Poesía

Tú eres, poesía,
la razón de mi ser,
tú enciendes cada día
el nuevo amanecer.

Tú bailas en mi pecho
donde nadie te ve,
cada verso que he hecho
fue tu luz una vez.

Así cuando te veo
en mí vuelve a crecer,
eternamente nuevo
el arte al renacer.



El ciclo del bosque

Un soplo de brisa entró por la ventana abierta anunciando el final de las densas tardes de estío, noches de grillos. Barrió la pesantez, que plácida descansaba bajo las sillas del comedor, y subió las escaleras  refrescando cada rincón, antes de salir ondeando entre las blancas sábanas que hacía tiempo soltaron sus últimas gotas de humedad.



El joven dejó sus juegos de chiquillo, entre tirachinas y saltamontes, para seguir el camino de las ocres hojas que, pudorosas, se lanzaban a cubrir la desnudez del suelo creando un espacio protector, donde el barro reseco pudiese lamer sus grietas. Impulsado por sus tonos rojizos y el incipiente olor de la vida, el muchacho avanzó, vuelta tras vuelta, internándose cada vez más en el bosque. El sol perdía ya su brillo cuando tomó asiento a los pies de un viejo castaño.

Allí observó los frutos hundirse en fértil tierra y en ella deshacerse dando todo de sí, sin egoísmos ni rencores. Inmóvil vio a las hojas sacrificar su verde lozanía para nutrir el suelo con su descomposición. Escuchó la vida crujir internándose en sí misma, vio caer las cúspides más frondosas del caos y elevarse las diamantinas estrellas.

Pasaron horas, noches, días, creció su cabello y sus ropas perdieron el color. Vinieron parientes y amigos a preguntar el por qué de su retiro. Razonaban, pedían, suplicaban, tratando de devolverle la cordura, intentando llevarlo de nuevo al hogar, pero ¿cómo encerrar en cuatro paredes a quien vive en todo un universo?



Llegaron los fríos, las nieves cubrieron sus hombros y cabellos. Sobre su piel sentía la desnudez de los árboles que, azotados al viento, silban alzando sus ramas y exclamaba con ellos en silencio, suplicando clemencia a los elementos. Las lluvias empaparon su rostro y su mirada se dirigió hacia dentro, a la oculta semilla que aún duerme, hacia el sueño latente de lo vivo y lo verde. Y en el centro, donde nadie llega, contempló la noche más bella. Vio nacer las estrellas, vio vacías constelaciones extenderse y morir en cúmulos de galaxias olvidadas. Observó entonces el firmamento, sintiendo el fluir continuo del tiempo que, lento y constante, avanza transformando todo a su paso. Vivió la eternidad contenida en cada momento, tocó el infinito entre sus hombros, lo vio extenderse y con él creció.



En la noche más larga una mujer vino a suplicar nuevamente su regreso, pero él se encontraba a eones de aquel lugar y su voz suplicante no pudo alcanzarlo. En una lágrima cristalina, ella derramó su última gota de esperanza antes de volver a sus quehaceres humanos. Y esa cálida lágrima cayó en su regazo, resbalando despacio, caló la fría tierra cediéndole su calor. Y fue entonces que allí en su centro, él vio brotar la chispa que alimenta la vida.

Arremolinándose entre las galaxias, se plegó sobre sí dejando fuera el universo, renunciando a la eternidad de la existencia infinita. Volvió al bosque, a su cuerpo, al castaño. Saboreó la calidez derritiendo las nieves en sus cabellos, una borboteante humedad invadió su cuerpo y el bosque, llenando cada rincón con una fuerza renovada que, desde su interior, lo empujaba a elevarse. Los animales despertaron, las plantas buscaban la luz solar, entregándose al mundo. Sintió abrirse su corazón y expandiéndose nuevamente tocó con su alma cada ser humano que existió o existirá. En la punta de sus dedos notó el inconfundible cosquilleo de la vida que crece y se expande, y con ella creció, abarcando en su pecho toda la existencia, hasta comprender que el amor irradia de un centro, pero no conoce límites, hasta ser luz, que todo lo envuelve e impulsa.



Y al volver a su centro, el fresco olor a vida de la verde tierra, le impulsó a moverse, le hizo ser. Y vuelta tras vuelta, le fue guiando hasta salir del bosque. La alegre brisa de primavera impregnó sus pulmones y se introdujo en las rendijas de sus ropas, enredando sus cabellos revoltosos, llenando de sonrisas su alma, henchida de eternidad, y le condujo volando de vuelta a su hogar.

La tierra de su niñez lo acogió paciente y franca, y él volvió ser un chiquillo, aunque nunca más lo fue. Volvió a cuidar grillos entre sus manos, volvió a escuchar el sol en las tardes de estío, volvió a sus hogueras nocturnas, volvió a reflejar el firmamento en sus ojos, volvió a ser uno sabiéndose todo.


Gracias de verdad

Gracias por cuidar
de mi niño interior
y por escuchar
más allá de mi voz.

Gracias por pensar
en mi bien superior
y por inspirar
cada nueva creación.

Gracias por tu paz,
claridad, comprensión,
por saber tocar
suave mi corazón.

Gracias por confiar,
por mostrarme tu “Yo”
y por despertar
en mi alma el amor.

Gracias, de verdad,
por hacerme mejor.




Abriendo espacios

Entre luz y oscuridad
me encuentro,
intentando equilibrar
mi centro,
pesantez y liviandad
que siento,
me permiten asomar
adentro.
Y al abrir espacios
que no existían,
descubro despacio,
con alegría,
mil colores vibrantes
que no vi nunca,
y una fuerza que antes
estaba oculta.



Soy primavera

Amar aprendiendo a ver
detrás del hombre su ser,
soltar sin miedo a perder,
que habrá un nuevo amanecer.

Hoy amo toda la vida
que tan hermosa se expresa,
hoy siento en mí, tal belleza,
que cada espacio ilumina.

En mi la tierra se mira,
soy suelo fértil, fecundo,
hoy soy la amante del mundo,
que con mis pasos camina.

Me he transformado, soy nueva,
porque el amor sin barrera
ha permitido que pueda
sentir que soy primavera.





Luz trenzada

Invisible luz trenzada
que los siglos atraviesa,
cada vida más espesa,
de experiencias reforzada.

Hoy te veo en mis entrañas
y por ti yo soy llamada
a esta imagen reflejada
que es tan mía y tan extraña.

Permanente conexión
que alimenta los opuestos
hasta al fin estar dispuestos
para abrir el corazón.


Contemplando el arte

Contemplar
conociendo qué hay detrás,
observar
minuciosos los detalles
y dejar
lo superfluo que se calle,
escuchar,
que a tu alma el mundo hable.



Al resonar

Voy descendiendo al interior
de mis honduras insondables,
voy aprendiendo a ver mejor,
a permitir que en mí él hable.

Y al resonar su limpia voz
en amplitudes imparables,
tengo un atisbo de ese Dios
que se creó inconmensurable.



Unidad

En la informe noche oscura,
sobre el bosque crepitando,
me derramo, alma pura,
que mi cuerpo va soltando.

Y al albor de la locura
tal espacio voy creando
que soy todo, en todo una,
mis espacios ensanchando.

Soy el Sol y soy la Luna,
en mi ser la luz portando,
soy Amor que el mundo muda,
la materia transformando.



Dar

Dar sin esperar
que pueda regresar,
dar y comprobar
que no cesa el manar.
Dar sin importar
cuán lejos va a llegar,
dar porque el amar...
trasciende toda realidad.