paralizados por la indecisión y el miedo a errar el rumbo, pero siempre siendo conscientes de ello, siempre sabiendo que ese no es nuestro rumbo definitivo y que en algún momento tendremos que volver a pararnos y buscarlo.
 
Podemos repetir este proceso varias veces y probar diferentes corrientes, lo importante es que cuando realmente encontremos nuestro rumbo, nos zambullamos y nademos con fuerza en esa dirección.
 
 
 
Puede que nos resulte difícil al principio, incluso que nos de miedo, pero según vayamos nadando, nuestros músculos se irán fortaleciendo. Iremos además creando nuestra propia corriente en esa dirección, que aunque al principio sea imperceptible, si seguimos nadando ira creciendo y terminará por ayudarnos.
 
No debemos tener miedo, todos nacemos preparados para nadar, solamente tenemos que aprender a hacerlo.

Creciendo alas

Cuando todo en ti lo desea, puedes volar sin alas... y estas irán creciendo durante el vuelo.

El olor de la memoria

A lo largo de su discurrir en el tiempo, nuestra energía, nuestro ser, se va impregnando del olor y el color de todo aquello que le acontece. La memoria los arrastra consigo como un tinte que se interpone al mirar el mundo y hace que nuestra visión del mismo sea sesgada.

Si queremos observar la totalidad de la existencia en si desnuda integridad, debemos olvidarnos de lo que sabemos, debemos liberarnos de los olores y colores que nos impregnan, dejar caer los velos y, una vez limpios de recuerdos, abrirnos a lo observado.

Canto naranja

Empuja el aire,
quiere salir,
empuja a nadie,
me empuja a mi.

En mis pulmones
sordas se agolpan
las emociones,
en dos me cortan,
y yo las plasmo
sobre el papel,
en él me abro,
me vierto en él.

Porque lo escrito
abre una zanja,
es como un grito
alto y naranja,
donde libero
cualquier tensión
y ahora ya veo
mi corazón.


Libros en el metro

Hay gente que en metro levanta la nariz y se asoma disimulando al borde del libro que lee el vecino.

Allí olisquean abismos insondables, esperando en dos frases descifrar en qué mundo se encuentra sumergido el ensimismado dueño del libro.

En ocasiones, descubren una frase que les suena, un personaje a quien en su día acompañaron en sus andanzas... con suerte incluso un pasaje que les conmovió. Y entonces, sonríen, y mirando al lector piensan: "Sé lo que estás viviendo, yo también estuve ahí." Y siguen su vida un poquito más felices.