Arde la ciudad

Arde la ciudad
al límite del día,
arde anhelando
la noche fría,
arde y llega tarde,
pues no hay quien viva
en este inmenso llano
de asfalto y muerte,
donde hasta el aire arde.

Silencio inerte.

Fluir del destino

Busca la vida los hados
y brotan
por todos lados.
Mas cuando los sueños surgen,
ahogados,
despierta al mundo que fluye
empapado,
por aguas que nunca se agotan.
Descubre
tu propio oleaje divino,
agua
que impregna tu ropa,

y gota a gota
crea el destino.


Lo sublime


Qué es lo sublime
que nos da grandeza,
que transforma y redime,
y oculto vive
en la destreza.

Qué es lo que inflama,
qué lo que desecha,
que al oír tal proclama,
con ardiente llama
prende mi mecha.


Cuando sueltes las amarras

Cuando sueltes las amarras
de este cuerpo desprendido,
no temas,
                      estoy contigo.
Por los mundos invisibles
donde el hombre nunca ha ido,
entre sombras,
                      yo te guío.
Y cuando hayas aprendido
tus rentas y deudas,
dejaré que vuelvas,
                      al mundo vivo.


Aún más lejos que la oscuridad

En abismos insondables
se hunde la verdad,
lejos,                        aún más lejos
que la oscuridad.

Y al permitir que hable
comienza a destellar.

Yo la dejo,
que brille incontenida
hasta poder tocarla,
hacerla mía.

Porque su luz me habla
y en ella soy vivida.


Escribir la vida

La unidad jamás completa
de la vida voy creando,
en mis versos dibujando
esas formas que adivino,
las que son razón y meta,
las que rozan lo divino
porque este impulso mío
no es historia, sino destino.