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Antiguas máscaras

Todos tenemos mil máscaras, y todas ellas son falsas. Queramos o no, vamos evolucionando, cambiando a cada instante. Cada experiencia vivida, por insignificante que parezca, nos transforma, somos diferentes hoy de nuestro propio “yo” de ayer. Por eso solamente la máscara actual es la verdadera, aunque pronto esta también dejará de serlo.

Debemos esforzarnos por ser cada vez lo que en ese momento somos y no dejarnos arrastrar por lo que fuimos.

A veces es complicado porque mucha gente conoce nuestras máscaras pasadas y espera vernos actuar como ellas. Y a nosotros nos resulta más sencillo seguirles la corriente, vestir una máscara que ya hemos llevado antes, con la que nos sentimos cómodos. Pero siempre hay resquicios que no se ajustan a la perfección, y cuando esos resquicios crecen, debemos tener el valor de desechar nuestra antigua máscara y mostrar al mundo nuestro yo verdadero.


Automejorar

Disciplina. Autocontrol. Conocimiento de sí mismo… a muchos les parecen tonterías, pero a mi no.

Intento conocer y mejorar cada aspecto de mi ser. Conozco y acepto mis limitaciones, pero dentro de estas elijo ser como quiero ser, y si veo algo que no me gusta, lo cambio. No digo que sea fácil, a veces cuesta tiempo, a veces duele, pero me esfuerzo y lo hago. Porque solo tengo una vida y no quiero mirar atrás y arrepentirme de haber vivido de forma que no me gusta.

Y me sorprende sobremanera ver que la gran mayoría de la gente no hace esto. Aceptan sus propios handicaps como inamovibles, aprenden a vivir con ellos e incluso se engañan a sí mismos en lugar de esforzarse por mejorar. Cogen hoy el camino fácil, y cuando más adelante se paren y miren hacia atrás, dirán que ya no pueden cambiar el pasado… y ni se plantearán cambiar el futuro.

No saben lo que se pierden. La disciplina es difícil, pero merece la pena intentar ser como realmente quieres ser y vivir la vida que tú quieres vivir.


Hazles soñar

En un mundo tan lleno de estímulos, tan repleto de marcas, actividades y ofertas que se esfuerzan por llamar nuestra atención… todo se ha vuelto gris, nada despierta nuestro interés. Es muy difícil lograr que alguien se detenga en su ajetreada vida y dedique unos segundos a escuchar lo que tienes que decirle. Y prácticamente imposible que tras escucharte, se interese y vuelva a pensar en ello.

Vivimos en un día a día gris. La mayoría de la gente va al trabajo, se aliena durante ocho horas haciendo algo que tal vez no le disgusta, pero que tampoco le motiva especialmente, y después vuelve a casa, come, duerme y ve pasar los días, todos iguales… mientras sueña con las vacaciones. Todos sueñan con el momento de hacer aquello que realmente les gusta. Muchos ni siquiera saben qué es lo que les gusta, y sin embargo sueñan con ello..

Por eso hay algo que sí logra que todos nos paremos e interesemos: hacernos soñar.

No todos tenemos los mismos sueños, pero todos soñamos, sin duda. Y aquellas cosas que nos hacen salir de nuestra rutina gris y soñar… son las únicas que consiguen que nos detengamos en nuestro camino, que les prestemos atención y que incluso las recordemos más tarde y nos planteemos invertir nuestro tiempo en ellas.

Si quieres llamar la atención de la gente, hazles soñar. Porque los sueños son el alimento del alma y por muy gris que sea el mundo que habitamos, todos necesitamos soñar.

Las cosas nos dominan

Hace años la sociedad se preguntaba si los hombres eran dueños de sí mismos o si por el contrario, eran dominados por el mal, representado por el demonio. Se preguntaban si nuestros actos estaban impulsados por el egoísmo, la codicia u otras bajas pasiones, y se buscaba la manera de superar esos impulsos, de no dejar que nuestra vida esté dominada por ellos, para así lograr ser un hombre “bueno”, para ser dueño de uno mismo, para ser libre.

Hoy en día en cambio, las fronteras que separan el bien del mal se han difuminado en gran medida, han dejado de ser competencia de una autoridad exterior como la iglesia. Ha pasado a ser cada individuo el que define su propia ética, el que dibuja el mapa de sus valores y decide conforme a qué directrices quiere vivir.

Hemos dejado de preguntarnos si el demonio nos domina, tenemos libertad para actuar como creamos que debemos actuar. Y sin embargo  no hemos llegado a ser hombres libres, porque en lugar de coger nuestras propias riendas y ponernos al mando de nuestra vida, hemos dejado que las cosas ocupen ese lugar. Las posesiones, el dinero, la necesidad de trabajo, la sociedad, las circunstancias que nos rodean… todas esas cosas que nosotros mismos hemos creado, se nos han montado encima y dirigen nuestras vidas.

El hombre moderno está dominado por el mundo que ha creado, y solo si se libra de esta dominación, si aprende a ser él mismo más allá de las posesiones y circunstancias que le rodean, podrá por fin llevar las riendas de su propia vida y ser un hombre libre.


De qué te arrepientes

Si preguntas a un grupo de personas de qué cosas se arrepienten en su vida y les pides que piensen a corto plazo, en las últimas semanas o meses, la mayoría de ellos te hablarán de cosas que HAN HECHO.

Sin embargo, si repites la misma pregunta pidiéndoles ahora que piensen a largo plazo, que digan sinceramente de qué cosas se arrepienten en su vida, en los últimos cinco, diez o cincuenta años... las repuestas cambian. Encontrarás que a largo plazo las personas se arrepienten de las cosas que NO HICIERON.

Observando esto hay una conclusión obvia.
Por mucho que nos cueste tomar decisiones, hacer cosas nuevas, cambiar actitudes y costumbres... por mucha pereza que nos de movernos, aprender y desarrollar aptitudes desconocidas, por mucho miedo que nos de lo desconocido que viene delante…

Si dentro de nosotros nace una ilusión, un interés por algo, una curiosidad… debemos luchar contra las telarañas que nos amarran a la rutina, nos adormecen y nos detienen, debemos esforzarnos por experimentar eso que nos llama, por vivir esas experiencias que despiertan algo en nuestro interior, que nos impulsan a avanzar y nos hacen evolucionar. Debemos forjar nuestro propio camino llenándolo de experiencias significativas.

Debemos vivir nuestra vida, porque tan solo tenemos una, y por mucho que nos cueste hacer aquello que queremos, cuando al final de nuestro camino miremos hacia atrás, no nos arrepentiremos de aquellas pequeñas cosas que hicimos, de aquellas pequeñas o grandes equivocaciones que cometimos…. sino que serán las cosas que nunca hicimos las que nos pesen en el alma.




Subid el volumen de los altavoces, apagad la luz, poned este vídeo
a pantalla completa... y disfrutad de la poesía de un maestro.

Nadie piensa


Hoy en día nadie piensa. La sociedad actual nos bombardea con mil y una distracciones para que ocupemos nuestros días en actividades inocuas. Y nosotros, como dóciles borregos, dejamos escapar nuestro valioso tiempo atareados, de aquí para allá, del trabajo a casa, a mirar el correo, a comentar cualquier tontería en las redes sociales, a enterarte de los “trending topics”… y si tienes un rato a solas: pon música, o la radio, o la tele y a enterarse de cotilleos y chorradas que no nos importan, ¡da igual! El caso es que haya ruido, que no podamos pensar en paz.

Hoy en día nadie piensa. Vivimos rodeados de distracciones para no sentirnos solos, para no darnos cuenta de lo vacíos que estamos por dentro. Muy poca gente se para en mitad de este bullicio que es la vida moderna y dice “¡Ey!… espera un momento. ¿Hacia dónde voy?” y lo que es más importante: “¿Hacia dónde quiero ir?”. Muy poca gente disfruta de los ratos de soledad, los busca y los aprovecha para pensar.

Algunos lo llaman meditación, otros momentos de reflexión… otros van al psicólogo para contarle su vida y que él piense por ellos. Yo simplemente lo llamo pensar, pensar en todo, en uno mismo, en los demás, en la vida, en  la muerte, en la felicidad y la tristeza, en las cosas que realmente nos importan… pensar. Y creo que todo el mundo debería hacerlo para ser una persona completa.

Hoy en día nadie piensa. El mundo está lleno de cáscaras vacías con forma humana, pero sin nada dentro. Muchos creen que son felices, pero yo creo que simplemente se dejan llevar. Otros se dan cuenta de que no son felices, pero no saben cambiar ese hecho porque para ello primero deben pararse y pensar.

En los colegios debería enseñarse a pensar, creo que es lo más importante para crecer y madurar como personas. Sin embargo la educación está dirigida a hacer que los niños aprendan un montón de datos inútiles. Se ofrece a las futuras generaciones una basta galería de sabiduría acumulada a lo largo de los siglos, de pensamientos que otros han formulado y probado… y se les hace aprender lo que otros ya pensaron en su día en lugar de enseñarles a pensar por ellos mismos.

No es extraño entonces que al llegar a la edad adulta nadie piense. Podemos ser muy cultos, haber aprendido un montón de datos, pero jamás nos han enseñado a pensar ni nos han dicho que debamos hacerlo. Más bien al contrario, se fomentan las distracciones para que no pensemos demasiado, porque somos más manejables como una masa distraída que como un montón de individuos pensantes. Y no nos damos cuenta siquiera de que no estamos usando apenas ese órgano que nos hace tan diferentes del resto de animales no racionales.

Hoy en día nadie piensa… y nadie se da cuenta.


Verbalizando el ozono

Me gusta el olor a Ozono que precede a las repentinas tormentas veraniegas. Quisiera poder plasmarlo sobre el papel, decir que es fresco y metálico a la vez, que huele a hierro oxidado y a hierba recién cortada, a descarga eléctrica y a limpia transparencia. Decir que es suave y penetrante, que anuncia una descarga de alegres gotas que pronto invadirán este ambiente cargado llevándose con ellas la pesadez del verano, dejando un aire nuevo, ligero.

Quisiera decir todo esto y que quien lo leyera pudiese olerlo, sentirlo, notar la suave caricia de las gotas sobre su piel. Pero es imposible. Por mucho que me acerque, por muy bien que lo describa, hay sensaciones que no pueden ser atrapadas dentro de palabras.

Cuando expresamos un pensamiento, sentimiento o sensación, las palabras que elegimos son como cuencos, recipientes que contienen aquello que queremos expresar. Pero en realidad no son más que palabras y no pueden contener la esencia de lo que intentamos explicar porque los sentimientos, las sensaciones, los pensamientos… no son estáticos, fluyen continuamente, cambian de matiz, crecen y desbordan sin remedio el recipiente en el que queríamos contenerlos.

La experiencia pierde intensidad al verbalizarla, y tan solo quien haya vivido algo similar podrá hacerse una idea de lo que intentamos expresar. No por los cuencos de palabras que intentamos hacerle llegar, medio vacíos ya de tanto desbordar, sino por el recuerdo de su propia experiencia vivida.

Condicionamiento inconsciente

El mundo exterior nos condiciona, nos hace ser de una manera u otra, nos dice lo que debemos pensar y sentir, nos hace asociar deber con sumisión, virtud con obediencia, y pecado con desobediencia entre otras muchas ideas.

Lo que nos dicen y los hechos que vivimos, nos moldean. Somos como somos dependiendo de la educación que hayamos recibido y de nuestras vivencias, y ambas están marcadas por la familia y la sociedad que nos rodea.

Debemos conocer la sociedad en que vivimos si queremos conocernos a nosotros mismos. De lo contrario, ¿cómo puede uno saber qué parte de sí mismo no es realmente suya?





¿Dónde reside el hogar?

Cuando era pequeña, cerraba los ojos pensando en mi hogar y veía la casa donde crecí, la casa de mis padres, la habitación que compartía con mi hermano, mis juguetes y el nido del balcón. Cambiamos de casa y me sentí desarraigada, tenía mucha más luz y una habitación para mí sola, pero me costó un tiempo sentir que ese era mi nuevo hogar.

Después me fui. Habitaciones y pisos compartidos. Volvía a casa las fiestas y ,como siempre en vacaciones, mi casa estaba llena de familia… solo que ahora yo también era uno de los que venían por vacaciones. Volvía a compartir habitación con mi hermano porque en la mía estaban mis tíos, mis primos, o mis abuelos… Aún así, al principio ese seguía siendo mi hogar.

Pero un día volví a mi piso después de un verano, después de dos meses durmiendo junto a mi hermano y guardando mi ropa entre el salón y el armario del pasillo… y al deshacer la maleta cada cosa tenía su sitio. La ropa, el portátil, los libros… deshice la bolsa en un pis pas y entonces me di cuenta: mi hogar ya no estaba en un lugar, en casa de mis padres, sino allá donde yo llevase mis cosas, donde tuviese mi sitio. En cada uno de mis pisos compartidos.
Y así he seguido hasta hoy, llevando mi hogar de lugar en lugar, valiéndome sola, teniendo cuanto pueda necesitar. Mis libros, mis fotos… cuántas cosas dan forma a mi hogar!

Pero de repente, sin avisar, algo ha vuelto a cambiar. Unos días a tu lado, viviendo el día a día, compartiendo todo sin pensarlo, y al volver a mi casa, me falta algo. Hago mis tareas cotidianas, me toca currar mañana, y pienso… que me gustaría levantarme a tu lado. Mi hogar ha cambiado. No está en un lugar, ni en todas las cosas que pueda acarrear, está en las personas, en aquellos a quien decido amar. Por eso te digo, sin dudar: desde hoy y hasta la eternidad, vayas donde vayas, en ti estará mi hogar.



Difuminados

Hoy en día, queremos tantas cosas que nos difuminamos. En lugar de emplear nuestra energía en lograr un único objetivo, en alcanzar aquello que realmente es importante para nosotros… nos dedicamos a perseguir infinitud de pequeñeces, de objetivos sin importancia que una vez alcanzados (o incluso sin haberlo hecho) dejamos aparcados sin que nos hayan aportado nada.

Lo único que conseguimos con esto es dividir nuestras energías de forma que resulta más difícil alcanzar nuestro verdadero objetivo.

Deberíamos pararnos a reflexionar hasta saber qué es lo que realmente nos importa antes de actuar para conseguirlo. Porque por mucho que andemos, por mucho que nos esforcemos e incluso corramos para alcanzar nuestra meta, jamás llegaremos a ella si no sabemos dónde está.

Mortalidad

La mortalidad es la maldición y la bendición de ser humanos.

Sabemos que nuestra vida tiene fecha de caducidad, y deseamos que no sea así, sin embargo, es precisamente esta consciencia del vacío que se acerca inexorablemente lo que da sentido a nuestra existencia como individuos y convierte la vida en un bien tan preciado.

El miedo a la muerte nos impulsa a aprovechar la vida, a esforzarnos por conocer, experimentar, sentir, ir más allá… nos hace disfrutar del tiempo que tenemos con una intensidad mayor, puesto que sabemos que es finito.

Un inmortal no entendería la pasión, sentimiento y empeño que ponemos en cada uno de nuestros actos, puesto que tendría toda la eternidad para sentir y experimentar aquello para lo que nosotros solo disponemos de unos instantes.

Tal vez podría considerarse la inmortalidad como un don, la posibilidad de vivir infinitud de experiencias, de sentir incontables pasiones… tal vez. Pero sin duda, el carecer de ese horizonte nebuloso, de ese final imposible de eludir, sería también una maldición puesto que la vida perdería gran parte de su intensidad y belleza.


Romper con la rutina

Las rutinas son hábitos adquiridos a través de la repetición. Nuestra vida está llena de ellas, algunas son buenas y enriquecedoras, mientras que otras son vicios que nos estancan e impiden avanzar hacia la felicidad. Los vicios no son solamente adicciones (como puede ser el tabaco), también pueden ser formas de actuar negativas, rutinas de pensamiento pesimista que repetimos sin darnos cuenta y terminan por formar parte de nosotros mismos.

Para poder avanzar debemos ser conscientes de nuestras rutinas, de las cosas que no nos aportan nada y sin embargo seguimos repitiendo día tras día, apegándonos a ellas por resultarnos conocidas, tranquilizadoras.

Una vez conozcamos nuestras rutinas, debemos pararnos a pensar en ellas y separar aquellas que sí nos enriquecen, nos hacen crecer, nos acercan a la felicidad y nos ayudan a lograr nuestros objetivos, de aquellas que nos estancan, nos frenan en nuestro camino, nos constriñen o incluso nos hacen retroceder y sentir mal.

Finalmente, debemos deshacernos de las rutinas indeseables y esforzarnos por adquirir nuevas rutinas positivas, nuevas formas de pensar y actuar, que en un principio pueden resultarnos trabajosas, pero que poco a poco empezarán a formar parte de nosotros, a salirnos solas, a ser verdaderas rutinas, y nos permitirán avanzar hacia la consecución de nuestros objetivos y hacia la felicidad.

Qué es la felicidad

La mía a menudo se compone de una gran taza de café humeante, un poco de chocolate, una manta, un sofá cómodo, un buen libro y mucho silencio.

En ocasiones sin embargo, se esconde bajo una capa de barro, volando en mi respiración entrecortada, se disfraza con el rostro agotado de un compañero donde veo reflejado mi propio agotamiento y la encuentro pinchándome en cada músculo por el esfuerzo realizado. En esos momentos, la felicidad tiene forma ovalada y huele a hierba recién cortada.

Otras veces la encuentro enroscada alrededor de cuatro piernas enlazadas, descansando tranquila sobre mi almohada, entre rizos desordenada, disfrutando el momento, respirando al son de un pecho que sube… y baja… y sube… a ritmo lento.

Puede estar hecha de aire o de fuego, puede ser brisa que purifica o llama que abrasa. Lo importante es reconocerla cuando viene y permitir que te cale hasta los huesos, porque está en los pequeños momentos y no en los grandes acontecimientos.


Deseo de Poder

El deseo de poder no nace de la fuerza, sino de la debilidad.

La incapacidad de muchos hombres para alzarse en solitario y ser fuertes por sí mismos, les impulsa a buscar la aprobación, el apoyo y la obediencia de los demás. Son hombres débiles que buscan un sustituto de esa fuerza que no encuentran en sí mismos.

Los gobernantes deberían ser personas fuertes, autosuficientes y estables. Debería por tanto negársele el acceso al poder a todo aquel que tenga deseo del mismo.

El mejor gobernante será alguien que no desee el poder y sin embargo lo acepte por el bien del pueblo.

Respeta a tus mayores

Cuando una sociedad es estable y la existencia no cambia sustancialmente de una generación a otra, la experiencia que proporciona la edad suele ser algo muy respetado, como ocurría en china, en el antiguo Japón, o en la Europa del siglo pasado.

Sin embargo, en épocas de continuo cambio como la actual, las generaciones jóvenes, con mayor capacidad de adaptación, se desenvuelven mucho mejor. Esto les lleva a sentirse superiores a sus mayores y ancianos, a no tener en cuenta sus enseñanzas por encontrarlas obsoletas y poco prácticas, y finalmente… a perderles el respeto.

Si queremos que las generaciones jóvenes crezcan respetando las enseñanzas y los valores de sus mayores, no podemos imponérselos por la fuerza. Lo que debe ocurrir es que las generaciones más viejas acepten el cambio y se adapten a él en lugar de cerrarse e intentar que todo permanezca igual. Solo de este modo sus enseñanzas y experiencias podrán resultarles útiles y actuales a los jóvenes, solo de este modo los verán como algo a tener en cuenta y a respetar.

Pulido

La disciplina es la capacidad de perseverar cuando algo es difícil.

La adversidad es la forma en que la vida va probando y perfeccionando a las personas, forjando su carácter.

El trigo y el arroz sufren al ser molidos, una piedra preciosa sufre al ser pulida, pero de ese proceso sale algo especial, mejor de lo que había antes. Si una persona desea ser especial, mejorar, debe ser capaz de seguir adelante incluso cuando es dificil hacerlo.

Tapiz de vivencias

Hoy me he despertado con la mente abierta, mil ideas entran y salen de mi cabeza, y yo las desmadejo sobre el papel intentando hallar un hilo conductor en este nudo que crece en mi interior.

Crear significa peinar, dejar salir las ideas una a una para que no se amontonen y tengan sentido.

Voy secándolas al sol y cuando miro estos hilos que sin parar escribo, veo tejido como en un tapiz cuanto he vivido.

Lo he conseguido, he creado un tapiz coherente, pero siempre queda algún nudo sin deshacer en mi mente.


Aguante

Si una persona te quiere, estará ahí cuando la necesites, aguantará la presión, no se hundirá contigo cuando te vea caer, sino que te ayudará a levantar.

Pero si tú también quieres a esa persona, nunca pondrás a prueba su aguante, no la obligarás a soportar todo tu peso.

Porque el amor también puede quebrarse, y si eso ocurre, lo que habrás demostrado no es que la otra persona no te quería suficiente, sino que tú no amabas realmente.

Cubo Rubik

Debes empezar comprendiendo la lógica del cubo Rubik, dedicando horas y esfuerzo a cuadricular tu mente, para después poder romper esa lógica, hacerla añicos y ser capaz de reconocer cada pequeña pieza de color que salta sin sentido bañando el mundo con su caótico colorido.

Debes comprender el orden antes de aproximarte a la belleza del caos.

No me gusta pensar

- No me gusta pensar.
- No te creo.
¿Por qué has decidido varias veces cambiar, aunque nunca lo logras? Te has parado a pensar en tu vida, en lo que quieres, hacia dónde vas, y al ver algo que no te gusta, intentas cambiarlo, ser mejor, parecerte más a esa imagen que creaste de ti mismo. Piensa ahora. ¿Qué te hace fallar, por qué no lo logras, es muy difícil lo que quieres… o tal vez simplemente no deseas realmente ser así?

- No me gusta pensar.
- No te creo.
¿Por qué te gusta el rap? ¿Qué te dicen esas letras, qué te hacen sentir? Te hablan de rebeldía, de lucha, de cambio, de superación, de amistad. Ya te has parado a pensar. Piensa ahora. ¿Por qué te gusta eso? ¿Necesitas libertad, vas arrastrando unas cadenas, aunque no sean de metal… o eres un rebelde sin causa, pero con ganas de luchar por un inalcanzable ideal?

- No me gusta pensar.
- No te creo.
¿Por qué eres diferente, por qué nadas contra corriente, por qué tienes tu estilo distinto al resto de la gente? ¿Es por hacer el tonto, llamar la atención… o es porque te gusta lo que te gusta, sin que te importen los demás, ni su opinión? Piensa ahora. ¿No es eso pensar más que el montón?

- No me gusta pensar.
- No te creo.
Te gusta, y lo haces constantemente. Solo quiero… que me lo cuentes.