La brisa hace cosquillas
La brisa hace cosquillas al soplar baja entre la fresca hierba, y su ondular
es la verde risa que brota de lo profundo de la tierra.
Cuenco vacío
Nuestro
objetivo en la vida, más allá de los pequeños objetivos que podamos marcarnos
individualmente, debe ser vivir plenamente. Para lograr esto, antes que nada,
tenemos que ser capaces de escucharnos a nosotros mismos, de saber lo que
queremos, lo que sentimos, lo que somos.
Una
vez hecho esto, debemos vaciarnos de nosotros mismos, librarnos de deseos,
apegos e ideas preconcebidas. Solo cuando seamos capaces de soltar todo lo que
tenemos, incluidas nuestras expectativas, y esperanzas, cuando miremos el mundo
de nuevas, sin dar nada por sentado, cuando seamos como un cuenco vacío porque
hemos sido capaces de conocer y observar cada resquicio del cuenco y vaciarlo
por completo. Solo entonces podremos empezar a dejar que ese cuenco se llene,
podremos aceptar la vida tal como vaya viniendo, disfrutar cada momento por lo
que es y permitir que nuestras vivencias nos vayan enseñando y haciéndonos
mejores. Solo
entonces estaremos viviendo plenamente nuestras vidas.
Gotas miedosas
Las nubes están formadas por gotas con miedo a ser ellas mismas, porque
cuando sean plenamente gotas... caerán.
Al comienzo de mil caminos
Siento un a curiosidad
que me impulsa más allá
de mi propia realidad.
Todo quiero verlo,
todo conocerlo.
Debo decidir
hacia dónde van mis pasos
si no quiero
perderme entre retazos
de saberes incompletos,
de caminos sin un trazo,
de ritos obsoletos
en mundos boca abajo.
Debo pararme quieto
y empezar otra vez.
Debo buscar mi hueco,
que esta insaciable sed
quedará por fin saciada
cuando aprenda a ver
el verdadero saber
que se esconde en la nada.
que me impulsa más allá
de mi propia realidad.
Todo quiero verlo,
todo conocerlo.
Debo decidir
hacia dónde van mis pasos
si no quiero
perderme entre retazos
de saberes incompletos,
de caminos sin un trazo,
de ritos obsoletos
en mundos boca abajo.
Debo pararme quieto
y empezar otra vez.
Debo buscar mi hueco,
que esta insaciable sed
quedará por fin saciada
cuando aprenda a ver
el verdadero saber
que se esconde en la nada.
Pensamientos escurridos
Dónde van los pensamientos que no terminas de plasmar, donde llegan tras
escurrirse entre los resquicios de tu mente?
Enraizarse y soñar
Las
hojas de un árbol se mecen al viento. Sintiendo su caricia se vuelven hacia
donde este sopla, giran y revolotean con un susurro quedo, se inclinan las
ramas cuando viene fuerte, se dejan llevar y disfrutan de los aromas lejanos
que el aire arrastra.
No
se asusta el árbol de la lluvia ni de las tormentas, y si una tempestad arranca
algunas flores, hojas o frutos… bien, será que llegó ya el tiempo de esparcir
su semilla a los cuatro vientos.
Las
raíces del árbol en cambio, permanecen siempre bien fijadas tierra. Se hunden
lentamente en la realidad y de ella se nutren. El árbol alimenta y deja volar
sus sueños teniendo siempre una base firme que le indica dónde está. Así
debemos los hombres también encontrar nuestro lugar en este mundo, nuestra
base, esa raíz que no alimente, sobre la que podamos alzarnos y soñar.
Bailando en la lluvia
Mis pies descalzos
pisan la hierba fresca,
alzo los brazos,
mis manos bien abiertas.
Giro sin sentido,
elevando el vuelo del vestido,
siento gotas resbalando,
sobre mi cara mojada,
me van empapando,
y sonrío.
Una carcajada
sale disparada
de mi ombligo
y no puedo evitar
gritar:
¡Estoy vivo!
Adormecidos
El hombre es mucho más
que la suma de sus partes,
el único animal
capaz de inventar el arte.
Pero en lugar de volar
explotando el potencial
que nos hace especial,
vivimos ocultando
nuestra enorme capacidad,
vivimos olvidando
que nacimos para soñar.
que la suma de sus partes,
el único animal
capaz de inventar el arte.
Pero en lugar de volar
explotando el potencial
que nos hace especial,
vivimos ocultando
nuestra enorme capacidad,
vivimos olvidando
que nacimos para soñar.
Mírate y busca
Mírate y busca
lo que nadie ve,
mírate y busca
lo que te hace ser.
Siente en ti el mundo,
eres parte de él.
Expande tu mente
hasta sus confines
y deja que empape
todo cuanto vives.
Mírate y busca
lo que te define.
El sentido de la vida humana
Qué es lo
que nos impulsa, qué es lo que nos hace ser nosotros mismos.
Tanto los animales como las plantas están unidos a la naturaleza, forman parte de ella y su objetivo en el mundo, en la vida, no es otro que el de existir y desarrollar todo su potencial. Un león es feliz siendo un león, cazando, teniendo su manada, haciendo aquello para lo que la naturaleza le dotó. Un cerezo luce lozano y precioso cuando desarrolla sus flores y frutos, frescos y jugosos, cuando hace aquello que está preparado para hacer.
Y el ser humano… ¿cuál es su objetivo en este mundo? Los humanos, al ser conscientes de nuestra propia existencia, de nuestra individualidad como seres únicos, estamos separados de la naturaleza, del resto de animales y seres vivos. Nos sentimos aislados y muchas veces perdidos, no sabemos qué hacer, hacia dónde ir, no encontramos el sentido de nuestra vida. Sin embargo, yo creo que a este respecto no somos muy diferentes del resto de seres: nuestro objetivo no es otro que el de desarrollarnos plenamente y ser así el mejor ser humano que podamos ser.
El problema o complicación viene a la hora de descubrir cuales son esas potencialidades latentes en nosotros y que debemos desarrollar. En el caso de una planta o animal, el instinto o incluso en ADN les dice cómo desarrollar sus habilidades innatas, pero las potencialidades con las que nacemos los humanos son mucho más diversas.
El mismo cerebro que nos permite darnos cuenta de nuestra existencia, que nos separa de la naturaleza, nos da también una capacidad infinita que debemos aprender a desarrollar. Y creo que es ahí donde está la clave, ese es precisamente nuestro objetivo: ser conscientes, darnos cuenta, observar y conocer el mundo y a nosotros mismos, ser plenamente conscientes de nuestra individualidad que nos separa del resto de la naturaleza, descubrir las habilidades (diferentes para cada persona) que nos hacen sentir bien, desarrollarlas y aprender a aceptar y a amarnos a nosotros mismos y al resto de seres, humanos y no, hasta volver a sentirnos parte del mundo, no ya de forma inconsciente e innata, sino conociendo, siendo conscientes del mundo y sobre todo, amándolo e intentando mejorarlo a nuestro paso.
Tanto los animales como las plantas están unidos a la naturaleza, forman parte de ella y su objetivo en el mundo, en la vida, no es otro que el de existir y desarrollar todo su potencial. Un león es feliz siendo un león, cazando, teniendo su manada, haciendo aquello para lo que la naturaleza le dotó. Un cerezo luce lozano y precioso cuando desarrolla sus flores y frutos, frescos y jugosos, cuando hace aquello que está preparado para hacer.
Y el ser humano… ¿cuál es su objetivo en este mundo? Los humanos, al ser conscientes de nuestra propia existencia, de nuestra individualidad como seres únicos, estamos separados de la naturaleza, del resto de animales y seres vivos. Nos sentimos aislados y muchas veces perdidos, no sabemos qué hacer, hacia dónde ir, no encontramos el sentido de nuestra vida. Sin embargo, yo creo que a este respecto no somos muy diferentes del resto de seres: nuestro objetivo no es otro que el de desarrollarnos plenamente y ser así el mejor ser humano que podamos ser.
El problema o complicación viene a la hora de descubrir cuales son esas potencialidades latentes en nosotros y que debemos desarrollar. En el caso de una planta o animal, el instinto o incluso en ADN les dice cómo desarrollar sus habilidades innatas, pero las potencialidades con las que nacemos los humanos son mucho más diversas.
El mismo cerebro que nos permite darnos cuenta de nuestra existencia, que nos separa de la naturaleza, nos da también una capacidad infinita que debemos aprender a desarrollar. Y creo que es ahí donde está la clave, ese es precisamente nuestro objetivo: ser conscientes, darnos cuenta, observar y conocer el mundo y a nosotros mismos, ser plenamente conscientes de nuestra individualidad que nos separa del resto de la naturaleza, descubrir las habilidades (diferentes para cada persona) que nos hacen sentir bien, desarrollarlas y aprender a aceptar y a amarnos a nosotros mismos y al resto de seres, humanos y no, hasta volver a sentirnos parte del mundo, no ya de forma inconsciente e innata, sino conociendo, siendo conscientes del mundo y sobre todo, amándolo e intentando mejorarlo a nuestro paso.
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