A lo largo
de su discurrir en el tiempo, nuestra energía, nuestro ser, se va impregnando
del olor y el color de todo aquello que le acontece. La memoria los arrastra
consigo como un tinte que se interpone al mirar el mundo y hace que nuestra
visión del mismo sea sesgada.
Si queremos
observar la totalidad de la existencia en si desnuda integridad, debemos
olvidarnos de lo que sabemos, debemos liberarnos de los olores y colores que
nos impregnan, dejar caer los velos y, una vez limpios de recuerdos, abrirnos a
lo observado.
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