Proposición

Quiero compartir contigo
cuanto depare el camino,
hacer tuyas y mías
las penas y alegrías
y juntos superarlo todo.
Avanzar codo a codo,
para así llegar más lejos
que estando solos,
y hacernos viejos,
sin tener complejos,
viviendo a nuestro modo.

Quiero abrir corazón y mente
sabiéndonos independientes,
amar y conocer al otro,
poco a poco.
Aprender a coser cualquier roto
y cada cierto tiempo
volvernos locos:
Vivir el cuento
que queramos inventar,
no tener dueños,
perseguir nuestros sueños
y no dejarnos amilanar
por quienes digan
que debemos vivir la realidad.

Soñar, volar,
sentir la vida,
dejarnos llevar
y disfrutar sin medida.
Crecer, aprender,
no temerle a nada,
y al anochecer,
acostarme en tu almohada.

Desbordar alegría
y volver a elegir cada día
al otro como compañía.

¿Querrás acompañarme, mi vida?



La Mariposa y la Flor

Sucedió una vez que una Mariposa y una Flor se enamoraron. Solían verse de lejos sin atreverse a hablar, hasta que un día la Mariposa se posó en la Flor y ya no quiso despegar. Pasaron días felices una junto a la otra, sintiendo el sol sobre sus alas y pétalos, meciéndose al arrullo de la brisa de verano, respirando el olor dulzón del polen… pero llegó un momento en que la Mariposa sintió la necesidad de volar. Y sin dudarlo un momento se lo dijo a la Flor: sentía tener que dejarla, pero necesitaba volar para poder desplegar todo su potencial, para poder ser ella misma… y sintiéndose muy apenadas, se despidieron y la Mariposa voló.

Desplegó sus alas, viajó, se sintió hermosa bajo el sol y descubrió lo que es ser una mariposa, disfrutando del vuelo y las alturas, visitando mil jardines y bosques. De vez en cuando pasaba cerca de su Flor, le saludaba batiendo las alas más fuerte y veía cómo ella le sonreía y abría más sus pétalos.



Y así vivió un tiempo, aprendiendo a ser Mariposa, disfrutando del vuelo, hasta un día que, volando detrás de una nube, vio de lejos a su Flor sin que ella le viese… y le sorprendió encontrarla llorando.

Entonces se dio cuenta, frenó su vuelo y volvió a posarse sobre su Flor:
- Perdóname. Te he hecho daño. – le dijo la Mariposa -  ¿Por qué me has dejado hacerlo? ¿por qué no me dijiste que te dolía que me fuese a volar?

A la flor le temblaron un poco los pétalos, pero respiró hondo y respondió:

- Claro que duele que te vayas. Yo te quiero y sé que quiero estar contigo, pero no puedo ayudarte a volar, eso tienes que hacerlo sola. Tú sentías la necesidad de volar, y yo no quiero es que estés conmigo por pena, porque crees que es injusto abandonarme aquí en tierra, o porque sabes que yo te quiero a ti. No quiero que te sientas culpable por querer volar, eres una mariposa y precisamente por eso me gustas.

La Flor se limpió las lágrimas y ya con más fuerza prosiguió:
- Quiero que seas feliz, que te sientas bien contigo misma, que vueles y descubras quién eres, hasta dónde puedes llegar y hacia dónde quieres ir. Y entonces, habiendo conocido mil jardines, sintiéndote realizada y en paz con el mundo… levantes la cabeza, mires alrededor y al verme pienses: “esta es la flor con la que quiero estar”.

Y sonriendo melancólica terminó:
- Quiero que estés conmigo porque tú quieres, no porque sabes que yo lo quiero. Pero para eso tengo que dejarte ir libre, tengo que dejar que vueles, que crezcas, que evoluciones. Y si cuando vuelvas, no sientes que me quieres… entonces yo tampoco quiero que te quedes conmigo.

Solitario y frío

Necesito volar
solitario y frío,
me quiero despegar
del cobijo de tu ombligo,
para soltar esta maraña
que tengo en mi interior
y saber si el calor
que siento en mis entrañas
viene de tu amor
o es tan solo mío.

Los vientos me arañan sin compasión
ahora que estoy desprotegido,
pero no me ahorres el dolor,
porque es quien despierta mis sentidos
y me permite saber
que no estoy dormido.

Necesito volar
solitario y frío
para saber que estoy vivo.
Y solo cuando vuelva,
ya libre y crecido,
podré volar contigo.



Del revés

Para buscar la felicidad
te sumerges en el dolor,
para buscar estabilidad
rompes con tu vida anterior.

Cómo quieres encontrar
eso tan buscado
si cuando te va a llegar
sales espantado.

Cuándo verás que en realidad
lo tenías a tu lado
y por buscarlo has dejado
que se te escurra entre las manos.


Mil puñales


Tu ausencia la siento
como mil puñales
que se clavan a un tiempo
partiéndome en dos mitades,
y de mi cuerpo abierto
brotan los siete mares,
mis lágrimas saladas
rebosan los canales
de esta ciudad abandonada,
donde todos los males
duermen sobre mi almohada,
de añoranzas empapada.



El jardín

Infancia y adolescencia: 

En el jardín de la vida
todos pasan tres etapas.
Para que pueda desarrollar
un día todo su potencial,
debemos primero desbrozar,
airear la tierra y preparar
el terreno a sembrar.
Duele y es trabajoso
abrir surcos y quitar despojos,
pero es necesario para arar
no tener un pedregal.

Juventud y edad adulta: 

Llegado el momento hay que sembrar,
es importante elegir
qué semillas cultivar
y no escatimar
el tiempo y esfuerzo a invertir
si queremos verlas germinar.
A veces nos agotan,
pero debemos cuidar
los tallos que brotan
¡y no olvidarnos de regar!

Madurez y vejez: 

Cuando todo haya crecido,
debemos recolectar,
recoger lo merecido
por el esfuerzo invertido
y disfrutar
del fruto obtenido.
Podemos entonces descansar,
sentirnos satisfechos
por un trabajo bien hecho.
Nuestro jardín ha florecido,
su vida ha sido de provecho.



Alegoría del carruaje

(Jorge Bucay)


Un día de octubre, una voz familiar en el teléfono me dice:
- Sal a la calle que hay un regalo para ti.
Entusiasmado, salgo y me encuentro con el regalo. Es un precioso
carruaje estacionado justo frente a la puerta de mi casa. Es de madera de
nogal barnizada, tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca, todo
muy fino, muy elegante. Abro la portezuela de la cabina y subo. Un
gran asiento semicircular forrado en pana y unos visillos de encaje
blanco le dan un toque de realeza. Me siento y me doy cuenta que
todo está diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo de las
piernas, el ancho del asiento, la altura del techo... todo es muy cómodo, y no
hay lugar para nadie más.



Entonces miro por la ventana y veo "el paisaje": de un lado el frente de mi casa,
del otro el frente de la casa de mi vecino... y digo: "¡Qué maravilla este regalo!
Qué bien, qué bonito". Y me quedo un rato disfrutando de esa sensación.

Al rato empiezo a aburrirme: lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo. Me pregunto: "¿Cuánto tiempo puede uno ver las mismas cosas?". Y empiezo a convencerme de que el regalo que me hicieron no sirve para nada. De eso me ando quejando en voz alta cuando pasa mi vecino que me dice, como adivinándome:
-¿No te das cuenta que a este carruaje le falta algo?
Yo pongo cara de qué-le-falta mientras miro las alfombras y los tapizados.
-Le faltan los caballos -me dice antes que llegue a preguntarle.
"Por eso, veo siempre lo mismo -pienso- por eso me parece aburrido."

-Cierto -digo yo.
Entonces voy hasta el establo que hay en la estación y le ato dos caballos al
carruaje. Me subo otra vez y desde adentro grito:
-¡Eaaa!.

El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia permanentemente y eso me sorprende. Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vibración y a advertir el comienzo de una rajadura en uno de los laterales.
Son los caballos que me conducen por caminos terribles; pasan por todos los hoyos, se suben a las banquetas, me llevan por barrios peligrosos. Me doy cuenta que yo no tengo ningún control; los caballos me arrastran por donde ellos quieren. Al principio, ese derrotero era muy bonito, pero al final siento que es muy peligroso.
Comienzo a asustarme y a darme cuenta de que esto tampoco sirve. En ese momento, veo a mi vecino que pasa por ahí cerca en su coche. Lo insulto: -¡Qué me hizo!
Me grita: -¡Te falta el cochero!
-¡Ah! -digo yo.
Con gran dificultad y con su ayuda, logro hacer que los caballos se detengan y
decido contratar a un cochero. A los pocos días asume funciones. Es un
hombre formal y circunspecto con cara de poco humor y mucho conocimiento.

Me parece que ahora sí estoy preparado para disfrutar verdaderamente del regalo que me hicieron. Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al cochero a dónde quiero ir. Él conduce, él controla la situación, él decide la velocidad adecuada y elige la mejor ruta. Yo... Yo disfruto el viaje.


                             .........


Esta pequeña alegoría debería servirnos para entender el concepto holístico del ser.
Hemos nacido, salido de nuestra "casa" y nos hemos encontrado con un regalo: nuestro cuerpo. Un carruaje diseñado especialmente para cada uno de nosotros. Un vehículo capaz de adaptarse a los cambios con el paso del tiempo, pero que será el mismo durante todo el viaje.
A poco de nacer, nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un requerimiento instintivo, y se movió. Este carruaje -el cuerpo- no serviría para nada si no tuviera caballos; ellos son los deseos, las necesidades, las pulsiones y los afectos.
Todo va bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos cuenta que estos deseos nos llevaban por caminos un poco arriesgados y a veces peligrosos, y entonces tenemos necesidad de sofrenarlos. Aquí es cuando aparece la figura del cochero: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra capacidad de pensar racionalmente. Ese cochero dirigirá nuestro avance.


Hay que saber que cada uno de nosotros es, por lo menos, los tres personajes que intervienen allí. Tú eres el carruaje, eres los caballos y eres el cochero durante todo el camino, que es tu propia vida. La armonía deberás construirla con todas estas partes, sin descuidar a ninguno de estos tres protagonistas.
Dejar que tu cuerpo sea llevado sólo por tus impulsos, tus afectos o tus pasiones puede ser y es sumamente peligroso. Es decir, necesitas de tu cabeza para ejercer cierto orden en tu vida.
El cochero sirve para evaluar el camino, la ruta. Pero quienes realmente tiran del carruaje son tus caballos. No permitas que el cochero los descuide. Tienen que ser alimentados y protegidos, porque.... ¿qué harías sin los caballos? ¿Qué sería de ti si fueras solamente cuerpo y cerebro? Si no tuvieras ningún deseo ¿cómo sería la vida? Sería como la de esa gente que va por el mundo sin contacto con sus emociones, dejando que solamente su cerebro empuje el carruaje. Obviamente, tampoco puedes descuidar el carruaje, porque tiene que durar todo el trayecto. Y esto implicará reparar, cuidar, afinar lo que sea necesario para su mantenimiento. Si nadie lo cuida, el carruaje se rompe, y si se rompe se acabó el viaje.


Justo cuando puedo incorporar esto, cuando sé que soy mi cuerpo, mi dolor de cabeza y mi sensación de apetito, que soy mis ganas y mis deseos y mis instintos que soy además mis reflexiones y mi mente pensante y mis experiencias... Justo en este momento estoy en condiciones de empezar, equipado, este camino, que es el que hoy decido para mí.




Nadie piensa


Hoy en día nadie piensa. La sociedad actual nos bombardea con mil y una distracciones para que ocupemos nuestros días en actividades inocuas. Y nosotros, como dóciles borregos, dejamos escapar nuestro valioso tiempo atareados, de aquí para allá, del trabajo a casa, a mirar el correo, a comentar cualquier tontería en las redes sociales, a enterarte de los “trending topics”… y si tienes un rato a solas: pon música, o la radio, o la tele y a enterarse de cotilleos y chorradas que no nos importan, ¡da igual! El caso es que haya ruido, que no podamos pensar en paz.

Hoy en día nadie piensa. Vivimos rodeados de distracciones para no sentirnos solos, para no darnos cuenta de lo vacíos que estamos por dentro. Muy poca gente se para en mitad de este bullicio que es la vida moderna y dice “¡Ey!… espera un momento. ¿Hacia dónde voy?” y lo que es más importante: “¿Hacia dónde quiero ir?”. Muy poca gente disfruta de los ratos de soledad, los busca y los aprovecha para pensar.

Algunos lo llaman meditación, otros momentos de reflexión… otros van al psicólogo para contarle su vida y que él piense por ellos. Yo simplemente lo llamo pensar, pensar en todo, en uno mismo, en los demás, en la vida, en  la muerte, en la felicidad y la tristeza, en las cosas que realmente nos importan… pensar. Y creo que todo el mundo debería hacerlo para ser una persona completa.

Hoy en día nadie piensa. El mundo está lleno de cáscaras vacías con forma humana, pero sin nada dentro. Muchos creen que son felices, pero yo creo que simplemente se dejan llevar. Otros se dan cuenta de que no son felices, pero no saben cambiar ese hecho porque para ello primero deben pararse y pensar.

En los colegios debería enseñarse a pensar, creo que es lo más importante para crecer y madurar como personas. Sin embargo la educación está dirigida a hacer que los niños aprendan un montón de datos inútiles. Se ofrece a las futuras generaciones una basta galería de sabiduría acumulada a lo largo de los siglos, de pensamientos que otros han formulado y probado… y se les hace aprender lo que otros ya pensaron en su día en lugar de enseñarles a pensar por ellos mismos.

No es extraño entonces que al llegar a la edad adulta nadie piense. Podemos ser muy cultos, haber aprendido un montón de datos, pero jamás nos han enseñado a pensar ni nos han dicho que debamos hacerlo. Más bien al contrario, se fomentan las distracciones para que no pensemos demasiado, porque somos más manejables como una masa distraída que como un montón de individuos pensantes. Y no nos damos cuenta siquiera de que no estamos usando apenas ese órgano que nos hace tan diferentes del resto de animales no racionales.

Hoy en día nadie piensa… y nadie se da cuenta.


Tu recuerdo escurre por mis bolsillos


Mis pasos se suceden sin destino
ahora que tú te has ido,
mi mano busca tu mano,
no entiende que te has marchado.
Cómo voy a pasear
sin tu brazo rodeando mi costado,
cómo voy a tapear
sin saber de bares ni palillos,
me queda grande la ciudad,
tu recuerdo escurre por mis bolsillos.

Ya no sé a dónde ir,
ni cómo podré volver,
voy dejando tras de mí
un reguero de papel
escrito con trocitos de mi piel
para que llegues aquí
si algún día caminas por él.

Busco la luna,
inconstante como ninguna,
que un día nos vio nacer
oculta entre las brumas
y a ella le pregunto
qué debo hacer,
por qué me hundo
cada amanecer.

No quiero crecer
si no lo hacemos juntos,
no quiero envejecer
si no estás en mi mundo.






El mundo me parece estrecho


Qué me has hecho
que tengo un nudo en el pecho
que aprieta más y más,
y no me deja respirar.

Qué me has hecho
que me paso el día mirando al techo,
porque si bajo la mirada
caen lágrimas en cascada,
vaciando mis ojos
de extrañarte rojos.

Qué me has hecho
que sobra sitio en mi lecho,
qué me has hecho
que el mundo me parece estrecho.