Mundos diferentes

Mundos diferentes,
mil vidas,
mil gentes,
cambia la misma tierra
cuando caminas sobre otras suelas.



Los colores de la creación


Durante eones dormitó en la oscuridad de lo eterno, flotando en el vacío indiferenciado. Durante eones fue aprendiendo a Ser, escuchando tan solo su silencio interno.

Sintió nacer en sí el impulso creador, lo vio revolotear en sus entrañas empujándolo hacia algo. Lo incubó con cuidado hasta que este fue tan grande que no pudo retenerlo más. Pronunció entonces la primera palabra y dijo “Hágase la luz”.

Un resplandor comenzó a llenar el espacio inconmensurable. En perfecta simetría, su pureza irradió en todas direcciones despejando las densas sombras que poblaban los rincones del universo. Giró, giró, y volvió a girar…. bañándolo todo con su blanca claridad. Fue Sol y se dio por completo en su radiar.

Percibió cómo lo indiferenciado comenzaba a diferenciarse, su luz se fue densificando y trazas amarillas comenzaron a teñir la blancura de su ser cósmico. Abandonando la simetría, donó sus áureos rayos a la tierra recién aparecida, su Yo encontró en ella un punto de anclaje y feliz por su nueva obra, irradió veloz al infinito. Fue el alado mensajero de la luz, alcanzando los más lejanos vacíos.

Calmó poco a poco su euforia, aprendiendo a escuchar cuanto le rodeaba. Inclinado hacia el cosmos, abrió un espacio para la vida, que bajo sus pies crecía. Palpó en amorosa entrega el verde extenso de las praderas sin frontera, y fue madre de los seres que en ellas se esparcían.

Se observó entonces a sí mismo como centro del todo y descubrió en su interior una fuerza capaz de soportar el universo. Vio subir el rojo de su voluntad desde las profundidades de sus abismos hasta las más elevadas alturas. Sintió el poder que habitaba en su interior, fogoso y marcial a una, doblegándose para proteger el mundo.

Se elevó por encima de sus límites hasta verse desde fuera, aplacó su ímpetu y un plácido resplandor naranja llenó su alma con la paz del que nada espera. Abarcó la totalidad con su sabia mirada y reconociéndose responsable de la existencia, quiso comprender sus confines.

Llegó a los límites del tiempo que él mismo había creado, y observó cómo el níveo azul de la bóveda celeste se había ido densificando con el trascurrir de las eras. Infinitas edades habían pasado desde que el espacio naciera como receptáculo inicial del todo, su primigenio calor se había ya enfriado, y un denso azul marino daba hoy fe de la profunda  oscuridad que un día fue iluminada.

Desde la más lejana esfera volvió a interiorizarse en su punto central, se sumergió en el océano violeta del dejar hacer, que impregnó sus recodos hundiéndole en la pesantez. Se entregó por completo, perdiendo su propio movimiento, feliz de reflejar la luz de otros. Y fue este último y voluntario sacrificio el que permitió a su creación replicarse, observarse a sí misma en su espejo y ser una con su creador, descubriendo en su interior el sendero de vuelta a lo eterno.



El ángel desconocido

Nostalgia de lo eterno….
fui…
mas duermo.

Y encerrado entre mis ropas
ya no se me ven las alas,
quien de todo se despoja
vuelve a ser más que la nada.
Pero ahora, mis sandalias son zapatos
y pesado, me disuelvo en el abrazo
de este mundo que rodea
mi ser con sus vestiduras
impidiendo que se vea
lo que fui en las alturas.

Se ha tornado piedra lo que fue del cielo,
traje y corbata mi vaporoso velo.

Nadie sabe quién fui,
nadie de dónde vengo,
de las vidas que vi
voy perdiendo el recuerdo.

Tan solo un poso queda
que me inflama, me lleva.

Nostalgia de lo eterno…
fui…
mas duermo.




Inspirado en el poema de Rafael Alberti


Claro de luna

Gracias por mostrarme los claros de luna,
por esos paseos sin prisa ninguna,
por darme un oasis contra el ajetreo,
frenando mi ritmo cuando yo no puedo.

En las grises sombras de la noche clara
se pierde mi vista en la oscura nada
siguiendo una senda de olmos y estrellas,
me colmo en el brillo de la luz más bella.
Escucho el arroyo, su canto que fluye
calando en mi alma los miedos destruye,
hoy me siento en lo más profundo unida
al bosque que en la noche rezuma vida.



La vida que entreteje

Henchida de frescor
mi alma inspira, se alimenta y crece
llenando de verdor
la vida que entreteje,
la que luego espira y suelta perece.



Soy


En los huecos de mi alma vive el tiempo acurrucado, que dormita palpitando si cansado me recojo,  deteniendo los siglos en calmo reposo. Al albor de la mañana me despierto y miro, el silencioso vacío que siempre me acompaña…. y lo empujo, que salga. Él se extiende y despereza, desenrosca sus hilos, que son los míos, y la vida lentamente comienza.

Arde mi ser, todo es llama, luz y calor que mi pecho inflama. Me divido en mil rescoldos, en su interior me escondo, me condenso y estallo en violento soplo, vivo en los vientos que dan forma hasta que todo mi ser se enfría, bulle y se transforma.

Fluyo a mi través llenando el mundo, soy la cresta de la ola que cabalgo sin frontera, por las aguas eternas, que en su vaivén me llevan. En mi húmedo seno se mece, la chispa que crea y crece. Impregno de mis aguas las secas vastedades que forjan y endurecen mis partes materiales.

Me vuelvo roca y guijarro, el pasar de las eras me admira estático, petrificado, mientras siento los áureos metales que destilan con su fuerza, la luz de mis cristales. La noche me encuentra inmerso en flores de eterna transparencia, permitiendo que atraviese mi esencia el quedo canto del universo. Abriendo sin resistencia un hueco donde repose el tiempo.





Al viento las ideas

Mañanas de verano
escuchando el rumor de la arboleda,
cabello despeinado,
al viento las ideas
que al sacudir el polvo, se renuevan.



¿Quién dijo miedo?

¿Quién dijo miedo?
¡Que el mundo calle!
Que yo no puedo
explicar ni dar detalle
de por qué veo
que lo cabal
es hoy alzar el vuelo
a pesar
de no llegar a ver el suelo.



Tapiz interno


Despertando los dormidos
sueños que en el día
van tejiendo mis motivos,
me mantienen viva.
En la rueca del destino
aún sin yo saberlo
trenzan oníricos hilos
mi tapiz interno.
En buscando un camino
me entrego desnuda
al placer de los sentidos
que a fondo me muda.
Pues resultan ser tan míos
los cuadros mostrados
que se antoja cuanto miro
sabio y prefijado. 



Difuminando a Ockham


En los sutiles recodos del arte
se desdibujan los límites claros
surgen nuevas verdades al amparo
de esas sombras que no cesan de hablarte.
En su susurro de luces brillante
vas descubriendo que el mundo soñado
es más real que el que toca tu mano,
destapando el eterno interrogante.

Dónde empiezan y acaban las ideas,
dónde lo que ya existe y lo que creas,
dónde cuanto es mentira y la Verdad.
Por qué la ciencia resulta tan ciega,
su navaja cuanto es difuso niega
d ejando fuera media realidad.