Cuando una sociedad es estable y la existencia no cambia sustancialmente de una generación a otra, la experiencia que proporciona la edad suele ser algo muy respetado, como ocurría en china, en el antiguo Japón, o en la Europa del siglo pasado.
Sin embargo, en épocas de continuo cambio como la actual, las generaciones jóvenes, con mayor capacidad de adaptación, se desenvuelven mucho mejor. Esto les lleva a sentirse superiores a sus mayores y ancianos, a no tener en cuenta sus enseñanzas por encontrarlas obsoletas y poco prácticas, y finalmente… a perderles el respeto.
Si queremos que las generaciones jóvenes crezcan respetando las enseñanzas y los valores de sus mayores, no podemos imponérselos por la fuerza. Lo que debe ocurrir es que las generaciones más viejas acepten el cambio y se adapten a él en lugar de cerrarse e intentar que todo permanezca igual. Solo de este modo sus enseñanzas y experiencias podrán resultarles útiles y actuales a los jóvenes, solo de este modo los verán como algo a tener en cuenta y a respetar.
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