La mortalidad es la maldición y la bendición de ser humanos.
Sabemos que nuestra vida tiene fecha de caducidad, y deseamos que no sea así, sin embargo, es precisamente esta consciencia del vacío que se acerca inexorablemente lo que da sentido a nuestra existencia como individuos y convierte la vida en un bien tan preciado.
El miedo a la muerte nos impulsa a aprovechar la vida, a esforzarnos por conocer, experimentar, sentir, ir más allá… nos hace disfrutar del tiempo que tenemos con una intensidad mayor, puesto que sabemos que es finito.
Un inmortal no entendería la pasión, sentimiento y empeño que ponemos en cada uno de nuestros actos, puesto que tendría toda la eternidad para sentir y experimentar aquello para lo que nosotros solo disponemos de unos instantes.
Tal vez podría considerarse la inmortalidad como un don, la posibilidad de vivir infinitud de experiencias, de sentir incontables pasiones… tal vez. Pero sin duda, el carecer de ese horizonte nebuloso, de ese final imposible de eludir, sería también una maldición puesto que la vida perdería gran parte de su intensidad y belleza.
Romper con la rutina
Las rutinas son hábitos adquiridos a través de la repetición. Nuestra vida está llena de ellas, algunas son buenas y enriquecedoras, mientras que otras son vicios que nos estancan e impiden avanzar hacia la felicidad. Los vicios no son solamente adicciones (como puede ser el tabaco), también pueden ser formas de actuar negativas, rutinas de pensamiento pesimista que repetimos sin darnos cuenta y terminan por formar parte de nosotros mismos.
Para poder avanzar debemos ser conscientes de nuestras rutinas, de las cosas que no nos aportan nada y sin embargo seguimos repitiendo día tras día, apegándonos a ellas por resultarnos conocidas, tranquilizadoras.
Una vez conozcamos nuestras rutinas, debemos pararnos a pensar en ellas y separar aquellas que sí nos enriquecen, nos hacen crecer, nos acercan a la felicidad y nos ayudan a lograr nuestros objetivos, de aquellas que nos estancan, nos frenan en nuestro camino, nos constriñen o incluso nos hacen retroceder y sentir mal.
Finalmente, debemos deshacernos de las rutinas indeseables y esforzarnos por adquirir nuevas rutinas positivas, nuevas formas de pensar y actuar, que en un principio pueden resultarnos trabajosas, pero que poco a poco empezarán a formar parte de nosotros, a salirnos solas, a ser verdaderas rutinas, y nos permitirán avanzar hacia la consecución de nuestros objetivos y hacia la felicidad.
Para poder avanzar debemos ser conscientes de nuestras rutinas, de las cosas que no nos aportan nada y sin embargo seguimos repitiendo día tras día, apegándonos a ellas por resultarnos conocidas, tranquilizadoras.
Una vez conozcamos nuestras rutinas, debemos pararnos a pensar en ellas y separar aquellas que sí nos enriquecen, nos hacen crecer, nos acercan a la felicidad y nos ayudan a lograr nuestros objetivos, de aquellas que nos estancan, nos frenan en nuestro camino, nos constriñen o incluso nos hacen retroceder y sentir mal.
Finalmente, debemos deshacernos de las rutinas indeseables y esforzarnos por adquirir nuevas rutinas positivas, nuevas formas de pensar y actuar, que en un principio pueden resultarnos trabajosas, pero que poco a poco empezarán a formar parte de nosotros, a salirnos solas, a ser verdaderas rutinas, y nos permitirán avanzar hacia la consecución de nuestros objetivos y hacia la felicidad.
Qué es la felicidad
La mía a menudo se compone de una gran taza de café humeante, un poco de chocolate, una manta, un sofá cómodo, un buen libro y mucho silencio.
En ocasiones sin embargo, se esconde bajo una capa de barro, volando en mi respiración entrecortada, se disfraza con el rostro agotado de un compañero donde veo reflejado mi propio agotamiento y la encuentro pinchándome en cada músculo por el esfuerzo realizado. En esos momentos, la felicidad tiene forma ovalada y huele a hierba recién cortada.
Otras veces la encuentro enroscada alrededor de cuatro piernas enlazadas, descansando tranquila sobre mi almohada, entre rizos desordenada, disfrutando el momento, respirando al son de un pecho que sube… y baja… y sube… a ritmo lento.
Puede estar hecha de aire o de fuego, puede ser brisa que purifica o llama que abrasa. Lo importante es reconocerla cuando viene y permitir que te cale hasta los huesos, porque está en los pequeños momentos y no en los grandes acontecimientos.
En ocasiones sin embargo, se esconde bajo una capa de barro, volando en mi respiración entrecortada, se disfraza con el rostro agotado de un compañero donde veo reflejado mi propio agotamiento y la encuentro pinchándome en cada músculo por el esfuerzo realizado. En esos momentos, la felicidad tiene forma ovalada y huele a hierba recién cortada.
Otras veces la encuentro enroscada alrededor de cuatro piernas enlazadas, descansando tranquila sobre mi almohada, entre rizos desordenada, disfrutando el momento, respirando al son de un pecho que sube… y baja… y sube… a ritmo lento.
Puede estar hecha de aire o de fuego, puede ser brisa que purifica o llama que abrasa. Lo importante es reconocerla cuando viene y permitir que te cale hasta los huesos, porque está en los pequeños momentos y no en los grandes acontecimientos.
Deseo de Poder
El deseo de poder no nace de la fuerza, sino de la debilidad.
La incapacidad de muchos hombres para alzarse en solitario y ser fuertes por sí mismos, les impulsa a buscar la aprobación, el apoyo y la obediencia de los demás. Son hombres débiles que buscan un sustituto de esa fuerza que no encuentran en sí mismos.
Los gobernantes deberían ser personas fuertes, autosuficientes y estables. Debería por tanto negársele el acceso al poder a todo aquel que tenga deseo del mismo.
El mejor gobernante será alguien que no desee el poder y sin embargo lo acepte por el bien del pueblo.
La incapacidad de muchos hombres para alzarse en solitario y ser fuertes por sí mismos, les impulsa a buscar la aprobación, el apoyo y la obediencia de los demás. Son hombres débiles que buscan un sustituto de esa fuerza que no encuentran en sí mismos.
Los gobernantes deberían ser personas fuertes, autosuficientes y estables. Debería por tanto negársele el acceso al poder a todo aquel que tenga deseo del mismo.
El mejor gobernante será alguien que no desee el poder y sin embargo lo acepte por el bien del pueblo.
Respeta a tus mayores
Cuando una sociedad es estable y la existencia no cambia sustancialmente de una generación a otra, la experiencia que proporciona la edad suele ser algo muy respetado, como ocurría en china, en el antiguo Japón, o en la Europa del siglo pasado.
Sin embargo, en épocas de continuo cambio como la actual, las generaciones jóvenes, con mayor capacidad de adaptación, se desenvuelven mucho mejor. Esto les lleva a sentirse superiores a sus mayores y ancianos, a no tener en cuenta sus enseñanzas por encontrarlas obsoletas y poco prácticas, y finalmente… a perderles el respeto.
Si queremos que las generaciones jóvenes crezcan respetando las enseñanzas y los valores de sus mayores, no podemos imponérselos por la fuerza. Lo que debe ocurrir es que las generaciones más viejas acepten el cambio y se adapten a él en lugar de cerrarse e intentar que todo permanezca igual. Solo de este modo sus enseñanzas y experiencias podrán resultarles útiles y actuales a los jóvenes, solo de este modo los verán como algo a tener en cuenta y a respetar.
Sin embargo, en épocas de continuo cambio como la actual, las generaciones jóvenes, con mayor capacidad de adaptación, se desenvuelven mucho mejor. Esto les lleva a sentirse superiores a sus mayores y ancianos, a no tener en cuenta sus enseñanzas por encontrarlas obsoletas y poco prácticas, y finalmente… a perderles el respeto.
Si queremos que las generaciones jóvenes crezcan respetando las enseñanzas y los valores de sus mayores, no podemos imponérselos por la fuerza. Lo que debe ocurrir es que las generaciones más viejas acepten el cambio y se adapten a él en lugar de cerrarse e intentar que todo permanezca igual. Solo de este modo sus enseñanzas y experiencias podrán resultarles útiles y actuales a los jóvenes, solo de este modo los verán como algo a tener en cuenta y a respetar.
Pulido
La disciplina es la capacidad de perseverar cuando algo es difícil.
La adversidad es la forma en que la vida va probando y perfeccionando a las personas, forjando su carácter.
El trigo y el arroz sufren al ser molidos, una piedra preciosa sufre al ser pulida, pero de ese proceso sale algo especial, mejor de lo que había antes. Si una persona desea ser especial, mejorar, debe ser capaz de seguir adelante incluso cuando es dificil hacerlo.
La adversidad es la forma en que la vida va probando y perfeccionando a las personas, forjando su carácter.
El trigo y el arroz sufren al ser molidos, una piedra preciosa sufre al ser pulida, pero de ese proceso sale algo especial, mejor de lo que había antes. Si una persona desea ser especial, mejorar, debe ser capaz de seguir adelante incluso cuando es dificil hacerlo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)