El mar


-El mar.
-El mar...el mayor ejemplo de fuerza, de paz....de amor.
-El mar.

Vaivén interminable                          
de suaves ondas es el ancho mar      
de un sueño intocable,                                  
el que se escapa al mirar

-No, no se escapa, va a volver, pero se va, se... se...¡se hunde!

el que se hunde al mirar                    
dejando un dolor que debo aguantar

-El mar...el mar se lo ha llevado.
-Tárila.

            Sólo queda una semana para que vuelva, nadie lo sabe, ni tampoco me creerían si se lo dijese, pero es así, él va a volver.
-¡Tárila!, ¡Eh, Tárila!
-¿Si?, ah, hola Bonder.
-¿ Qué haces aquí ?, no, no me lo digas, esperas que vuelva ¿no es cierto?...olvídalo, no va a volver. No sabía nadar, si hubiera sobrevivido los equipos de rescate le habrían encontrado. Tárila, dentro de una semana hará dos años que murió.
            Se preocupa tanto por mi..., pero no tiene razón, él no murió,  no, no lo hizo, sabía nadar perfectamente. Sus piernas no le permitían andar, pero no las necesitaba, una vez dentro del agua utilizaba sólo sus brazos, y aun así era más rápido que yo ¡Vaya si lo era!. No, no murió, pero ellos no lo saben, y supongo que nunca lo sabrán.
-Vámonos Tárila.
-Si....vamos.
            Ryody...Ryody, él se puso ese nombre. Siempre le ha gustado la “Y” griega, solía decirme que era una letra muy fuerte, la más fuerte y valiente de todas, porque conseguía mantenerse erguida sobre  una sola pierna, supongo que para él, que no podía hacerlo ni aunque se apoyase en las dos, eso era suficiente para que le gustase algo. Por eso puso dos “Y” en su nombre, eran sus dos piernas, ellas le daban su fuerza. A mi me llamó Tárila, decía que era como un grito acallado, mudo, como algo muy grande encerrado en la cajita de un anillo, como yo:  una muchacha pequeña (se burlaba de mi por ser bajita) que guarda muchas cosas dentro, él podía ver lo que cada uno llevaba dentro, lo que pensaba, podía saber cuándo alguien necesitaba compañía o cuándo quería estar solo. Podía quitarte la piel y ver tu alma a través de tus venas. Ryody...no existe otro igual que él...Ryody...incluso se inventó  un nombre para mi hermano Mario, él es grande, muy fuerte, y (que no se entere que lo pienso)  un poco gordito. Su nombre no le gustaba, y a Ryody tampoco, así que empezó a llamarle Bonder. Ahora todos le llamamos así.  
-Estás muy callada, ¿en qué piensas?
-No, nada, cosas mías.
-Está bien... Oye, mamá quiere que estés en casa, ayer volvió papá y no te ha visto todavía. Dentro de cuatro días se irá otra vez. En esta Época hay mucha pesca, y no pueden perder el tiempo en tierra.
-Si, ya lo sé, bueno por lo menos está un tiempo con nosotros, espero que nos de una vuelta en barca.
-Si, mañana iremos todos en el bote grande, esa es otra de las razones de que te haga  volver: tenemos que acostarnos pronto.

            Esto de tener un padre marinero no es tan divertido como la gente piensa, me gusta
cuando está aquí, porque nos da una vuelta en barca e incluso hay veces que nos lleva de pesca si el viaje no dura más de tres días, pero normalmente se va y tarda mucho en volver, es casi como tener un padre y no tenerlo a la vez.
            El padre de Ryody también es marinero. Es amigo de papá y suelen ir en el mismo barco. Antes nos llevaban a los dos y nos lo pasábamos muy bien en alta mar..., desde que él se fue no he vuelto a salir con ellos de pesca. Estoy deseando que vuelva.

.   .   .   .   .

            Ayer cuando llegué a casa, después de que Bonder me llamara, papá me dio un gran abrazo y me prometió que hoy nos llevaría en barca, yo ya lo sabía, me lo había dicho Bonder, pero aun así me alegré mucho.
            Esta mañana hemos salido pronto, el tiempo era muy bueno y la mar estaba en calma, me estaba divirtiendo de verdad ¡ qué pena que no estuviera Ryody!
            Poco a poco nos acercamos al lugar donde él se “cayó” del barco. Aquel era un día triste, el cielo estaba tan gris, tan del color del plomo, que parecía que de un momento a otro se nos iba a caer encima de la cabeza, cuando, incapaz de mantener tanto peso, se soltase alguno de esos hilos de oro que cosían aquella gran plancha de acero a las nubes, aquellos hilos traicioneros que hilvanaban la bóveda celeste, aquellos relámpagos capaces de chamuscar vivo un centenario roble, pero incapaces de sujetar un cielo tan pesado.
            No, aquel día no deberíamos haber salido, pero Ryody se empeñó tanto que nos convenció a todos, yo sabía por qué quería ir, había quedado con  Ellos. La tormenta y el oleaje ayudaron a que pareciese un accidente, pero no lo fue,  él se tiró, quería hacerlo, quería ser como  Ellos, quería vivir siempre en el mar, ambos queríamos hacerlo. Sí, yo iba a ir con él. Iba a ir... pero por qué engañarme, no pude, tuve miedo, me habían prometido que no pasaría nada, pero no les seguí, vi petrificada desde la cubierta cómo se lo llevaban, pero no me atreví a intervenir. Desde entonces no pasa un día sin que me arrepienta de haberme quedado.
            Y ahora estaba ahí, escrutando el mar en busca de Ryody, al que todos habían dado por muerto. Estuve en su entierro, aunque solo enterraron una caja, porque nadie encontró su cuerpo. Aquel día no lloré por él, yo era su mejor amiga, pero no podía llorar la muerte de alguien que no había muerto y yo sabía que él iba a volver. Nadie se dio cuenta, pero lloraba por toda la gente, por todos los que estaban allí, por todas aquellas personas tan ciegas, tan sordas, tan mudas...aquellas personas que jamás habían comprendido a Ryody y que ahora no podían (o no querían) ver que estaba vivo, no podían oír su canción, no podían hablarle...
            Ryody...estos últimos días he estado pensando más que nunca el él, la verdad es que encaja mejor en el mar que en tierra, aquí se sentía diferente porque no podía andar, sus piernas nunca han funcionado, se pasaba el día sentado en su silla de ruedas. Yo le llevaba a todas partes, pero no es lo mismo, él quería valerse solo. 
            En el agua todo era distinto, sus brazos eran el doble de los míos y no necesitaba las piernas para ganarme, por muy rápido que yo nadara.
            La verdad es que a mi también me gusta más el mar, si tuviese otra oportunidad me gustaría irme con  Ellos, aunque no se si podría... sigo teniendo miedo.
            Papá se fue antesdeayer y me dijo que me notaba muy distraída, pero no le pude decir nada sobre la inminente vuelta de Ryody. Ahora me paso el día sentada al final del espigón mirando el mar.
            Esto es precioso,  llevo viniendo aquí desde que tengo uso de razón, pero jamás lo había visto tan bonito desde...desde el día en que Ryody se fue. En cuanto él desapareció en las profundidades, el mar se calmo y todos los relámpagos se deshilacharon dejando libre el plomizo cielo, que en vez de caer encima de nuestras cabezas, se hizo jirones y se dispersó en forma de pequeñas nubes grises. Aquella noche vine aquí y lo que vi fue extraordinario, las nubes que viajaban por el fondo se tornaron lilas, y el cielo se tintó de un color rojizo, pero no un rojo fuerte, era un rojo suave, más bien tirando a carnoso, del color de las mejillas de Ryody, una tonalidad que nunca antes había visto nadie, porque era nueva, era la aportación de Ryody a la naturaleza.
            El viento casi no soplaba, pero una suave brisa me traía las notas de una canción de despedida. “Adiós Ryody” le grité, no se si me oyó. Ellos estaban allí. Habían ido a recibirle. Todo estaba cargado de alegría y  de belleza, se podía notar su presencia, aunque nadie se dio cuenta, pues estaban demasiado ocupados buscándole y llorando por él. Demasiado ocupados pensando en la muerte de Ryody como para darse cuenta de que seguía vivo, de que vivía en el mar, y su reflejo, de color rojo carnoso, se podía ver cada anochecer en el cielo.
            Hoy todo vuelve a estar como entonces, pero se nota algo especial, una presencia nueva: la de Ryody. Ahora ya es uno de ellos, el rojo carnoso es una tonalidad más del cielo, y suele aparecer al final del día, cuando el sol, ya cansado, se despide de nosotros (igual que lo hizo Ryody) y nos anuncia que mañana volverá a lucir su dorado manto y le podremos admirar igual que hemos hecho hoy (Ryody no hace eso, no vuelve con la luz del próximo día, tarda mucho más en volver, pero vuelve).
           
            Mañana es el día. Mañana hace dos años que se marchó, por eso Ellos han venido, le acompañan, saben que prometió volver y que no rompería su promesa por nada.
           
            Al principio yo no le creí cuando me dijo que les conocía, pensé que bromeaba, ¿Sabes?, es difícil creer a alguien, por muy amigo que sea, si te dice que  los conoce.             Según las leyendas Ellos controlan los elementos y pueden vivir en cualquiera de estos; pueden volar, andar sobre el fuego y respirar debajo del agua. Esto último es lo que más les gusta, les encanta nadar y es por eso que viven en las profundidades de los océanos.
            Todo esto lo sabía por las leyendas y los cuentos de marineros, pero jamás llegué a creer que existiesen de verdad.
            Ryody me los presentó, eran como nosotros, tenían un cuerpo como el de cualquiera, en los cuentos se les describía como  unos espíritus, los espíritus de la tierra, que controlan las fuerzas del mundo entero, pero la verdad es que parecen personas.
-¿Tárila, estas bien?
-...¿Mmm?...
-Llevo una hora buscándote, ¿por qué siempre te escondes aquí?
-Mira el cielo, está precioso
-¿El cielo?
-Si, ¿no los ves Bonder?, ellos está aquí, él está volviendo, mañana llegará.
-¿Cómo? Yo no veo nada.
-No, claro, tu no los ves, no los conoces.
-Lo único que veo en tu precioso cielo es que el sol ya se ha puesto y tendríamos que estar en casa, así es que date prisa.
-Está bien, vamos.
            Es inútil, no se lo puedo explicar, no le puedo decir que Ryody ahora es uno de Ellos  y que mañana va a volver, no me creería.
-¡Tárila !, ¡Te echo una carrera hasta casa, el primero que llegue se queda con el postre del otro!
-¡Corre, que ya te llevo ventaja!
-¡Eh!, ¡¡Tramposa!!
-¡Hoy tengo postre doble Bonder!  ¡Aaayyy!
-¡Tárila!, ¡¿Tárila qué te ha pasado?!


.   .   .   .   .

            ¿Qué hago en mi cama?, ¿Qué ha pasado?, ¿Bonder? Ay, mi cabeza ¡Tengo un chichón! Está bien, ¿qué ha podido pasar? Yo estaba al final del espigón con las olas rozándome las botas, entonces llegó Bonder, estabamos echando una carrera, me tropecé  y ... no recuerdo nada más. Debí de darme con alguna roca al caerme y perdí el conocimiento ...si, eso explicaría el bollo que me ha salido
-Tárila ¿estás bien?- esa es la voz de Bonder, y suena preocupada.
-Si, más o menos. ¿Cuanto tiempo llevo dormida?
-Desde ayer, cuando el sol se puso... y teniendo en cuenta que ahora son las tres...más de quince horas.
-¡Quince horas!...¡¿ Has dicho que eran las tres?! Adiós Bonder, me tengo que ir, llego tarde.
- Ni hablar, no puedes salir. Mamá está trabajando, tiene el último turno de tarde y no volverá hasta media noche. Yo le he prometido que cuidaría de ti.
-¡Noo!, no...
.   .   .   .   .

            Estoy de nuevo aquí, pero ya de nada sirve. Era ayer cuando debería haber venido, se lo prometí...¡Se lo prometí!...y no cumplí mi promesa, no pude.
            Hace dos años no le seguí cuando me lo pidió, no tuve el valor suficiente para enfrentarme a la tempestad, a Ryody, al mar, a Ellos... a todo. Ahora, cuando él iba a volver, tampoco he cumplido lo prometido. Ayer no vine aquí, Bonder no me dejaba, pero podía haberme escapado, no, no tuve el valor suficiente para enfrentarme a Bonder, al dolor de cabeza, al mar, a Ellos, a Ryody... a todos.
            ¡Anda, mira! Una botella de cristal con una nota dentro. Ryody y yo solíamos echar mensajes al mar, creíamos que él nos contestaría, que le agradaría saber lo que pensamos y lo mucho que nos gusta.  Al principio no nos devolvía los mensajes, pero no nos importaba, seguíamos mandándole cartas, poemas, chistes... hasta que un día nos contestó. Si, el mar nos devolvió el mensaje. La botella traía un poema. Grabado sobre  la hoja que nosotros  habíamos mandado se podía leer, en letras que parecían animales marinos, el poema más hermoso que jamás se había escrito en todo el mundo.
            Ryody lo leyó en voz alta, y las letras que ya había leído se desvanecían en el aire convirtiéndose en pequeñas mariposas que volaron lejos en el horizonte, hasta perderse de vista.
            No fue el mar el que nos contestó, eran Ellos, Ellos nos mandaron aquel poema y todos los demás, porque a partir de entonces todos nuestros mensajes fueron devueltos. Así los conocimos, por medio de un mensaje en una botella. Un día, cuando yo estaba fuera del pueblo, Ryody recogió otra botella, en su interior venía la hora y el lugar para una cita. Fue aquí mismo, en este espigón donde él acudió a la cita y los conoció. Más tarde me los presentó y juntos pasamos ratos formidables. Luego nos ofrecieron la posibilidad de ser como ellos, de vivir siempre en el mar...Ryody aceptó sin vacilar y me pidió que le acompañase, pero no pude, se fue sin mi.
            Una botella...hace tiempo que no mando ninguna, desde que se marchó. Ryody...una botella, una botella...una...¡¡Una botella!!, ¡¡Ryody!!, ¿¡ La has mandado tu !? Tengo que alcanzarla.

Hola Tárila:
     ¿Qué te ha pasado?, no has acudido a nuestra cita, yo  no puedo quedarme más tiempo, me están esperando, lo siento, pero no podré volver.  Adiós Tárila, te echaré de menos.
Ryody.


           
            Ryody, espérame...Ryody, no te vayas...espérame...no, no puedes irte, no puedes dejarme aquí...

-El mar...
-El mar se lo ha llevado...
-El mar...

Vaivén interminable                          
de suaves ondas es el ancho mar,     
de un sueño intocable,                      
el que se hunde al mirar                    
dejando un dolor que debo aguantar

            Si, debo aguantar...pero no puedo...no...
-Adiós Ryody, adiós Bonder, adiós mamá, adiós mar...adiós a todo...
            Yo también me voy.

.   .   .   .   .

-Bonder date prisa, ¿vienes?
-Si, ya voy mamá.
            Hoy es el entierro de Tárila. Será un entierro sin cuerpo, como el de Ryody. Los equipos de rescate han pasado tres días buscándola, pero no ha aparecido y todos le han dado por muerta. Yo no creo que haya muerto, nadaba muy bien, no se ha podido ahogar, se ha ido con Ryody, estoy seguro, porque desde que desapareció hay un color nuevo en el cielo. Es un rojo, si, otro más, pero este no es un rojo carnoso como el que apareció cuando se fue Ryody, este es un rojo morado, casi un azul rojizo, y suela aparecer al final del día, entremezclado con el rojo carnoso, los dos juntos se despiden del mundo (como lo hace el astro rey a esa misma hora), pero no nos prometen volver (al contrario que el Sol, que vuelve todos los días). Un día les vi hablar a ambos con  Ellos, las leyendas dicen que son espíritus, pero son casi como personas normales. Yo también los conozco, aunque Ryody y Tárila no lo sabían.
            Hoy todo el pueblo llora por Tárila, yo no. Nadie se ha dado cuenta, pero no lloro por mi hermana, lloro por todos ellos, porque están demasiado ciegos para ver a Tárila, demasiado sordos para oírla, demasiado mudos para hablarle...demasiado ocupados llorando su muerte, como para darse cuenta de que no ha muerto.
            Algún día yo también me iré y me gustaría que supiesen que no he muerto, pero supongo que harán lo mismo que hacen ahora, no se darán cuenta y seguirán llorando, seguirán llenando el mar con sus lágrimas para que más gente como Ryody, como Tárila o como yo pueda algún día vivir en las profundidades. Si, algún día viviré en el mar, y habrá un color nuevo en el firmamento, pero esta vez no será ninguna nueva gama de rojos, no, será un azul, un azul verdoso: como el mar.

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