Cuando sueltes las amarras de este cuerpo desprendido, no temas, estoy contigo. Por los mundos invisibles donde el hombre nunca ha ido, entre sombras, yo te guío. Y cuando hayas aprendido tus rentas y deudas, dejaré que vuelvas,
al mundo vivo.
La unidad jamás completa de la vida voy creando, en mis versos dibujando esas formas que adivino, las que son razón y meta, las que rozan lo divino porque este impulso mío no es historia, sino destino.
Fugaz revoloteo en la punta de mis dedos, percibo por un momento más allá del movimiento y en su vibrar me adentro saliendo de mí mismo, avanzo por el borde del abismo buscando en el acorde un atisbo de Dios mismo.